LA CIENCIA CAMIONERA

Por: Paula Abal Medina / Fotos: Gala Abramovich

Una charla con recolectores y choferes de camión de larga distancia. Cómo se vivió la pandemia en estos trabajos declarados esenciales desde el primer día. Qué piensan del gobierno que cumple su primer aniversario. Todo contado con el orgullo a flor de piel.

No hay sucesos pequeños

En el taller de mi esquina, cuando amanecía,

un obrero puso en marcha un motor.

Nadie habló de ese gesto oscuro.

Pero a partir de entonces

Infinitas cosas se pusieron a funcionar a causa suya.

Joaquín O. Giannuzzi

En Constitución varias manzanas porteñas integran el mundo camionero. Así como está el barrio chino en Belgrano, acá está el barrio sindical: verde por donde mires, la gente en los alrededores con inscripciones en remeras y barbijos, murales con las caras de Hugo y Pablo Moyano, varios edificios afectados a la actividad, un movimiento intenso. Para ingresar al sindicato, por las puertas de la calle San José, hay que hacer cola y atravesar unas cápsulas espaciales que controlan la temperatura y lanzan nubes de alcohol. No vi nada parecido hasta el momento. En el quinto piso, dos personas me saludan y se presentan: “Mario, 35 años”, “Omar, 42”. Un segundo de distracción hasta que me doy cuenta de que no están informándome la edad (¡parecían mayores realmente!). Son dos camioneros de la rama Larga Distancia y lo que están informándome es la antigüedad camionera. Más tarde, en un galpón en Barracas, los recolectores repetirían fórmulas similares: “Yo entré a los 18 y hoy tengo 51, toda una vida acá dentro. Lo llevo en la sangre”.

Combustibles

Caudales

Recolección

Residuos industriales y patológicos

Cereales

Lácteos

Productos refrigerados

Lavaderos industriales

Larga distancia

Mecánicos

Correos

Aguas y gaseosas

Logística

Pesados y grúas

Corralón

Expreso y mudanzas

Diarios y revistas

Son las ramas del convenio colectivo camionero y la forma en que se organiza el sindicato. Puedo ver los nombres del listado en puertas de oficinas y salas del edificio principal. Este año sumaron la recolección de residuos patológicos, una reivindicación que sostenían desde el 2015 y que el macrismo no había concedido.

El sindicato tiene 260.000 afiliados. “Obvio que hay algunos sindicatos más grandes”, dice un recolector. “Pero todo pasa por nosotros, abastecemos el país”, apunta Garnica y remata: “Somos como la UOM de los sesenta”. Omar nos cuenta que el transporte de carga por carretera maneja el 93% del PBI de Argentina. “Por ser el único servicio puerta a puerta”.

Un recolector recibe un salario promedio de 90.000 pesos. Un camionero de larga distancia unos 140.000 y “un poco más si hizo viajes al sur”. “Igual no se trata solamente de ganar bien. ¡Que te traten bien! Porque el hombre que está en un lugar y que tiene una familia muchas veces tiene que replegar su temperamento porque tiene una responsabilidad atrás. Nosotros estamos para que no repliegue su temperamento. Esta es la ciencia de Camioneros”, definición que comparte Omar Pérez con evidente orgullo.

Garnica vivió momentos duros como recolector. Varias veces en la charla señala sus brazos con piel de gallina: “Hace más de treinta años no teníamos recibo de sueldo, nada. Se laburaba, llegabas a la empresa, le daban la plata al chofer y el chofer te pagaba. No había ni recibo de sueldo”. “Hemos sufrido el desprecio, fuimos discriminados en las décadas del ochenta y noventa. A partir de 2005 empezamos a ser un poquito mejor mirados”.

Richard Sennett escribió un libro muy estudiado durante la primera década de este siglo: La corrosión del carácter. Cuenta historias de trabajadores atravesados por el cimbronazo del capitalismo flexible. Tan pronto volví a casa me puse a releerlo pensando que ninguna bibliografía podía resultarme más oportuna ese día.

“Mark Granovetter dice que las modernas redes institucionales están marcadas por ‘la fuerza de los vínculos débiles’, con lo cual en parte quiere decir que los vínculos fugaces de asociación son más útiles que las conexiones a largo plazo, y también que los lazos sociales sólidos (como la lealtad) han dejado de ser convincentes” (p. 23). Luego: “La cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso, y la estabilidad parece casi una muerte en vida… Inmensas fuerzas económicas y sociales dan forma a la insistencia de marcharse” (p. 91). “No hay que quedarse fosilizado en un lugar”.

¿Qué es lo que dice este gran texto sociológico a la luz de los camioneros? Reconociendo cierta excepcionalidad de la realidad camionera, tengo claro que resultaría necio convertir en hoja de ruta esta experiencia; el trabajo es realmente un laberinto infernal para millones. Y en muchas actividades no hay organización que pueda vencer un tiempo despiadado. Sin embargo, qué nimia suena toda aquella fraseología frente a estos ojos empañados: “Tenemos una ética: entra el padre, después entran los hijos, después entran los nietos. Tenemos varias generaciones laburando acá. Lo digo y siento un orgullo a flor de piel”.  Ética, lazos, lealtad, fracaso: todo significa otra cosa en la calle San José.

“Yo estuve treinta y cinco años viajando. Desde muy joven. Mi familia es toda camionera. Mis tíos, mis abuelos. Venimos desde chiquitos arriba de los camiones. Los pitín les llamamos nosotros a los acompañantes, que son los que vienen cebando mate. Yo iba con mi viejo cebándole mate y aprendiendo el oficio. Toda la vida arriba de los camiones. Me conozco todo el país. Es una experiencia linda. El camión te tiene que gustar”. El que habla es Mario Villalba, secretario de la rama Larga Distancia.

El moyanismo

Omar Pérez es chofer de larga distancia y miembro de la comisión directiva de Camioneros. Un dirigente de muchos años, se nota su experiencia. Una de las paredes de su oficina exhibe muchas fotografías enmarcadas, pero la que llama de inmediato la atención es la del centro, en blanco y negro: un niño parado en el paragolpes delantero de un enorme camión, al lado de su padre. Habla del viejo y revive la historia de estar despidiéndose. Por el espejo retrovisor también él tiene grabado el saludo de sus hijos. Todas las anécdotas que cuenta resultan cinematográficas.

Comparte conmigo el momento sindical más importante de su vida: el bloqueo de una planta de Sevel. Allí conoció a Hugo Moyano: “Lo conocí cuando trabajaba, en aquel entonces, en un transporte de autos. En las bateas que llevan coches 0 km arriba. Fue durante una pelea con Macri. Porque en el año 81 Martínez de Hoz libera la importación de autos. Y destruye la industria nacional. En aquellos años se fusiona Peugeot con Fiat y nace Sevel. Estaba instalada en Palomar. El dueño de Sevel era Franco Macri. Y cuando le quisieron cobrar todos los impuestos y todas las tasas que debía, amenazó con dejar cesante a todo el personal. Tenía 5000 empleados. Entonces negoció y logró que le condonaran la deuda porque si no los dejaba en la calle. Hugo era secretario adjunto del sindicato, hacía dos años que había venido de Mar del Plata, tenía 40 o 42 años. Venía con toda la potencia de querer cambiar la historia. Y de hecho lo logró. En ese momento fue que nos conocimos. A la empresa en la que yo laburaba la dejan afuera de una licitación. Y comenzamos una pelea que consistió en bloquear el centro de distribución Sevel durante noventa días. No podían salir ni los gerentes. En aquellos años era algo revolucionario para este gremio que era un gremio gris. Hugo vino con una política muy agresiva a nivel gremial y a aplicar el convenio colectivo. Ahí arranca nuestra amistad que perdura durante todos estos años”.

La forma en que los camioneros hablan de Hugo Moyano impacta. “Hay secretarios generales y hay líderes. Hugo es un líder”, dice Mario. Y Omar: “¿Vos te diste cuenta qué pasa cuando cualquiera habla del sindicalismo? Te dice: está la CGT, la CTA y el moyanismo. Porque Hugo es una central en sí mismo”. Todos parecen tener con él una anécdota personal, realmente propia. En el galpón de Barracas conversamos largo rato con recolectores. Fue justo una semana antes de que se fuera Diego Maradona: “¿Cómo te puedo explicar quién es Hugo para mí? Es el Maradona del 86”. Su líder con respecto al ídolo general, una equivalencia sentimental de una profundidad por supuesto incomprensible para la prédica de la acumulación flexible.

Pretendo hablar de Alberto y su primer año de gobierno pero la pertenencia gremial se lleva puesta varias veces mi iniciativa. Lo central y lo accesorio. Mariano Schuster responde un comentario mío sobre esto con un audio de Whatsapp y apunta la buena síntesis: “¡Claro! Pasan los gobiernos y quedan los sindicatos. En la Argentina los derechos están más atados al sindicato que al Estado”. Por supuesto que no hablamos de cualquier sindicato ni de todas las formas estatales de nuestra historia. Este parece el caso en que una verdad tendencial aplica como verdad absoluta.

“Se necesitan dirigentes que puedan salir a la calle. Dirigentes que puedan caminar al lado de los trabajadores. ¿Sabés dónde está la falla del dirigente? Cuando vos te alejás del laburante, el miedo a volver te paraliza. Porque no sabés cómo te van a recibir. Entonces cada vez te alejás más.  Perdés la sensibilidad, te perdés lo que le pasa al trabajador que se levanta a las 5 de la mañana para ir a laburar y que no sabe si lo van a chorear. No es lo mismo marchar con los movimientos sociales que hacer un diagnóstico con el estómago lleno de un tipo que está pasando hambre. Hugo dice que en algún momento va a tener que llegar alguien para ocupar ese lugar, alguien a quien no le hayan contado qué es pasar frío”.

Menos mal

Omar estuvo internado porque se contagió el COVID-19: “Estuve bastante mal, en terapia, con plasma, con transfusiones y antibióticos, diecisiete días. Ojalá la gente tomara conciencia de lo que es pasar por ahí. Te cambia el rumbo de las cosas y el orden de prioridades. Ahí sos vos solito. Te van a asistir, pero la cura no la tenés. La única certeza es la incertidumbre”. Mario también estuvo internado aunque no llegó a estar tan grave.

Estiman que se contagiaron el mismo día, cuando salieron en una camioneta a asistir a algunos de los cientos de trabajadores varados en las rutas. “Esta es una actividad declarada esencial, como lo fueron los médicos, los enfermeros, la policía. Con los riesgos que esto implica cuando todos aconsejaban quedarse en casa, nosotros salimos a dar un servicio porque quizás hubiera sido más dramática la pandemia de desabastecimiento que la pandemia en sí misma. Hubiera provocado un caos generalizado en toda la Argentina. Nuestros trabajadores asumieron ese rol protagónico porque el transportista es un hombre solidario por naturaleza. Nos tocó atravesar toda la pandemia desde el 19 de marzo, cuando Alberto consideró que era el momento de frenar”. Al comienzo la cosa fue muy complicada porque cerró todo. Los camioneros no tenían dónde asearse ni cómo alimentarse; a veces debieron esperar más de un día para ingresar a provincias. Hasta que el sindicato firmó un convenio con varios ministerios para garantizar estaciones de YPF abiertas.

En la rama de recolección son cerca de veinte mil trabajadores a nivel nacional. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay diez mil. Murieron doce recolectores por COVID. “Salimos a las 4 de la mañana a levantar lo producido por la gente con la recolección de los tachos. Vamos a los hospitales. Tenemos el Muñiz, el Borda, el Moyano, el Carrillo, el Rawson, el Penna, el Malbrán, el Roffo, el Piñero. Es la zona 4 de URBASUR”. “Estamos más expuestos porque en los hospitales sacan los residuos patológicos junto a la basura húmeda y seca. Corremos riesgo de contagio, no solamente de COVID, de HIV, sarna, piojos”, nos explica José Raúl Garnica, secretario de la rama de Recolección. “Es un orgullo mantener la ciudad limpia para paliar en tiempos de pandemia y que la gente no sufra riesgo de contagio”, agrega Enrique Marcelo Cardozo. Adentro del galpón los llaman Teta y Oreja, respectivamente.

Cuando preguntamos por su opinión sobre las políticas implementadas por el gobierno de Alberto, la respuesta invariable con terror retroactivo es: menos mal que no gobierna Macri.

“Yo pienso que las decisiones que tomó Alberto respecto a la pandemia fueron buenas. Con el gobierno anterior esto hubiese sido una masacre. De 45 millones de argentinos, hubieran quedado 20. No teníamos Ministerio de Salud, no teníamos Ministerio de Trabajo. No teníamos nada”.

“Imaginate nuestra suerte con Triaca, que hizo lo mismo que el padre: vender los derechos de los trabajadores. Recordemos que el propio ministro de Trabajo tenía una empleada en negro”.

¿Le podemos decir compañero Alberto?

“¡Sí! Pobre Alberto, asumir la presidencia de un país y que a los tres meses te caiga una pandemia sin antecedentes en el mundo. No tenés muchos márgenes. Elegís la vida porque la economía se recupera; una vida no se recupera más. Si esta pandemia hubiera pasado durante el gobierno de Macri, que responde a los mismos intereses que Bolsonaro, Piñera, donde prevalecen los intereses económicos y los grandes capitales que apuntan a no modificar su ecuación en cuanto a la utilidad y la ganancia, habríamos atravesado una situación muy grave. La Argentina no estaba preparada para la demanda al sistema de salud. Pensá que al Ministerio lo transformaron en secretaría.”

¿Están de acuerdo con el aporte único solidario de las grandes fortunas?

“Yo pienso que sí. Si nosotros como trabajadores pagamos impuestos. Somos trabajadores y nos sacan ganancias todos los meses. Más o menos 160 000 pesos al año pagamos de ganancias. Y esta gente que es multimillonaria tendría que hacer algo también. Ahora, por suerte, se aprobó en Diputados (con la oposición de Cambiemos y la abstención de los zurdos) y pasa a Senadores.”

“Sí, Camioneros apoyó el proyecto. Lo manifestó Pablo. Debería ser una decisión espontánea y solidaria de los que más tienen. Pero nadie larga un centavo. Todos tenemos que poner el pecho. Nosotros seguimos pagando el impuesto a las ganancias con el salario. Entendemos que hay muchas provincias que tendrían problemas si así no fuera. Porque lo que se recauda de ganancias se coparticipa a todas las provincias. El 50% va a las provincias, el 30% va a la AFIP y el 20% va a la ANSES. Entendemos que hay que modificarlo. Porque las empresas pagan ganancias sobre las utilidades y nosotros pagamos sobre todo. Si yo hago una proyección de lo que me ingresa y lo que me egresa, te diría que este mes no me sobró nada. Eso es lo que hacen las empresas”.

Se ha dicho bastante que la pandemia reveló realidades cotidianas, permitió descubrir los gestos oscuros que, como dice Giannuzzi, ponen en movimiento las cosas necesarias de este mundo. La parte que narra el conjunto social prefiere ignorarlos. ¿Es posible que se vuelva a convertir en olvido esta verdad? ¿Por qué el trabajo no termina de ingresar al relato común que habla de lo que somos y de lo que importa? Lo dicen en voz alta las trabajadoras y los trabajadores de todas partes:

“En definitiva ¿quién genera la riqueza de un país? Los laburantes. El laburante que nace, vive y muere acá”.

“¡Que la gente empiece a entender que somos una pieza fundamental y que nos valore por lo que somos: trabajadores esenciales, no sólo en tiempo de pandemia, en todo tipo de tiempo!”.

Posdata para Alberto y Cristina

“Les deseamos lo mejor a nuestro presidente y a nuestra vicepresidenta y a todos los que hoy integran el equipo del compañero Alberto Fernández. El acompañamiento de los trabajadores siempre lo va a tener, siempre y cuando represente a los trabajadores. Como corresponde. Si se equivoca en alguna decisión con respecto a los trabajadores, seremos los primeros en ponernos de la vereda de enfrente y discutiremos lo que haya que discutir”. Lo dice Garnica, en su nombre y en el de sus compañeros.

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