“TU SOLICITUD HA SIDO DENEGADA”

Una medida estatal de compensación en plena cuarentena, como es el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), puede convertirse en una pesadilla. Tramitarlo requiere de destrezas sólo al alcance de quienes “figuran en el sistema”. La odisea de Teresa para conseguir los famosos 10.000 pesos.

Mientras en Argentina y el mundo se actualizan los datos de la pandemia –infectados nuevos, sanados, muertos, estadísticas, curvas, días de cuarentena, suba del precio de los alimentos, restructuración, canje de deuda y títulos-, Teresa arrastra su bicicleta en las calles de tierra, convertidas casi en arena por la sequía del río Paraná. Más cerca del río Tragadero hace días que no llueve, el Paraná con una bajante histórica (la peor de los últimos 50 años) por la que no se puede navegar y en Entre Ríos lo cruzaron a caballo. Tampoco se puede pescar, mejor dicho ¡ni pescar se puede!

 

Teresa llega cansada hasta mi casa. La recibo en la galería respetando el “aislamiento físico” que en el campo queda un poco en ridículo.

 

– No salgo yo para cobrar… (se refiere al IFE)

 

-¿Por qué?

 

-No sé, ahí se fijó el pendejo (su hijo) y dice que no vivo en la Argentina.

 

Se ríe porque Teresa nunca salió del Chaco, vive en el mismo pueblo de 6000 habitantes cerca de la capital desde que nació, es la menor de 10 hermanos y hace más de 15 años que trabaja como empleada doméstica de mis vecinos, una familia de terratenientes muy adinerados, que no le han hecho un solo aporte hasta el momento.

 

-¿Y quién le hizo el trámite?

 

-La morochita esa de la Muni… (es obvio que no sabe el nombre, así que no insisto).

 

Lavado de manos y alcohol mediante, entramos a la página de ANSES con mucha dificultad porque en las zonas rurales las antenas funcionan de manera intermitente.

 

Chocamos contra el cartel que nos confirma la mala noticia:

 

 Tu solicitud ha sido denegada. Si deseas conocer los motivos ingresa aquí con tu Clave de Seguridad Social.

 

Sigo los pasos indicados para conocer los motivos:

 

-¿Se acuerda su clave?

 

-No, ¿qué clave? No sé, yo no entiendo nada, el que entró fue el pendejo.

 

-Bueno vamos a llamarlo a ver si se acuerda.

 

-No traje el teléfono… (En general en los sectores populares los teléfonos se comparten entre varias personas, no son personales y a ella no le tocaba esta vez).

 

-¿Se acuerdo el número?

 

-Nooooo ¿qué me voy a acordar?

 

-Bueno Teresa, llevo la basura, paso por su casa y le pido a su hijo que me la pase. (En la zona no tenemos recolector de basura, así que dos veces por semana la llevamos donde la Municipalidad nos indicó).

 

Vuelvo después de un rato con la clave, que me dicta su hijo desde la ventana. Ahora sí, coloco la clave y sale otro cartel de ANSES que me indica que debo respetar minúsculas y mayúsculas.

 

Llamamos entonces al marido de Teresa que justo está en el corralón (es albañil) tratando de conseguir algo de material para hacer “un laburito”. Hay que esperar. Teresa está ansiosa y no entiende ¿Por qué no le sale?

 

Suena mi celular, es el marido. Atiendo y escucho:

 

-Todo minúscula y de corrido, Doña.

 

Volvemos a la página de ANSES, ponemos la clave y entramos: “Para acceder al Ingreso Familiar de Emergencia debe tener 2 años de residencia legal. De acuerdo a la información registrada, usted no tiene domicilio en Argentina”.

 

En sus datos, lo único que puedo ver es que no tiene ningún domicilio, no hay calle, número, en la  provincia dice “sin informar”. Le muestro aunque dudo si Teresa sabe leer, para ver si logra entender.

 

Entramos al enlace para tratar de cargarlo y dice: “Página en reparación”.

 

A esta altura Teresa no entiende nada, está pérdida entre las pantallas de mi teléfono celular, las claves, el CUIL… Suspira y escupe indignada con ella misma:

 

-“Yo soy bruta. no entiendo nada. No sé cómo se hace esto”.

 

Le insisto en que es difícil manejar internet, que no es bruta, que simplemente no la usa porque antes no la había necesitado.

 

-Bueno, pero entonces no voy a cobrar.

 

-Mañana yo voy a tratar de cargarle su domicilio y vamos a seguir el trámite.

 

Teresa se va apurada antes de que se haga de noche, los mosquitos se ponen bravos y hay varios casos de dengue por aquí. Lleva su bicicleta en la mano, no quedan fuerzas para pedalear en la arena después de tanto destrato cibernético y al final no poder resolver nada. Y lo que es peor, para no tener ninguna herramienta que le permita comprender por qué las políticas públicas para los que son despojados de todo (incluso de la tecnología) se diseñan e implementan a partir de dispositivos incomprensibles e inaccesibles para ellos.

 

Al rato me llama de nuevo, ahora habla rápido y nerviosa. Me cuenta que uno de sus hijos va a cobrar pero que “no hizo lo otro y no tiene tarjeta”. Se refiere a la segunda odisea: “elegir el método de cobro”.

 

Averiguo con un compañero, porque otra vez me quedé sin señal de internet, la vuelvo a llamar, parece que el lunes 27/4 el hijo va a poder entrar para hacer el trámite.

 

Como dicen en Chaco: ¿Será…?

 

Hoy es 30 de abril y no tuve noticias de Teresa. Quiero avisarle que no pude hacer el reclamo en ANSES porque no tengo señal de internet. La llamé todo el día y me salta el contestador, estoy segura de que se quedó sin plata para cargar crédito en el celular. Mientras escribo esto, caigo en la cuenta de que mañana es 1 de mayo, y hace dos años me echaron del laburo.

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