En una cuarentena más flexible, emplazada en la neurálgica Plaza San Martín de Rosario, una carpa gremial alberga a los repartidores. Un lugar para los que quedaron puertas afuera de dos tipos de empresas: las que venden y envían sus productos a los clientes y las de plataforma. Las consecuencias sobre la diaria de los trabajadores son siderales: de golpe recuperaron techo, baños, carga eléctrica, dispenser de agua, comida y una instancia para la pertenencia colectiva. Quien decide construirla y abastecerla es el Sindicato de Empleados de Comercio de Rosario mientras exige el encuadramiento de los trabajadores de reparto en el convenio colectivo de su actividad. Otra hoja de ruta posible para devolverle el empleo, y con él los derechos laborales, a miles de monotributistas en bicicleta.