SOSTÉN DE BARRIO

Por: Tania Rodríguez / Fotos: Gala Abramovich

Mercedes Nicolasa Leiva, responsable del Centro Popular Manos Unidas del Barrio “Papa Francisco”, cuenta cómo las redes de solidaridad forjadas a lo largo de las distintas crisis del país permitieron afrontar la sobrecarga de tareas y mantener los espacios de cuidado comunitario durante la pandemia.

“Vení que te muestro cómo está el comedor” – dice Mercedes mientras gira el teléfono con la cámara encendida. Apenas atiende la videollamada me avisa que está con buen WiFi, que podemos charlar sin problema. Su voz tranquila desentona con el bochinche alrededor. Percibe mi intento fallido por escucharla mejor y enseguida eleva el tono y busca con la mirada a sus compañeras para que sean parte del encuentro.

“Acá están las de siempre”. Un grupo de tres mujeres son interpeladas por Mercedes: “Saluden chicas”. Al lado, sobre la pared, un póster del Diego – la imagen es la de la pelota pegada a la cabeza – y enseguida la puerta del comedor. “Acá los chicos están por servir el almuerzo”. Un grupo de pibes saludan a la camarita desde la cocina. Son las once de la mañana de un sábado tormentoso y en el “Manos Unidas” tienen casi listo el primer turno de comida.

Mercedes Nicolasa Leiva (53) vive con su marido, sus hijos y nietas en el Barrio Papa Francisco (villa 20). Desde los 16 años milita allí, “referente desde los 17”, aclara. Trabaja en la Defensoría del Pueblo, en el programa de derechos políticos de lxs migrantes y es la responsable del Centro Popular Manos Unidas, tarea que la define como “mamá de mucha gente”.

Ubica el teléfono sobre la mesa en un cuartito al fondo del comedor para escucharnos mejor y agrega a su presentación que en sus años de militancia participó de varias experiencias de organización barrial y política y que desde hace nueve años milita en La Cámpora. “Mi trabajo social es ver qué necesita el otro. Y estar para cuando el otro necesita”.

En la tarea diaria del comedor, son tres grupos para cubrir todos los turnos. El primer grupo entra a las cinco de la mañana y el tercero se queda hasta última hora de la tarde. Mercedes cuenta que junto a ella está Marcia, su “compañera socia” de toda la vida, además de Gladys, Maricel y sus hijas, Juana y otras chicas que se sumaron hace algunos años y también varios chicos jóvenes, varones. Cada grupo está compuesto por cinco o seis personas que se ocupan de los dos turnos – almuerzo y merienda – y de las tareas que haya durante la semana.

Además de esta reorganización por turnos que implementaron a partir de la pandemia para evitar que se amuche la gente, tuvieron que armarse un protocolo. “No sabíamos cómo cuidarnos. Empezamos a recibir los tuppers y a desinfectarlos nosotrxs con lavandina, usando alcohol, mucho alcohol. Y eso sale de cada compañero, el que puede costear esas cosas. Hasta que empezaron a llegar donaciones de lavandina y alcohol. Y al portón de entrada del comedor le tuvimos que hacer una ventana para atender por ahí usando guantes, barbijos, máscara”.

En junio Mercedes se contagió de covid. Ella era quien estaba más cerca de las personas, aclara. Con la misma lógica de los contagios por contacto estrecho, cuenta que tuvo que aislarse de su familia porque además su marido es diabético. “No la pasé tan mal porque fui asintomática, fue muy triste no poder estar en mi hogar.  Yo siempre estuve, a pesar de mi militancia, nunca me separé de ellos. Pero es lo que nos toca a los militantes, hay que estar donde se me necesite y mientras tenga fuerza va a ser así.”

La sobrecarga de tareas de cuidado durante el confinamiento recayó en los hogares y los espacios de cuidado comunitario en los barrios. Lo saben varias de las compañeras de Mercedes con quienes sostienen redes de solidaridad desde hace un par de décadas: “Pasamos los noventa, el 2001 y ahora los trece años de macrismo”. Armar protocolos de prevención  les permitió durante estos meses, mantener espacios comunes desde donde sostener al barrio.

La sobrecarga de tareas de cuidado durante el confinamiento recayó en los hogares y los espacios de cuidado comunitario en los barrios. Lo saben varias de las compañeras de Mercedes con quienes sostienen redes de solidaridad desde hace un par de décadas: “pasamos los noventa, el 2001 y ahora los trece años de macrismo”.

Durante los últimos nueves meses, el trabajo en el comedor se triplicó. Cada día reciben a 750 personas a las que les dan almuerzo y merienda con mercadería que sólo alcanza para 250. “Este año fue terrible, la mayoría de la gente se quedó sin trabajo y esa necesidad se volcó al comedor. El gobierno de Larreta no sólo no envía más bolsones de alimentos, sino que además nos abandonó con toda la situación de la educación de lxs chicxs. La mayoría quedaron aislados, sin poder acceder a la información necesaria para seguir conectados con la escuela”.

El Ingreso Familiar de Emergencia fue un soporte para muchas familias del barrio; quienes cobraban AUH y planes sociales, pudieron además cobrar IFE y “apalear” la crisis. “Ya veníamos con mucha demanda durante los últimos años de macrismo (en la Presidencia). Seguimos recibiendo la misma cantidad de mercadería que el año pasado. Lo que hacemos es darles un poco menos para que alcance para todos”.

Desde hace cuatro años, la apuesta de la gestión de Rodriguez Larreta en los barrios populares ha sido el proyecto de urbanización. Según Mercedes, “no sirve de nada una vivienda que no podés sostener porque no tenés trabajo ni para comer”. Se indigna al recordar que este año “perdieron” compañeros por la pandemia, por la falta de alimentos, de salud y de techo.

Desde hace cuatro años, la apuesta de la gestión de Rodriguez Larreta en los barrios populares ha sido el proyecto de urbanización. Según Mercedes, “no sirve de nada una vivienda que no podés sostener porque no tenés trabajo ni para comer”. Se indigna al recordar que este año “perdieron” compañeros por la pandemia, por la falta de alimentos, de salud y de techo.

Su evaluación es que los últimos cuatro fueron los peores: “Me recordó mucho a los noventa. Fue en ese momento que empezamos a juntarnos con algunos compañeros, con quienes todavía estamos, para ver cómo salíamos para adelante, a ayudar a los que se iban quedando sin trabajo, sin salud (porque se les cortaba la obra social), sin educación para sus hijos. Algunos no podían siquiera pagar un cuaderno para los chicos que iban a la escuela pública. Estos años de Macri en el gobierno (nacional) fueron una vuelta a esos tiempos, pero esta vez fue peor porque lo vivimos con maltrato. Maltrato físico, moral y de clase”.

De la gestión de la economía en el barrio, pasamos al tema del impuesto a las grandes fortunas. Cuenta que han discutido un poco el tema, aunque muchos compañeros no tienen noción de “qué son esas grandes fortunas”. Para ella, el tema es clave en este contexto, “con ese poco que le saquen, muchos que están pasando necesidad van a estar mejor”.

El tema del salario social no es parte de la agenda que discuten entre compañerxs. “Algo escuché y me parece genial para la gente que solo vive de changas o que pone una olla, porque esto es un trabajo”. 

A la pregunta sobre qué le diría al presidente de la Nación si tuviera la posibilidad, responde: “Yo a Alberto le agradecería. Por haberse hecho cargo de esta gran familia, de estar al frente de una gran necesidad y de la gente que lo votó y al que no, porque es el gobierno de todas y de todes. Y también le diría que nunca se olvide del que menos tiene, que tenemos la esperanza en él, el pueblo está con él y cuenta con nosotrxs. Que somos muchos más, los que menos tenemos que los que más tienen.”

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