CAMBIÓ EL PLANETA, LAS EMPRESAS NO

Por: Matías Maito / Fotos: Silvio Moriconi

A lo largo de 2020, y pandemia mediante, lxs trabajadorxs de plataformas pasaron de satisfacer placeres gastronómicos a abastecer lo esencial. Oxígeno domiciliario en medio del aislamiento, mantuvieron y hasta agravaron, sin embargo, su situación de precariedad laboral. Crecieron los ingresos para los dueños del negocio, y también el número de personas que buscó en este formato una salida de subsistencia en la emergencia. Ahora esperan que de una vez se trate la ley que regula su actividad.

El 4 de abril, tal vez en una de las semanas más agudas del aislamiento, un querido amigo cumplía años. Radical él, le quise regalar el libro de Alejandro Grimson sobre el peronismo. Porque, aunque quedamos de distintos lados de la grieta, siempre nos enriqueció escucharnos. Se lo mandé por Rappi.

“Estás loco” me dijo cariñosamente cuando lo recibió. Claro que con el correr de las semanas se volvió muy común y frecuente mandarse cosas a través de las plataformas, sobre todo en los cumpleaños. Pero en esos primeros días en los que nadie se cruzaba con nadie, ese envío fue como descubrir un intersticio en la cuarentena y entrar por ahí para contactarme con mi amigo.

Pero además de los regalos que no podíamos llevar en persona o el helado que no podíamos ir a comprar, los bienes de primera necesidad aparecieron entre los productos más solicitados para las plataformas de reparto en el contexto de aislamiento.

“En Pedidos Ya antes eran puro delivery en restaurantes, heladerías y pizzerías. Y lo que se empezó a mover muchísimo durante la pandemia fueron las compras en supermercados.” Esto lo cuenta Roger Rojas, trabajador de esa aplicación. Y deja claro así por qué su trabajo fue considerado esencial en ese contexto.

La economía venía fuertemente golpeada a principios de año, pero desde la irrupción de la pandemia se vino abajo. Las cifras son colosales. Entre abril y junio se contabilizaron en nuestro país casi 4 millones menos de personas ocupadas respecto de las que había en 2019. Y como era previsible, los más afectados por esa situación fueron los que tenían una ocupación precaria o inestable: el 86 por ciento de los que perdieron su fuente de trabajo eran cuentapropistas o trabajadores en relación de dependencia informales.

A contramano de la situación general, el negocio de las plataformas creció espectacularmente en 2020. Se combinaron así una necesidad (la de tantos que habían perdido su trabajo) con una oportunidad (la de esas empresas en expansión donde es relativamente accesible emplearse). Y a ese ritmo se incrementó la cantidad de trabajadores.

En una investigación de Julieta Haidar se destaca que un tercio de los trabajadores de plataformas de reparto comenzó a trabajar durante la pandemia. El dato deja claro que, para quienes perdieron su fuente de ingreso en este 2020, las plataformas operaron literalmente como un refugio ante la falta de alternativas.

A contramano de la situación general, el negocio de las plataformas creció espectacularmente en 2020. Se combinaron así una necesidad (la de tantos que habían perdido su trabajo) con una oportunidad (la de esas empresas en expansión donde es relativamente accesible emplearse). Y a ese ritmo se incrementó la cantidad de trabajadores.

En el marco de la crisis, la demanda de pedidos creció. Los ingresos de los trabajadores también se incrementaron durante la etapa de mayor aislamiento. “En la pandemia aumentaron los primeros seis meses, pero con la flexibilización de la cuarentena volvieron al nivel anterior”, explica Roger. Le pregunté si eso tenía que ver con una extensión de las jornadas de trabajo (que, según el estudio de Haidar, es en promedio de 48 horas por semana y de 57 entre los venezolanos). Me respondió: “No trabajamos más horas, sino que nos llevamos más pedidos”. Cada vez que van a un local, en lugar de retirar un producto para entregar, se llevan tres o cuatro.

En términos generales, para Roger trabajar en pandemia fue “más agradable por la soledad. No había tráfico y podías trabajar con menos estrés.” Cambió la ciudad, cambió el planeta, cambió la humanidad. Pero no cambiaron las empresas. “Durante la pandemia nosotros seguimos con el mismo sistema, trabajando con las uñas, porque no tenemos recursos” sintetiza.

En febrero le robaron la moto mientras trabajaba. Tuvo que reponer con sus ingresos su herramienta laboral. Y como dicen que a las plataformas no las gestionan seres humanos sino algoritmos, además le bajaron el rating por no repartir mientras no tenía con qué hacerlo (lo que impacta en sus ingresos).

Le pregunto si durante la pandemia las empresas tomaron recaudos para evitar la exposición de los trabajadores al contagio. Me responde: “En los primeros meses sólo mandaban mensajes. Después pusieron unos pocos puntos de encuentro donde regalaban barbijos. Pero la mayoría no fuimos a retirarlos porque nos resultaba incómodo. Más adelante recibimos correos con protocolos de cuidado”.

Las plataformas efectivamente operaron como un refugio para muchas personas que perdieron sus ingresos en este contexto de crisis (durante 2020 y también en los años inmediatamente anteriores). También cumplieron ese rol para tantos inmigrantes que se radicaron en nuestro país (principalmente, pero no sólo, provenientes de Venezuela) y encontraron en ellas una fuente de ingresos relativamente accesible.

Hay algunos aspectos del trabajo que son especialmente ponderados por los trabajadores. Según el estudio de Haidar, la característica que más valoran es la organización flexible de los horarios: casi el 80 % sostiene que es muy importante decidir qué días y qué cantidad de horas trabajar. La autonomía, la posibilidad inmediata de tener trabajo y los ingresos obtenidos son otro elemento rescatado (aunque con menor intensidad). Por oposición, la inseguridad personal (ligada tanto a los robos como a los accidentes viales), la falta de cobertura ante esas eventualidades y la carencia de un seguro médico son destacados como los más negativos.

“Los trabajadores de plataformas hemos aportado a la economía con nuestros recursos, con nuestros teléfonos, con nuestras bicicletas y nuestras motos, con nuestro dinero. Si nos pasa algo se acabó nuestro trabajo. Pero la empresa sigue, viene otro con sus recursos y sigue manteniendo este sistema” describe Roger.

“El gobierno anterior se dedicó mucho al tema empresarial. Descuidó mucho el lado social. No teníamos derecho a la defensa, a un trabajo digno. Este gobierno se inclinó un poco más por el humanismo, pero el proyecto de ley para regular nuestro trabajo todavía está en el Congreso. Tenemos un proyecto que propuso el actual gobierno, pero aún no ha marchado.”

Roger es el secretario general del sindicato APP (Asociación del Personal de Plataformas). La organización no es nunca una tarea sencilla, pero en este sector tiene una complejidad adicional.

“Los días que vas a dedicarte a organizar dejás de trabajar y de reunir ingresos”, resalta y evidencia así uno de los efectos tangibles de que las empresas los encuadren como cuentapropistas y no como trabajadores en relación de dependencia. Además, las plataformas cuentan con un poder discrecional altísimo para bloquear la sindicalización. “Hay mucha rotación, las empresas bloquean muchos trabajadores. Tienes 100 trabajadores que te apoyan y en tres meses bloquean 80. Y cuando pasa eso, todavía hoy no hay un organismo estatal al cual acudir.”

Esa falta de protección explica la mirada ambivalente que tiene Roger respecto del actual gobierno nacional. “El gobierno anterior se dedicó mucho al tema empresarial. Descuidó mucho el lado social. No teníamos derecho a la defensa, a un trabajo digno. Este gobierno se inclinó un poco más por el humanismo, pero el proyecto de ley para regular nuestro trabajo todavía está en el Congreso. Tenemos un proyecto que propuso el actual gobierno, pero aún no ha marchado.”

Le pregunto qué opina del impuesto a las grandes fortunas. Me dice: “En esta tierra nosotros somos pasantes, inquilinos. Nada nos pertenece. Pero unos pocos se lo adueñaron. Entonces, el llamado es a compartir. Estoy de acuerdo en que las personas que han acumulado riqueza compartan. Pero no sé si la mejor manera es a la fuerza. Porque cuando algo es obligado, la experiencia me ha dicho que no da buenos frutos.”

Las referencias a Venezuela marcan el último tramo de la conversación. Hablamos sobre la Argentina de los próximos años y en sus reflexiones se cuela la experiencia de su país de origen. “Desde mi corazón, por lo que ya viví en mi país, mi deseo es que los argentinos dejen la división. Espero unidad. Te lo digo como un venezolano que vivió las consecuencias de la división de un pueblo.”

Roger apunta a la unidad de los argentinos, pero cree que para alcanzarla se precisan trabajadores organizados. Su práctica lo atestigua. Porque esa unidad que ansía es una construcción cuyo esfuerzo requiere ser distribuido de manera más equitativa. “Es el ideal que la reactivación no sea a costa de los trabajadores. Nosotros vamos a poner nuestra parte. Pero en lo que respecta a las plataformas siempre su beneficio ha sido a costa de nosotros. Hace falta que las empresas pongan un poquito”.

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