ARGENTINA CONTRA EL HAMBRE, PALABRAS NUTRITIVAS

Por: Joaquín Chevero

El programa gestado antes del triunfo electoral de octubre es política de Estado y la primera gran definición del gobierno de Alberto Fernández. Un escape de la usura, un complemento para consumo, una solución a la falta de nutrientes, o la gesta de una ¿épica? Veamos.

Primer acto, planteamiento del problema. Aún desde la oposición, el Frente de Todos, un mes antes de ganar las elecciones, propone y consigue sancionar la Emergencia Alimentaria, con apoyo de organizaciones sociales y (guardar dato) la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

 

Segundo acto, confrontación. Triunfo en las elecciones del 27 de octubre, dos meses de preparación y, a los días de la asunción, se presenta el plan Argentina contra el Hambre. Tiene varias aristas, pero vamos a profundizar en su primera implementación: la Tarjeta Alimentaria, una tarjeta de crédito dirigida a la población más vulnerable. Una suma fija disponible para un consumo indicado -restringido a la compra de alimentos- que se repone el tercer viernes de cada mes.

 

Esto despertó algunas preguntas. A varios les resultó raro pensar que el hambre en Argentina fuera un problema tan serio. Pobreza sí, indigencia un poco, ¿pero hambre? Entonces, desde la mesa de gobierno se unificó un discurso: el problema en Argentina es la malnutrición, hambre de nutrientes, cuerpos que no se desarrollan como es debido. Es hambre de comida sana, por eso junto a la Tarjeta Alimentaria capacitamos sobre las buenas prácticas de un plato saludable. Los refutadores volvieron a la carga: si el problema es nutricional, ¿por qué los beneficiarios pueden comprar dulces y jugos en polvo? Prohíban la Coca-Cola.

 

Tercer acto: en la política y en lo sublime eso no existe. Dejemos los terceros actos a historiadores y escritores para seguir entendiendo qué implica la batalla contra el hambre.

A varios les resultó raro pensar que el hambre en Argentina fuera un problema tan serio. Pobreza sí, indigencia un poco, ¿pero hambre?

No es una Asignación Universal

Si la Tarjeta Alimentaria es sólo un subsidio en metálico para reforzar la mesa de los sectores más vulnerables, bien podría reforzar la Asignación Universal por Hijo (AUH), que ya establece un canal de distribución y control.

 

El Ministerio de Desarrollo Social justificó su decisión de mantenerlos separados con el endeudamiento de los beneficiarios. El 80% de las familias con AUH tomaron créditos de la  ANSES durante la gestión anterior, y estas deudas pueden ser exigibles: los acreedores podrían tocar la puerta y retener parte de ese ingreso bancarizado. Entonces, en lugar de una caja de ahorro, una tarjeta de crédito respaldada por el Estado. No hay dinero para retener: se consume a crédito, y la cancelación es el programa.

 

Es un buen puente para evitar este problema y garantizar consumo donde hay escasez, pero pongámonos de acuerdo: no es un problema nutricional, es un elegante escape de la usura.

 

La AUH ya cubre cuatro millones de menores de edad. Todo menor de 18 años, con padres desocupados, con ocupación informal o frágil, es alcanzado por el plan. Además, acceder a la contraprestación completa requiere acreditar asistencia a la escuela y controles obligatorios de salud. Exigencias que garantizan los derechos de la niñez.

Mientras la comprobación de todo esto hace que el trámite para conseguir la AUH sea presencial, la Tarjeta Alimentaria (primera forma que tomó Argentina contra el Hambre) es asignada de forma automática. Sin hacer nada, el celular de los nuevos beneficiarios vibra, y un SMS les explica que son destinatarios del beneficio.

 

Es un plan que delega las condiciones de su aplicación a otro: la Tarjeta Alimentaria es una opción sólo para beneficiarios de la AUH. Es una economía de recursos para dirigir dos planes a un mismo sector, pero transforma a la Tarjeta Alimentaria en un complemento, aunque intente su propia identidad. Para distribuirla en menos de un mes colgaron el plan de una rama de la AUH, medio rápido y un poco mezclado, pero insiste en ser otra cosa, como si fuera un clavel del aire.

 

La población de destino de la Tarjeta Alimentaria no puede, entonces, ser más que un subconjunto de la AUH. El corte está en la edad de los niños: aplican menores de 6 años y embarazadas (beneficiarias de la AUE). De los cuatro millones con AUH, poco más de dos va a recibir por celular una dirección para retirar su tarjeta.

 

Volvamos: la AUH no es una épica sino, a lo sumo, un poema lírico, un himno patriota. En espíritu su cobertura es total, si su alcance es limitado se trata de un problema de recursos, pero recitar la AUH es recordar un nivel de dignidad mínima que alcanza a toda la niñez.

Es un plan que delega las condiciones de su aplicación a otro: la Tarjeta Alimentaria es una opción sólo para beneficiarios de la AUH. Es una economía de recursos para dirigir dos planes a un mismo sector, pero transforma a la Tarjeta Alimentaria en un complemento, aunque intente su propia identidad

La épica de Argentina contra el Hambre es una aventura que busca concluir con éxito. En un momento se cayó en un estado de emergencia que obligó a empezar una nueva andanza. Se preparó a las apuradas el recado, usando incluso piezas prestadas, y arrancó la huella.

 

Mientras ampliar la AUH es en esencia un objetivo deseado, nadie espera la universalización de este nuevo plan, porque significaría una derrota.

Pequeña genealogía argentina del hambre

La historia del hambre es la historia de la entropía; seamos prácticos. Un contexto caprichoso y una división apresurada. La historia de Argentina tiene hambre.

 

Ulrico Schmidl narra la fundación del fuerte Santa María del Buen Ayre por Pedro de Mendoza, y recuerda que era tal el hambre que no bastaron ratones, ni ratas ni víboras ni otras sabandijas; también los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido. Incluso tres españoles desesperados robaron y estofaron un caballo, por lo cual se los condenó a la horca y dejaron sus cuerpos columpiándose del cuello toda la noche. Al día siguiente, compatriotas adelantados han cortado los muslos y los pedazos decarne del cuerpo y los han llevado a su alojamiento y comido.

 

Siglos después, la tierra fértil, la selección de ganado y un contexto internacional conveniente contorneó la idea de Argentina como granero del mundo. La noticia de nuestra bonanza circuló por el globo y del viejo continente empezaron a llegar exiliados hambrientos.

Mientras ampliar la AUH es en esencia un objetivo deseado, nadie espera la universalización de este nuevo plan, porque significaría una derrota.

Casi cuatrocientos años de tierra sobre Ulrico Schmildl, Joan Bialet Massé recibe el encargo de informar sobre las clases obreras al presidente Roca. Es 1904, antes de la Gran Guerra y la peste de la democracia, con el granero rebosando, pero Bialet Massé describe provincia a provincia la malaria con que se condenaba a los trabajadores debido a la mala distribución de los beneficios de la argentina agroexportadora. Le pasa unos consejos a Roca, pague unos centavos más el jornal para evitar que prenda en ellos el anarquismo, el socialismo, los cuatreros de caballos, y la fundacional tendencia de canibalizar nuestros ahorcados.

En una parte de su relato recuerda a un chico de doce años en Rosario explicándole los motivos de las protestas sociales a otro de diez: “¿Cuando vos tenés hambre no te hacen revolución las tripas? Pues lo mismo son los hombres grandes; cuando tienen hambre y no hay en qué trabajar hacen revolución”. Aplacar la acidez del hambre para evitar que prenda el virus socialista.

 

Por esa época, y con similar afán civilizador, surgen los primeros comedores escolares de la mano del Cuerpo Médico Escolar, que había relacionado el ausentismo y el escaso rendimiento intelectual de los alumnos con la falta de alimentos. Para que dejen de extrañarse indignados, diciendo que a la escuela no se va para comer; a esta altura la educación gratuita tenía sólo 20 años de vida, nutrir cuerpo y mente viene en pack cuando es necesario. Los comedores y merenderos se multiplican desde entonces como una forma comunitaria de hacer frente al hambre.

 

En 1936 el estado asume el problema de base con la sanción de la Ley Palacios (por su impulsor el senador socialista), luego conocida como el Programa Materno-Infantil. Tarda diez años en implementarse, pero desde el primer peronismo hasta el primer menemismo se distribuye leche a mujeres embarazadas y niños menores de seis años de edad. ¿Qué pasa con ese corte de edad? Después de los noventa el proyecto continúa, pero la logística pasa a manos de las provincias.

 

Varios tienen que recordar otro gran proyecto para enfrentar el hambre: las cajas PAN de 1984.  Alrededor de 1,3 millones de familias recibían mensualmente una caja con alimentos secos, con la coordinación centralizada del Estado nacional operando desde dos plantas. Una logística que también fue desarmada en los noventa.

 

Con la nueva propuesta de la Tarjeta Alimentaria reaparece el Estado en el centro como administrador de alimentos. En la entrega de dinero para ser usado en su alimentación hay un claro referente internacional en el Food Stamps Program que funciona desde 1939 en Estados Unidos, que en un principio entregaba estampillas (stamps) azules y naranjas para administrar y restringir sus usos.

 

Un pueblo con hambre, y dar comida como solución. Lo asible de los problemas de la humanidad es que son siempre los mismos.

El problema del hambre es un problema fundacional de este (y cualquier) emplazamiento. Hace más de cien años es reconocido como un problema de Estado. Surgen soluciones. Los comedores nacen de la sociedad civil, antes que el gobierno asuma el problema.

Existieron otras formas de enfrentar el hambre (control de precios de granos, precios cuidados, huertas comunitarias), pero para los fines de esta genealogía quedémonos con estas líneas. El problema del hambre es un problema fundacional de este (y cualquier) emplazamiento. Hace más de cien años es reconocido como un problema de Estado. Surgen soluciones. Los comedores nacen de la sociedad civil, antes que el gobierno asuma el problema; comedores escolares primero, sobre la necesidad de cada población local, comedores populares luego, con la proliferación de villas y asentamientos, un último rebrote importante post-2001 con un Estado en contracción y fuertemente descentralizado. Otro grupo de soluciones: medio siglo repartiendo leche con el proyecto de un senador socialista y el gobierno de un general, el FedEx ochentoso de las cajas PAN con Alfonsín y, por qué no, la tarjeta alimentaria de Alberto Fernández.

 

Palacios, Perón, Alfonsín, Fernández. Sumen a Néstor Kirchner y tenemos un nuevo relato.

Hambre de nutrientes

Hace unos años alguien me contó que entrevistaba vecinos de la 1-11-14 para una investigación sobre nutrición. No recuerdo el nombre de esta persona, fue en un contexto de grupo y lo recibí desde una voz plural. Esta persona preguntaba a la población de la 1-11-14 qué darían a sus hijos para que crezcan sanos y fuertes. La mejor alimentación si estuviera a su alcance. La población respondía Danonino. La nutrición como un problema pedagógico.

 

Digamos solo con fines ilustrativos que hay dos hambres (esto es totalmente inexacto): un hambre calórica y otra nutricional. Argentina contra el Hambre implementa una tarjeta que permite transacciones calóricas, pero justifica su existencia con la necesidad de nutrientes. Cuando entregan la tarjeta dan recomendaciones nutricionales, pero éstas están en papel, y el plástico perdura sin instrucciones de uso.

 

El plan incluye otros programas por implementarse, donde se reconoce la dimensión pedagógica y dialógica de la malnutrición. Tiene, por ejemplo, mecanismos de participación ciudadana. En primer lugar, el Consejo Federal Argentina contra el Hambre, que reúne a la elite política y a la elite farándula, para dar visibilidad al problema. Ellos son los que dijeron que nuestra hambre es nutricional. Confundir Danonino con ambrosia. Toma de conciencia.

 

Otro espacio de participación es el proyecto Redes de la Sociedad Civil, sin demasiada definición, pero que va a intentar reforzar las campañas nutricionales con un entramado solidario de la población. No hay más información, pero podemos intuir el fundamento de un proyecto horizontal para enfrentar el hambre nutricional. Refuerzo doméstico.

 

El tercer mecanismo de participación es el más interesante, porque vincula este proyecto contra el hambre (propio de un Estado centralizado y fuerte) con un nuevo mecanismo de biopoder. Es el Observatorio Nacional Argentina contra el Hambre, integrado por universidades y centros de estudio que están a cargo del monitoreo del plan. Control científico del consumo de la población.

 

Imagínense. Una población marginal, que escapa por completo de su inscripción desde su rol productivo. Hace changas, trabaja en negro, pasa hambre, nada queda registrado. En la era del Big Data, si no hay registro no hay gestión. Con la Tarjeta Alimentaria seguimos ciegos a su producción, sólo reconocemos su oscura pertenencia a la informalidad, pero ahora los inscribimos en su consumo. Que no haya inocencia: un Estado no puede resolver un conflicto humano si no lo procesa, lo burocratiza, y le ofrece un canal de resolución. Pero la etiqueta deja de ser beneficiario; ahora es consumidor.

 

En la ciudad de Concordia se hizo la prueba piloto de la Tarjeta Alimentaria. El Observatorio Nacional Argentina contra el Hambre comunicó los resultados. Fue exitoso, dijeron, el 48% de las compras fueron de productos recomendados por su valor nutritivo, 28% fue para arroz, harinas, condimentos y demás comidas que llenan, pero no nutren. Sólo (y pensemos el valor de ese sólo que se sostiene sin más, porque cuál es la referencia para dimensionarsu magnitud) un 24% de los productos adquiridos estaban entre los no recomendados.

Imagínense. Una población marginal, que escapa por completo de su inscripción desde su rol productivo. Hace changas, trabaja en negro, pasa hambre, nada queda registrado. En la era del Big Data, si no hay registro no hay gestión. Con la Tarjeta Alimentaria seguimos ciegos a su producción, sólo reconocemos su oscura pertenencia a la informalidad, pero ahora los inscribimos en su consumo.

Hambre cristiana

Borges tiene un poema llamado “El Hambre”. No es de los mejores, pero tiene recursos y firuletes que no siempre se ven en su obra. Es una especie de anti-padrenuestro (madrenuestra) al hambre, para expulsarlo de la mesa en lugar de bendecirla con su nombre.

 

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,

borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.

 

El adjetivo preciso. El hambre antigua que se reproduce incestuosamente con su hija, la guerra. Para hablar del hambre no recordamos los Vedas o las Eddas, escritos que Borges ha tenido más a mano en su caja de herramientas; hay algo bíblico en pensar el hambre.

 

En el Antiguo Testamento el hambre aparece bajo la forma de hambruna; una plaga que golpea la ciudad, un sufrimiento que viene de lo alto castigando pecados, conocidos o no. Es la hambruna de Abram (Génesis 12:10), Isaac (Génesis 26:1), las vacas flacas de José (Génesis 41:27). El hambre se recibe con distancia y resignación, ante lo cual queda resistir.

Un dato de color: una de las primeras asociaciones de comedores en Argentina fueron Comedores Populares Israelitas que empezaron su trabajo en 1922.

 

En el Nuevo Testamento el hambre empieza a ser un padecimiento individual. A Jesús le da hambre todo el tiempo. Es su parte humana. Como disparador de situaciones aburre la cantidad de milagros que empiezan con Jesús tuvo hambre

 

El hambre se calma hasta que vuelve a empezar. Todas las búsquedas de reposo en este mundo (salud, paz, felicidad) consiguen soluciones temporales. En el Nuevo Testamento este mundo no tiene tercer acto. Si hay posibilidad de cierre eso queda en el paraíso prometido, donde ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno (Apocalipsis 7:16). Mientras tanto, en este mundo, hay que saciar el hambre propia, y calmar la del prójimo, incluso la del enemigo (Romanos 12:20). La caridad cristiana.

 

La UCA midió para 2019 que 30,1% de los niños de Argentina están expuestos a la inseguridad alimentaria en su hogar. Indefensos y vulnerables porque el hambre entra en sus casas. Para poder decir esto, la universidad utiliza un cuestionario que recorta y abstrae lo que entiende por hambre, como cualquier instrumento de medición. Entre otras cosas registra si el encuestado pudo comprar suficiente comida, si disminuyó la porción de alimentos por necesidad, o si algún adulto del hogar dejó de desayunar, almorzar o cenar. El hambre de carencia, un problema de magnitud, no de nutrición.

La UCA midió para 2019 que 30,1% de los niños de Argentina están expuestos a la inseguridad alimentaria en su hogar. Indefensos y vulnerables porque el hambre entra en sus casas

Con esta visión restringida (pero posible) un tercio de los menores de edad viven con inseguridad alimentaria, subiendo 10% entre 2017 y 2018, sin disminución en el último año. ¿Podría medirse el hambre nutricional de alguna manera? ¿Estaría interesada la UCA en medirla? El valor cristiano de dar lo suficiente, las necesidades intangibles de nutrir.

Hambre social

Los científicos nacionales tienen su lugar en el plan contra el hambre, así que vamos a apoyarnos en uno de ellos para seguir pensando. Adrián Scribano es un investigador del CONICET. Piensa el cuerpo desde una lectura político-filosófica. En uno de sus trabajos nombra tres planos para pensar el hambre: individual, subjetivo y social.

 

El hambre individual es el más fácil de reconocer. Un cuerpo reclama nutrientes, el individuo siente el reclamo en la forma de apetito. Transacción entrópica sensible.

 

El hambre subjetiva es el plano en el cual me pienso a mí mismo y conformo mi identidad a partir de la experiencia del hambre. Un ejemplo podría aparecer en los cuestionarios de la UCA: la madre abnegada que renuncia a la comida para servirla a su familia. Hay una identificación por la cuál es ella y no ellos (ni Él) quien asume el hambre. Es un hambre que se siente y se piensa para autodefinirse. Soy una buena madre. Soy una buena esposa.

 

No nos quedemos sólo con esa imagen. En el ayuno como constricción religiosa, o en la Dieta de la Luna también se atraviesa el hambre, y al sentir el hambre se afianza una identidad. Yo respeto a Dios. Voy a tener el cuerpo que deseo. Alimentarse y ayunar son dos caminos constitutivos para enfrentarel apetito.

 

Por último, el hambre social. Es un nivel para pensar el hambre en la relación con los otros. La Tarjeta Alimentaria identifica a los vulnerables, los olvidados, los últimos, y los llama hambrientos. Puede que su hambre subjetiva no los identifique de esa forma, pero el hambre social dice, ahí tenés el hambre hecha cuerpo.

 

Consideremos los sujetos consumistas, que se definen en la ingesta, aquellos con hambre ¿tienen un self frágil? Volvamos a comparar Argentina contra el Hambre y la Asignación Universal por Hijo, ¿qué nombre estigmatiza al beneficiario y cuál lo incluye en un todo?

No digo esto para sancionar el uso de la palabra, sino para identificar la posición social que refuerza. El hambre existe, aunque no se la nombre. El estigma ocurre, al margen de los conceptos (no olvidemos el fantasma de los supuestos multipartos desatados por la AUH).

 

Otro caso para alivianar el paladar: el hambre social de la Dieta de la Luna, o contexto similar. Un hambre voluntaria. Un retiro espiritual registrado en fotografías que se suben a las redes sociales. Ayuno selectivo. El hambre (sobreponerse a su inercia voraz) como un comportamiento que me distingue; el hambre que se consume.

La batalla de todos

Voy a cerrar con Lakoff y su teoría del framing. El cognitivismo es bueno porque nos da tuppers, de muchos tamaños, para guardar lo que nos sobra en el recipiente justo. Esta última idea entra justo acá.

 

Lakoff dice que en nuestro cerebro hay marcos (frames) con modos de ver el mundo. Cuando vivimos una experiencia u oímos una palabra se activa un marco que procesa, clasifica y dice, bueno esto va acá. Por ejemplo, soy un joven estudiante que vive en Caballito, curioso por nuevas ideas, veo charlas Ted y valoro a los expositores claros, las ideas progresistas, tecnificadas y lamento la desigualdad que sigo con el Gini. Veo un spot televisivo y conozco a Martín Lousteau. Su juventud e inteligencia me recuerda a ese ayudante de cátedra que admiro. Cuando habla no me subestima, explica los problemas, comparte su visión de las cosas. El spot cierra con el nombre de su partido: Evolución; y ahí dentro de esa palabra encuentro biologicismo, Darwin, selección natural, anti-creacionismo, separación de la iglesia del Estado, un camino, nuevas generaciones, progresismo, futuro y juventud. Mi marco mental de joven porteño instruido me dispone bien a esa palabra. Evolución. Un proyecto que realmente sedujo a ese nicho.

 

Lakoff tiene su propio ejemplo. Nombra una expresión que usó la gestión de Geroge W. Bush para hablar de un masivo recorte de impuestos. La gestión, al defender la medida, empezó a hablar en bloque de alivio fiscal (tax relief). Para que algo se alivie, dice Lakoff, tiene que haber ocurrido una desgracia, y Bush iba a ser quien dé un descanso al sufrimiento. Pero ideológicamente el alivio fiscal también va a ser bien aceptado por los marcos liberales norteamericana: una sociedad ahogada de impuestos que por fin puede respirar. Libertarios de pie.

 

Antes de cerrar Argentina contra el Hambre, el gobierno anterior también tuvo un marco para presentar su posición con los sectores desprotegidos. Durante su carrera por la presidencia, Mauricio Macri presentó entre sus propuestas el plan Pobreza Cero.

 

No hubo políticas concretas para llenar este contenedor, pero no por eso pierde efectividad como ideología enmarcada. Pobreza es un índice, una medida. El objetivo es su eliminación; cero, ni un decimal. Tiene el regusto de otro marco de la política norteamericano: tolerancia cero (zerotolerance), la política de seguridad mediante castigos severos con la que Giuliani saneó Nueva York (¡Saneamiento, otra palabra para enmarcar!). Pobreza Cero. Hay que eliminar la pobreza porque es amenazante. No es un marco que recuerde los padecimientos de los pobres -el sujeto que abstrae la pobreza-, es uno que resguarda a toda la sociedad de los peligros que trae una pobreza descontrolada.

El gobierno anterior también tuvo un marco para presentar su posición con los sectores desprotegidos. Durante su carrera por la presidencia, Mauricio Macri presentó entre sus propuestas el plan Pobreza Cero. Pobreza es un índice, una medida. El objetivo es su eliminación; cero, ni un decimal. Tiene el regusto de otro marco de la política norteamericano: tolerancia cero

Ahora sí, Argentina contra el Hambre

La primera política de estado de un nuevo gobierno. Un contrapunto de Pobreza Cero. No se sigue un índice para evaluar el éxito, se confronta directamente el problema. La línea de llegada es un misterio, a lo mejor una quimera, pero la responsabilidad es comunitaria. Argentina contra. Todos perseguimos lo mismo, el exterminio del hambre, lo malo, somos una congregación. Nombra el hambre y racionalmente se justifica con el complejo equilibrio de los nutrientes; dentro de cada individuo resuena en su piedad religiosa o en su laica aversión a la injusticia social, hambre en el país que produce alimentos. Es un marco efectivo, ideal, para construir un gobierno fuerte sobre cierto conservadurismo, pero capaz de dar un sentido a aquellos que quieran seguirlo.

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