MUJERES EN EL CAMINO

Al calor de los cambios sociales y culturales de los últimos años, las mujeres comenzaron a romper estructuras en el ámbito laboral incorporándose diariamente a profesiones históricamente ligadas a una idea cada vez más vieja de masculinidad. Las “camioneras”, desarman estereotipos todos los días y se animan a derribar las paredes de cristal que impiden la profesionalización de mujeres en el rubro.

A todas las trabajadoras camioneras y sus rutas

A mi papá

“Cuando era camionero, nunca vi mujeres camioneras en las rutas”, me dijo alguna vez mi viejo, camionero desde los años 1968 a 1975, chofer de un camión volcador en Jujuy y Salta. Y esa visión no era desacertada. Históricamente, las mujeres tuvieron una participación reducida en los ámbitos laborales considerados masculinos. Los roles “femeninos” y los trabajos a ellos asociados establecieron una brecha en la que las mujeres ocuparon puestos relacionados con la maternidad y rubros de servicio como educación, enfermería, trabajos de cuidado y limpieza, como niñeras, empleadas domésticas, entre otros; mientras que los varones se encargaron de aquellas actividades fuera del hogar entendidas para el “sexo fuerte” y ocuparon puestos que demandaban estas características. Sobre estos modelos giró la segregación horizontal y vertical del trabajo entre los géneros.

La segregación horizontal segmentó la participación en los sectores de la actividad económica y en las distintas ramas de la estructura productiva: las mujeres fueron y son tipificadas en trabajos que prolongan su “tarea femenina” y su presencia es mínima en cargos que requieren fuerza física como transporte y almacenaje. Cuanta mayor presencia “femenina”, menor es el salario. Esto se relaciona con la segregación vertical: menor participación de mujeres en órganos de decisión y dirección y, por lo tanto, desigualdad económica, un “techo de cristal” que relega y no les permite alcanzar determinados puestos jerárquicos.

Sin embargo, es indudable que hace tiempo la demanda y reclamo por la igualdad de género cobra peso en los ámbitos laborales. Las mujeres repiensan sus propios supuestos y desnaturalizan prácticas cotidianas. Así los hábitos y las costumbres se van modificando a pesar de las resistencias y, de a poco, se empiezan a romper estructuras. ¿Una prueba de esto? El transporte de carga.

Empezar a ser trabajadora camionera

“Ahora estoy por descargar, pero apenas pueda te aviso y hablamos”, me dice Norma Arrua (52), camionera. “Estoy en Ballester, dejo unas cosas ahí y me voy a cargar a Pilar para la fábrica Toyota. Así que cargo en Pilar, en el Parque Industrial y después me voy a Zárate a descargar a la planta”.

Norma nació en La Paz, Entre Ríos, pero vive en Buenos Aires hace 12 años con su marido e hijxs. Maneja un Acceso 815 Mercedes Benz con una caja sider para diez pallets, habilitado para cargas peligrosas y generales. Hace nueve años es camionera: “Yo me ocupaba de la casa y de los chicos. Mi marido compró un chasis y a mí se me dio por armarlo y ponerlo a trabajar. Cuando le dije, no le gustaba mucho la idea de poner un chofer por la responsabilidad que eso implicaba, pero yo le dije que no pensaba poner un chofer, que yo lo iba a manejar. No le gustó mucho porque, al no conocer de qué se trataba el trabajo, tenía miedo por el peligro”. Norma averiguó cómo tramitar la licencia mientras le pedía ayuda a un amigo de la familia para elegir una carga para el chasis. Después hizo el curso de cargas generales y, en ese momento, se enteró de que también había licencia para transportar cargas peligrosas: “Mi primer viaje me lo consiguió mi amigo Marcelo Bellentier y recuerdo que fui al puerto, llegué a las 7, y salí cargada casi a las 17.  Así empecé y, gracias a Dios, desde ese día siempre tuve continuidad laboral”.

“Yo me ocupaba de la casa y de los chicos. Mi marido compró un chasis y a mí se me dio por armarlo y ponerlo a trabajar. Cuando le dije a mi marido, no le gustaba mucho la idea de poner un chofer por la responsabilidad que eso implicaba, pero yo le dije que no pensaba poner un chofer, que yo lo iba a manejar”.

Marianela Gariboglio (23) de Paraná, Entre Ríos, tiene su licencia hace dos años: “Aunque el porcentaje de mujeres camioneras sigue siendo muy bajo, cada vez hay más que forman parte y eso me pone muy contenta. Creo que ya no hay tanta desigualdad como antes y no solo en este rubro”. Marianela es la quinta generación de camioneros de su familia y, desde chica, su sueño era ser camionera: “Manejo un Iveco 170E280 con un semi en el cual transporto cargas generales como ladrillos, gaseosas, cartón, etc. Toda mi familia, y particularmente mi viejo, me fue transmitiendo esta pasión por los camiones. Desde muy chica me dejaba acompañarlo a sus viajes, me enseñó a manejar y todo lo aprendí gracias a él”.

Dámaris Bär (25) es de Posadas, Misiones y es otra mujer camionera que hereda la pasión por su papá: “Ser camionera era un sueño, algo que veía muy lejano porque sabemos que es un rubro complicado para las mujeres”. El papá, los hermanos y los tíos de Dámaris son camioneros. Empezó con el trabajo mientras vivía en Salta: “Me vine unos días a Misiones y en eso salió el trabajo cuando menos lo esperaba y fue lo más lindo. Era un sueño hecho realidad y fue hermoso cómo se me dio. Viajar con mi papá en la misma empresa, con mi hermano, estar en la misma empresa trabajando fue lo más hermoso”. Dámaris estuvo tres años en el Ejército, después en Buenos Aires hizo un curso de vigilancia para trabajar como seguridad hasta que se fue a vivir a Salta. Empezó a trabajar gracias al padre que habló de ella en la empresa, pero subirse a un camión no era nuevo: viajó por primera vez a los nueve años acompañándolo, lavando el camión, estando con él durante el día de trabajo: “Cuando podía faltar al colegio, faltaba y me iba con mi papá. Estoy muy orgullosa de él”. Dámaris maneja un Stralis Iveco y carrea contenedores para el exterior “o sea, de acá de Misiones para el Puerto de Buenos Aires, y hago entre 1200 kilómetros a 2000 kilómetros por día”. Dámaris también es encargada de la logística de los camiones de la empresa: “Trabajar de lo que siempre soñaste es único”.

¿Mujer al volante peligro constante?

Hace unos años, la empresa automotriz Scania lanzó un concurso de becas para mujeres. La idea era poder transformarse en conductoras de transporte de carga y sorprendió la convocatoria. Otorgaban 12 becas y se presentaron casi 800 mujeres entre 25 y 45 años. En Argentina, solamente el 27% de las licencias de conducir pertenecen a mujeres y, en el caso de los transportes de carga, el 0,7 por ciento.

La incorporación de las mujeres al mundo laboral se entiende en el marco de los cambios culturales, los reclamos sociales y las leyes nacionales. Actualmente, existe un proyecto de ley de cupo que establece la igualdad de oportunidades de empleo para mujeres, travestis y trans en este campo. Algunas empresas ya fueron obligadas a contratar mujeres para darle fin a la desigualdad y discriminación laborales según el género. Y acá es evidente la importancia del cupo: hay trabajos que aún están vedados para las mujeres y diversidades sin una ley. “Paredes de cristal”, invisibles, que segmentan el desarrollo profesional y lo determinan, pero, a su vez, dejan entrever la ausencia en ciertos trabajos.

Hace unos años, la empresa automotriz Scania lanzó un concurso de becas para mujeres. La idea era poder transformarse en conductoras de transporte de carga y sorprendió la convocatoria. Otorgaban 12 becas y se presentaron casi 800 mujeres entre 25 y 45 años. En Argentina, solamente el 27% de las licencias de conducir pertenecen a mujeres y, en el caso de los transportes de carga, el 0,7 por ciento.

¿Con qué impedimentos se encuentran las mujeres a la hora de trabajar en transporte de carga? ¿Qué estereotipos aún quedan por desarmar?

Dámaris remarca la diferencia que hacen algunas empresas al incorporar a las mujeres: “Quiero destacar a la empresa de transporte en donde trabajo, Don Eugenio, porque me dio la mano, agradecidísima total. Varias otras tienen prejuicios sobre las mujeres, es un rubro muy machista en ese sentido”. Norma agrega: “Tengo entendido que ahora las empresas tienen que tomar mujeres por la inclusión, así que de a poco van abriéndose puertas para nosotras. Y ahí depende de nosotras que esas puertas sigan abiertas”.

Profesiones, tareas y conductas siguen cargadas de estereotipos que de a poco se van desarticulando. En este sentido, Norma remarca otra cuestión importante: los modelos sociales y culturales, preconceptos que las propias mujeres también debemos repensar y cuestionar. Si bien la palabra “chofer” alude a todos los géneros, Norma hace notar que, cuando un aviso dice “chofer”, una mujer da por entendido, por patrones culturales establecidos, que es para hombres porque se relaciona automáticamente la palabra a un varón. Entonces, cree necesario que las mismas mujeres se animen a enviar su currículum y empiecen a desarticular prejuicios propios: “Cuando en los anuncios se buscan choferes, muchas de nosotras decimos ‘no’, para qué voy a mandar un currículum porque seguro van a tomar a un hombre. No nos quedemos con que ‘seguro van a tomar a un hombre’. Yo creo que también tenemos que mandar, porque está la posibilidad de tomar a una mujer”.

A diferencia de lo que se cree, las mujeres camioneras dicen que, entre los compañerxs de trabajo, el día a día, no es machista. Tanto mujeres como varones tienen los mismos salarios. “Es un equipo hermoso” asegura Dámaris, “Mis compañeros varones me acompañan, me dan una mano si necesito, están pendiente todo el tiempo. La verdad es que no tengo quejas”. Norma cuenta que nunca sufrió discriminación por ser mujer en la relación con sus compañeros de trabajo: “Yo le hago fletes a Transtony, es un transporte para el que hace seis años que trabajo y le hacemos logística a la fábrica de camionetas Toyota, y nunca sentí que mi condición de mujer haya afectado mi trabajo, todo lo contrario”. Agrega: “Jamás tuve problemas con nadie y no sufrí el machismo entre compañeros. La verdad es que no puedo decir nada de mis compañeros. Trabajo a la par de ellos, exactamente igual. Nunca pedí prioridad para descargar y si alguno dice que pase la señora primero, yo le digo ‘no gracias, caballero, espero mi turno’ si todos estamos en la misma, todos tenemos la necesidad de llegar a nuestra casa”.

Muchas mujeres participan sindicalmente y, si bien tanto Dámaris como Norma destacan el compañerismo entre camioneros y camioneras, notan desigualdad en algunos lugares cotidianos como las duchas o baños que son para hombres. Ambas creen que se debe solucionar esta cuestión: pasan varias horas arriba del camión en las rutas y tienen que compartir estos espacios porque no hay un lugar para las mujeres. Es necesario que se revisen las estructuras mayores y se adecuen los espacios para mayor inclusión de las mujeres y mejores condiciones en la cotidianeidad laboral.

Promotoras de la igualdad

Si bien aún queda una lucha por hacer e igualdades por conquistar, las mujeres están  ocupando lugar en los ámbitos laborales considerados masculinos, y el transporte es uno de ellos. Mujeres que eligen este trabajo lo consideran un sueño y una pasión. “Estar sentada atrás de un volante me llena de orgullo, amo este trabajo, los camiones, me gusta manejar, viajar, conocer gente, lugares y compartirlo todo con mi familia”, dice Marianela. Mujeres que llevan este trabajo con responsabilidad y abogan una participación más inclusiva dentro del rubro. Mujeres que no se quedan con los brazos cruzados, sino que se organizan sindicalmente, junto con los compañeros varones, y además crean otras redes de apoyo como grupos de WhatsApp y páginas en las distintas redes sociales para informarse novedades y visibilizar el trabajo conjunto. Así existe “Simplemente Camioneras”, un grupo creado por Norma y varias mujeres más como La Negra Paredes. Cuentan con una página de Facebook e Instagram. Allí todos los días suben fotos de mujeres camioneras e información general, pero no es solamente eso. Es un lugar en donde hacen visible su trabajo y les permite conectarse con más mujeres de la misma profesión. Reciben mensajes, orientan y, a través de la visibilización, hacen que otras mujeres se animen a esta profesión, incorporan mujeres al rubro.

Sin lugar a duda, son un grupo que continúa una lucha que otras mujeres comenzaron hace años, pero, después de todo, ellas y varias más conforman un colectivo de camioneras que participan de una lucha mayor. Norma finaliza: “Más que igualdad yo creo que tenemos que pedir equidad, o sea, tener las mismas oportunidades de trabajo y las mismas condiciones. Las mujeres de a poco vamos demostrando que estamos capacitadas para hacer cualquier trabajo y este es uno más. Solo es cuestión de enfocarnos en lo que queremos y llevarlo a cabo”.

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