EN PRIMERA FILA

Por: Mariano Abrevaya Dios / Foto: Gala Abramovich

Noelia Bonomini, Coordinadora de Enfermería de Atención Primaria del Municipio de Morón, reflexiona acerca del papel llevado adelante por enfermeras y enfermeros en la crisis sanitaria del Covid-19, un sector históricamente castigado por condiciones laborales precarias y falta de reconocimiento que se convirtió en la pieza clave del abordaje territorial de la pandemia.

Sentada sobre uno de los bancos de la plaza Manzanar, en una zona humilde de Morón Sur, Noelia Bonomini, de 33 años, habla con Nación Trabajadora (NT) sobre el operativo sanitario montado por el municipio a un costado de la canchita. “Lo más importante de estas postas es que permiten el vínculo con el vecino y la vecina, teniendo en cuenta que los centros del salud del municipio están cerrados y solo atienden con turnos”, explica, y apunta que “la gente ve las carpas y se acerca”. Hay tres colas frente a las mesas. El personal de salud, vestido con camisolines celestes, máscara, barbijo y guantes de latex, conversa con los vecinos, apunta datos en unas planillas. “En el último tiempo nos encontramos con mucha gente con enfermedades crónicas, que no se atiende hace varios meses, y entonces acá les pedimos los datos y le damos turnos para atenderlos en el centro de salud del barrio. Aparte, estamos vacunando, porque muchos dejaron de hacerlo a partir de la pandemia”, detalla.

En un gacebo controlan los niveles de glucemia y la hipertensión arterial, y en el otro vacunan a grandes y chicos. También montaron un gran inflable (como los gacebos, rojo sangre, el color distintivo de la identidad gráfica de la gestión local) para vacunar contra la rabia a perros y gatos. Esa es la fila más larga de las tres. Sobre la calle también funciona un puesto para hisoparse. El enfermero, que parece un astronauta, se asoma por la puerta, en el pie de una escalerilla. Mira para los costados. La cuadrilla de voluntarios que en este momento recorre el barrio puede aparecer con un vecino.

El cielo está limpio y la temperatura, alta. Los perros de la fila ladran.

Noelia cuenta que están más tranquilos que hace un par de meses atrás. “Desarmamos algunos dispositivos de atención que antes eran fundamentales, como el esquema de hoteles para aislar personas contagiadas. Aparte bajaron mucho los hisopados domiciliarios, y en consecuencia también los operativos. Como todo el mundo, estamos esperando la llegada de la vacuna”, ruega, y sonríe.

En la plaza hay movimiento de sábado al mediodía. Un par de hombres pasan al trote. Un grupo de nenas zigzaguean arriba de sus patines bajo la atenta mirada de una profesora, y sus voces aflautadas se mezclan con los reggeatones que escupe un parlante de la posta sanitaria. Un puñado de familias toma mate bajo la sombra de unos árboles. En diagonal, en la otra punta, hay un destacamento de la policía local, que hace dos años casi fue vandalizado por unos vecinos que denunciaron que los efectivos no habían querido intervenir ante unas amenazas que terminaron, finalmente, en el homicidio de un joven de la zona.

Noelia cuenta que están más tranquilos que hace un par de meses atrás. “Desarmamos algunos dispositivos de atención que antes eran fundamentales, como el esquema de hoteles para aislar personas contagiadas. Aparte bajaron mucho los hisopados domiciliarios, y en consecuencia también los operativos. Como todo el mundo, estamos esperando la llegada de la vacuna”, ruega, y sonríe.

A Noelia la convocaron a principios de marzo para trabajar en la Dirección de Salud y Territorio de la cartera de salud de local. Arrancó el 2, un par de semanas antes de que el Gobierno nacional decretase el aislamiento social y obligatorio. Viajó todos los días, desde Floresta, en un tren Sarmiento irreconocible, desértico. Hace poco se mudó a Ciudadela.

Mientras mira de reojo la negativa de un perro a dejarse pinchar, Noelia cuenta que se decidió por la enfermería luego de ver por la tele, a sus 16 años, la tragedia de Cromañón. Fue un punto de inflexión. Ni bien terminó el secundario, se metió en la UBA e hizo la carrera de Enfermería en la Facultad de Medicina. Hoy es la coordinadora de Enfermería de Atención Primaria del municipio y tiene a su cargo al personal de enfermería de los catorce centros de salud del distrito y también la de un vacunatorio.

En Morón, donde viven más de trescientas mil personas, también hay un hospital provincial y otro nacional, el Posadas.

Ante el pedido de NT de una reflexión sobre sus compañeros y compañeras de trabajo durante el año pandémico, Noelia dice que se encontró con “una fuerza de voluntad y predisposición que desconocía, que no imaginaba, teniendo en cuenta que se trata de un sector que trabaja en malas condiciones, mal pagos, sin estar jerarquizados. Para los hisopados, una actividad muy riesgosa, pensábamos que iba a ser muy difícil que se sumen, pero la mayoría ahí está, poniendo el cuerpo”.

Ella no paró de trabajar ni un solo día, “siempre con protocolo”, aclara. Con respecto a la ayuda económica que bajó desde Casa Rosada durante los últimos meses, sostiene que el IFE fue “una gran iniciativa, necesaria, pero también escasa, con solo tres pagos”. Dice que comprende a la perfección la coyuntura, el estado en el que encontró el país el gobierno, pero aclara: “Hay gente que se nos iba de los hisopados porque tenían que ir a trabajar, porque si no, no comen”.

Por la calle pasa un carro tirado por un caballo raquítico, a cargo de un joven de pelo largo que lleva un cigarro colgado entre los labios. Se suman más vecinos y vecinas a las filas de la posta. Sigue sonando reggeatón.

Con respecto al ATP, Noelia valora la herramienta, pero también plantea “que en algunos casos estuvo mal distribuido, ya que benefició a algunos que no lo necesitaban”. De todos modos, insiste con el mismo eje de hace un minuto: “Tengo claro que no se puede gobernar abriendo frentes de batallas por todos lados y también que en ambos casos fueron los instrumentos que se pudieron bajar al territorio en las actuales circunstancias”.

Noelia no tuvo Covid, tampoco su familia. Solo un puñado de enfermeros y enfermeras se contagiaron. Por suerte, no hubo que lamentar la pérdida de ningún trabajador o trabajadora, como sí sucedió en otros municipios.

Dice que comprende a la perfección la coyuntura, el estado en el que encontró el país el gobierno, pero también dice: “hay gente que se nos iba de los hisopados porque tenían que ir a trabajar, porque si no, no comen”.

La joven enfermera aporta datos sobre el sector: el enfermero o enfermera, en el distrito, trabaja 35 horas semanales, de lunes a viernes, luego de haber estudiado entre 3 y 5 años. Cobra 22 mil pesos.

“En general son primera generación en terminar el secundario y en estudiar una carrera”, apunta ella, que tiene un brazo tatuado, remera lisa, un pantalón de jean y zapatillas. “Muchos de ellos tienen dos o tres laburos”, suma, y menciona a una enfermera de uno de los gacebos, que fue contratada por el municipio luego de dar una mano en un par de operativos, y que se quedó sola, con un nene chico, luego de que la abandonara su pareja, un policía, que la despojó hasta del IFE. “Hay una cuestión clasista muy marcada, que denota de dónde venís”, advierte, en relación a quienes eligen la enfermería como una salida laboral, un modo de vida, o ambos.

NT pregunta si cree en la posibilidad de que el movimiento obrero garantice que la reconstrucción del país no sea a costa de los y las trabajadoras. “Es difícil”, señala, y opina que “para que eso suceda necesitamos un cambio sociocultural enorme”. Además, cree que “no ayuda tener al movimiento obrero desmembrado”. Le parece posible la unidad del movimiento obrero, “siempre y cuando la conducción de la CGT sea permeable a escuchar y conversar con todos los sectores”.

Con respecto al aporte solidario de parte de los multimillonarios, dice que sí, que está muy de acuerdo, al igual que la idea de repoblar la Argentina. Y agrega: “Las ideas y propuestas de Juan Grabois me parecen muy interesantes, y son todas iniciativas realizables. Con proyectos como el Artigas, nos propone algo así como un nuevo socialismo, salvo con su postura sobre el aborto”, advierte, y sonríe otra vez.

También se entusiasma con la creación del salario complementario. “Yo soy profe de Economía Social en un bachillerto, y sé de lo que hablan. La inclusión de los trabajadores de la economía popular me parece fundamental”, señala, y celebra la creación de la CTEP y también su brazo sindical, la UTEP.

Para el cierre, a pedido de NT, le manda un mensaje al presidente de la Nación: “Yo quiero que profundice el modelo, que vaya a fondo. Le pido que profundice”.

Noelia se despide, camina hasta la posta y se junta con un par de compañeras del operativo. Por mi parte, tengo que hacer un par de cuadras y retomar la avenida Vergara, llena de camiones, en dirección al acceso Oeste. Cualquier vecino de la zona lo sabe: siendo viernes al mediodía, es una pésima idea.

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