DE LINIERS A PLAZA DE MAYO, ARGENTINA SE RECONSTRUYE DESDE ABAJO

Por: Mariano Abrevaya Dios

Una crónica del día de San Cayetano para los movimientos sociales que se manifestaron tras un 2020 impedido por la pandemia.

Fotos: Martín «Rata» Vega

A las 14.30 horas, la cabecera de la multitudinaria columna de trabajadores y trabajadoras de la economía popular atraviesa la calle Perú y queda de frente a la Plaza de Mayo, cuyos laterales ya están colmados por organizaciones sociales. Esa cabecera la conforman los treinta militantes del Movimiento Misioneros de Francisco: entonan una canción y llevan en andas a la Virgen de Luján y al Negro Manuel.

Uno de ellos es Esteban “Gringo” Castro, secretario general de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular, luego de que el Ministerio de Trabajo les otorgase, hace menos de una semana, la tan esperada personería gremial.

Cuatro horas antes, sobre la avenida Rivadavia a la altura de Villa Luro y durante la caminata, el mismo Gringo le comentaba a Nación Trabajadora (NT): “Como todos los 7 de agosto, desde el 2016, lo primero que hacemos es recordar la gesta de la CGT, encabezada por Ubaldini, que marchó desde Plaza de Mayo hasta la iglesia de San Cayetano, y fueron brutalmente reprimidos por la dictadura. Y por otro lado, traemos las reivindicaciones de nuestro sector, que son los y las trabajadoras que tiene trabajo pero no derechos, un trabajo que supimos crear nosotros de manera colectiva”.

Dijo también el Gringo: “Acá hay dos proyectos políticos en pugna. El neoliberalismo arrollador, y el otro, industrialista, que pone el foco en la producción y el trabajo, pero que en las condiciones que hoy funciona el capitalismo, a nosotros no nos incluye. Entonces nuestra propuesta es muy clara: todo lo que el capitalismo descarta y deshumaniza, nosotros creamos espacios de salvación comunitaria de humanidad y organización”.

El Gringo caminaba a paso firme junto a sus compañeros y compañeras, y en andas llevaba al Negro Manuel, un descendiente de afroamericanos que veló por la salud de la Virgen de Luján. Caminaba y reflexionaba bajo el sol: “Perón decía que no hay organización material si no hay organización espiritual. Su doctrina estaba basada en el cristianismo, en la comunión de los bienes. Hoy decimos: aquel que está un poco mejor, que se acerque, y le tire una mano a aquellos que están peor, para que podamos laburar juntos, porque nadie se salva solo”.

Gringo Castro: “Nuestra propuesta es muy clara: todo lo que el capitalismo descarta y deshumaniza, nosotros creamos espacios de salvación comunitaria de humanidad y organización”.

Viajar para agradecer

La jornada había arrancado bien temprano, antes de las 8, frente a la iglesia de San Cayetano, en Cuzco al 150, Liniers. El ingreso al templo estaba vallado y celosamente custodiado por personal de Espacio Público y agentes de tránsito del gobierno de la Ciudad. Una cola de fieles, con distanciamiento, se extendía a lo largo de casi dos cuadras. Los móviles de televisión transmitían en directo.

Carlos llegó desde Villa Tesei, partido de Morón. Con la espiga y la estampita del santo en la mano, cuenta que se acercó como todos los años para pedirle que “nunca me falte el trabajo, el pan y la salud”, y agradecerle “que ningún integrante de mi familia se contagió de Covid”.

Florencia viajó desde Moreno,  tiene 24 años y el pelo teñido de colorado. También sostiene una espiga entre sus dedos. Relata que hace tres meses se quedó sin trabajo. “Mi abuelo era devoto del santo y yo nunca creí que le iba a venir a pedir algo, pero acá me tenés, con toda la fe”, comparte con una sonrisa.

Desde la iglesia llegan las palabras del vicario Daniel, que anima el ingreso de los fieles, los llama a orar, a tener esperanza, a seguir cuidándose, mientras de un equipo de audio llegan las melodías del tema “San Cayetano”, de Peteco Carabajal. Un ayudante bendice a los fieles con agua bendita, desde atrás del vallado, mientras reza un Padre Nuestro. El Patrono del Trabajo, por su parte, fue colocado en la entrada de la iglesia, para que los devotos lo saluden, le agradezcan, les realicen sus pedidos, sin tener que ingresar a la Casa de Dios.

En la cola la mayoría son mujeres de mediana edad para arriba. Algunas van del brazo de sus maridos o compañeros. Un socorrista le pide a la gente que se acomode bien el barbijo, que cubra nariz, boca y mentón. Elizabeth viste un buzo de River, viajó desde Merlo, y le cuenta a NT que es misionera y vive en la Ciudad hace diez años, y que “vengo a agradecer porque nunca me faltó el trabajo” y que “hay quejarse menos, porque laburo hay, y lo que falta es voluntad”.

Otro de los fieles se llama Elvio y también llegó desde Moreno. Trae dos bolsas de supermercado en cada mano, llenas de comida: fideos, arroz, latas de tomate, aceite, galletas dulces y saladas. Se las va a donar a la iglesia. “La primera vez que vine fue en el 2001, por la falta de trabajo, y luego no falté más”, cuenta.

El día clareó hace un rato, desde el Río de la Plata, y en la cuadra hay mucho movimiento. En la panadería varios compran facturas y café con leche para llevar. Las dos santerías de la cuadra atienden a varios fieles. Los vendedores ambulantes ofrecen chipas y bizcochos de grasa a los gritos. En la esquina, en una pequeña feria, se venden más artículos de santería, y muchas espigas y estampas del Patrono de la Paz y el Trabajo.

Carlos llegó desde Villa Tesei, partido de Morón. Se acercó como todos los años para pedirle que “nunca me falte el trabajo, el pan y la salud”, y agradecerle “que ningún integrante de mi familia se contagió de Covid”.

Lo que queremos es trabajar

Del otro lado de la vía del Sarmiento, se extiende, por Rivadavia, la columna de las organizaciones sociales que en un rato comenzarán a avanzar hacia el centro de la Ciudad.

Algunas de las organizaciones que copan Rivadavia, de vereda a vereda Nuestra América, Frente Patria Grande, el Movimiento Territorial de Liberación (MTL), Somos Barrios de Pie, la Organización 25 de Mayo, la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la CTA Autónoma, el Frente de Cárceles del Movimiento Evita, el Frente Popular Darío Santillán, La Dignidad Confluencia, todos espacios aglutinados en la CTEP, y referenciados con su propio color en las banderas de caña, las flameadoras, las pecheras.

También hay presencia de militancia de espacios más chicos, comunitarios. María Quiroz, por ejemplo, que integra el plantel de mujeres que sostienen el comedor Los pichoncitos, en Villa Jardín,  Lanús. “Nosotros le damos de comer a trescientas personas los lunes, martes y viernes. Los otros tres días damos una merienda para que los chicos se la lleven a sus casas. Arrancamos con Macri, hace cuatro años, y ahora con la pandemia seguimos igual”, cuenta, orgullosa de su pechera, la lona con la inscripción de la sociedad de fomento que sostienen sus compañeras, las mismas que ahora sonríen con picardía por verla entrevistada. 

A unos pocos metros de allí, sobre la avenida, en medio del barullo de bombos, redoblantes, fuegos de artificio, otro militante, del Frente de Liberados de José C. Paz, dialoga con NT. “Nosotros trabajamos en la reinserción para que el liberado se encuentre con un camino con más oportunidades y derechos, y que no sea discriminado para tener un trabajo digno. Hoy estamos dentro del Movimiento Evita y se lo vinimos a pedir a San Cayetano y también acá: lo que queremos es trabajar. Con más trabajo hay menos reincidencia. En los penales de la provincia de Buenos Aires ni un preso que está trabajando cobra un peso, los establecimientos están manejados por el servicio penitenciarios y no les ofrecen oportunidades para generar una cultura del trabajo, estudio y capacitación”.

Nicolás Matías Lemos habla con misma urgencia con la que viven las personas privadas de su libertad en los contextos de encierro. Se le amontonan las palabras en la boca. Viste de negro. Es joven. Cuentan que son unos 150 pibes y que uno de ellos es youtuber, el primero de tipo carcelario. Su cuenta se llama “Pablo a la mazmorra”.

Desde una calle lateral aparecen unos veinte jóvenes, y como si se tratase de una tribuna, en pocos segundos cuelgan de una marquesina un trapo enorme, blanco, con letras blancas. Son de la Cooperativa de Trabajo Los Topos y las Topas y también trabajan con el contexto de encierro. Son del partido de Tres de Febrero y Héctor, El Hueso, se hace cargo del testimonio para NT. “Trabajamos en la construcción, el reciclado, fabricamos pallets, y tenemos una rama social con la que ayudamos a sacar a los chicos de la calle y le damos una mano a los clubes de todo Tres de Febrero; aparte, repartimos yogures en los barrios populares”, relata, y agrega, serio, mirando firme y orgulloso los ojos de su entrevistador. “Tenemos siete años de vida y somos proveedores de Aysa, el municipio y para empresas como Sancor, Molinos y Zanella, entre otros. Búsquennos en las redes. Somos la única cooperativa del país que está certificada por una empresa mexicana. Somos trescientos y laburamos en varios penales de la provincia”.

Mientras sus compañeros rodean al Hueso, él cuenta que se sumaron a la marcha “por el derecho a trabajar” ya que “todos tenemos ese derecho”, y apunta que “la delincuencia, las adicciones, la violencia de género, se resuelve con la educación, y eso también es un derecho”. Aparte, reparte críticas para la dirigencia política y sindical, aunque advierte que “si todos nos ponemos de acuerdo, creo que podemos sacar el país adelante. Hay que terminar con la grieta. Somos todos argentinos”.

“Con más trabajo hay menos reincidencia. En los penales de la provincia de Buenos Aires ni un preso que está trabajando cobra un peso, los establecimientos están manejados por el servicio penitenciarios y no les ofrecen oportunidades para generar una cultura del trabajo, estudio y capacitación”.

La calle es de quien la camina

A las 8.50, la columna se pone en movimiento, y miles de personas comienzan a caminar en dirección al centro político y económico del país. Delante de las columnas de los movimientos sociales hay cuatro ambulancias. Dos llevan inscripciones de la CTEP y el otro par, del Movimiento Popular La Dignidad. También hay una camioneta de los Rescatistas Comunitarios. Media docena de integrantes de la Policía de la Ciudad, motorizados, se van adelantando para ir cortando las calles que cruzan Rivadavia.

Son las 10 de la mañana y el sol ya empieza a entibiar el aire húmedo que moja el pavimento de la avenida más larga del país, las veredas, los coches estacionados, el césped de las plazoletas. Un grupo de compañeros y compañeras de las distintas organizaciones se hacen cargo de la tediosa y por momentos compleja tarea de acordonar las calles que cruzan la avenida, y contener el malestar de algunos automovilistas.

Emilio forma parte de la Rama de Trabajadores de la Vía Pública, un espacio que forma parte de la organización Paritaria Social y Popular. Sin dejar de caminar, con sol de frente, y la voz rasposa, cuenta: “Somos un grupo de trabajadores que nos organizamos a partir de los constantes avasallamientos de parte del gobierno de Larreta, a partir de 2018. Entendimos que nos declaró la guerra. Somos feriantes, artesanos, vendedores ambulantes, cuidacoches y otras actividades que se realizan en la calle, y hoy, como como los últimos 7 de agosto, marchamos por San Cayetano y las demandas de nuestro sector”.

Los vecinos y vecinas de la avenida se asoman por los balcones, corren las cortinas de las ventanas de sus livings y habitaciones. El ruido que sube desde la avenida es inusual. Una movilización de miles de personas por la zona, también. Los comerciantes miran con curiosidad el paso de los tractores que traquetean al frente de la movilización. Son parte del Frente Agrario del Movimiento Evita y de la Federación Nacional Campesina. También de La Rural Dignidad.

Andrea, una compañera del Evita que marcha junto a sus compañeras, contextualiza: “somos agricultores familiares y campesinos y campesinas, estamos en todo el país y tenemos producción agropecuaria, hortícola, animales, y puntualmente estamos exigiendo la reglamentación de la ley 27.118, de la reparación histórica de la agricultura familiar, que se aprobó en 2015 pero no tiene presupuesto, y que serviría para fortalecer al sector no solo en términos productivos sino también en el acceso a la educación, a la salud, a la conectividad, y en definitiva, a todo lo que se refiere a tener una vida digna en el campo”.

Un camioncito de la organización social Movimiento de los Trabajadores Desocupados (MTE) pasea por Rivadavia una de sus herramientas de trabajo más importantes: una máquina de coser. Al lado, su producción: guardapolvos, ambos, la gruesa ropa de trabajo de los recuperadores urbanos, sus borceguíes de cuero.

Más adelante marcha una nutrida columna del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Son muchos y avanzan a todo ritmo, contagiados el clima de lucha que se respira sobre la avenida, las miles de personas que vienen atrás, saberse parte de una jornada histórica. Tienen dos camionetas desde las que proveen de bebida a los suyos, algunos puede sentarse un rato, llevan ahí adentro las cañas de las flameadoras, quizá un botiquín. Cuentan con una rama femenina, denominada Mujeres sin patrón, y una consigna impresa en las banderas a la que le hacen honor desde finales de los noventa, cuando el ciclo neoliberal iniciado por el menemismo y continuado por la Alianza, comenzaba a hacerse trizas: Ocupar, resistir y producir.

“Somos un grupo de trabajadores que nos organizamos a partir de los constantes avasallamientos de parte del gobierno de Larreta, a partir de 2018. Entendimos que nos declaró la guerra. Somos feriantes, artesanos, vendedores ambulantes, cuidacoches.”

Unidad cayetana

A las 11.20 la columna llega a su primera posta: Plaza Flores. Las organizaciones tienen montadas postas sanitarias en la plaza. Desde unos parlantes suenan fuerte Los Redondos: a brillar mi amor. Por momentos también se escucha la histeria de un coro de bocinas de una de las calles cortadas. Enfrente, en las escalinatas de la tradicional iglesia que se erige sobre Rivadavia, Martín, el padre, aprovecha para saludar a los Misioneros de Francisco y todos aquellos que levantan la mano, y aparte bendice a algunos muchachos que se le acercan para pedirle ese favor. Sin embargo, cuando un pibe le pregunta, con toda su humidad y respeto, casi mirando a las baldosas del ingreso a la iglesia, si ahí adentro tienen un baño para poder usar, le dice que no. “Imaginate si tenemos que abrir los baños para esta multitud”, se disculpa ante un comentario incómodo de NT.

En este punto de la marcha se suman una gruesa columna de Somos Barrios de Pie.

Lucas Pedró lleva en la mano un equipo de radio para conectarse con otros compañeros de la organización. Tiene 30 años y es el referente de Los Misioneros. “Nacimos en 2013, después del llamado que hizo el Papa a los movimientos populares a construir techo, tierra y trabajo, y a partir de ahí fuimos construyendo capillas en algunos barrios, para que florezca la vida comunitaria, donde se rompa el individualismo y el modelo de exclusión, y así podamos en comunidad hacerle frente a los problemas que tenemos en cada barrio, como el consumo, la violencia, falta de trabajo”, explica acerca de la militancia del espacio.

“El movimiento tiene unas cincuenta comunidades en todo el país, la mitad, en el conurbano bonaerense. Seguimos los pasos de Cristo, y nos agrupamos a través de la fe y la acción social a favor de los excluidos, los discriminados, los enfermos. Esperemos dar vuelta pronto esta página de una tragedia mundial y empezar a revolver los problemas de los barrios populares que son muchos y urgentes. Somos gente de fe y esperanza, nos organizamos”, dice para despedirse, mientras aprieta el paso hacia adelante.

Camino a Congreso, entre los corredores de edificios de la zona, que potencian aún más el ruido de una movilización masiva y colorida, NT le pide una reflexión al referente del Movimiento Evita, Leonardo Grosso. “Primero quiero resaltar que es una alegría enorme volver a la calle, me parece que cinco años después de la unidad de los cayetanos y las cayetanas, volver a la calle es un hecho simbólico de alegría y de la construcción de la unidad de los movimientos populares que logró imponer en la agenda pública las demandas del sector más débil de la sociedad”.

Luego de celebrar la obtención de la personería gremial, planteó que “nosotros venimos también a reclamar por lo que falta, porque estamos convencidos de que nuestro sector tiene mucho más para aportar que los sectores concentrados del capital y por eso le exigimos también al Estado una serie de reconocimientos, recursos y políticas públicas para nuestro espacio, que es el que viene garantizando el trabajo, el alimento, el sustento y la organización de los sectores más excluidos de la sociedad”.

Leonardo Grosso: “Cinco años después de la unidad de los cayetanos y las cayetanas, volver a la calle es un hecho simbólico de alegría y de la construcción de la unidad de los movimientos populares que logró imponer en la agenda pública las demandas del sector más débil de la sociedad”.

Ahora sí nos ven

En Once, a las 12.00, hay nuevas postas sanitarias para tomar agua, comer una fruta, tomarse la presión, cambiarse el barbijo, echarse alcohol en las manos, la ropa. Se suman columnas de manifestantes a la movilización, frente a los ojos de cientos de trabajadores y trabajadoras que por esa hora colman la zona, en su mayoría, para comprar ropa.

La siguiente posta está en el Congreso. Se suman los y las militantes del Frente de Organizaciones Salvador Herrera, el Frente Social 17 de Octubre, Peronismo Militante y el Frente de Desocupados Eva Perón.

A lo largo de todo el recorrido, una postal común es la fila de mujeres frente a un bar, o confitería, para entrar a un baño. Recién en la plaza se dispondrían baños químicos para ellas. Los hombres, se sabe, lo resuelven atrás de un contenedor, un cantero, una persiana.

En la Avenida de Mayo aparecen los primeros puestos de choripán y  bondiolas. Largas filas de militantes esperan para hacerse de su sándwich. Ya es mediodía y muchos guardaron o se colgaron de los hombros la ropa de manga larga. Ahora se anda en pantalones cortos y remera, muchas de fútbol. Muchas con la cara del Diego. Mucha cerveza en lata, fría. En una serie de puestos, las cooperativas del MNER disponen de sus productos realizados en las fábricas recuperadas: aceite, plástico, diseño textil, madera, laboratorio, calzado, pizza, miel.

Pasacalles de La Dignidad Confluencia decoran toda la avenida, en ambas manos, con las consignas ‘De las huertas urbanas al trabajo rural’ y ‘Economía popular para la liberación’. Las pibas llevan a sus chicos dormidos sobre sus brazos, o despatarrados sobre los cochecitos. Algunos autos extraviados no saben cómo salir de la encerrona. De las bocas del subte emergen algunos manifestantes que enfilan para la plaza. Sobre la 9 de Julio, cuatro cuadras más adelante, se adivinan las enormes columnas de las organizaciones.

Toda la zona está tomada por los movimientos sociales más importantes: Movimiento Evita, La Dignidad Confluencia, Somos Barrios de Pie, Paritaria Social y Popular, y otras agrupaciones como Octubres, MTD Aníbal Verón, la Corriente Pueblo Unido, el Frente de Organizaciones Populares (FLOP). El rostro de Evita, en el mural de acero de Desarrollo Social, reverbera con las columnas de humo que suben desde las parrillas. Falta poco para finalmente ingresar a la plaza. Decenas de miles personas ganan el centro de la Ciudad.

Ya es mediodía y muchos guardaron o se colgaron de los hombros la ropa de manga larga. Ahora se anda en pantalones cortos y remera, muchas de fútbol. Muchas con la cara del Diego.

Desde allá lejos y hasta donde haga falta

A una cuadra de la Plaza hay columna de sonido para replicar las voces del acto. Ahora suenan Los Redondos, Divididos, Los Piojos. En un rato será el de Rodrigo, el cuartetero, y la cumbia. Suena un tema del Pepo cuando los misioneros finalmente ingresan a la plaza. Ellos vienen caminado desde Luján, y no desde Liniers. No se les nota.

Unos minutos después comenzarán a ingresar las columnas de las organizaciones, directo al centro de la plaza, por pedido de los animadores del acto, que una y otra vez le pidieron a los que llegaron temprano que tengan ese gesto con aquellos que habían arrancado su caminata seis a las ocho de la mañana.

A las 14.45 comenzaría a sonar el himno nacional, siempre emotivo, conmovedor, e inmediatamente después, se leería el documento que elaboraron las organizaciones que conforman la UTEP. Y ahí sí, llegaría el turno de los discursos. Atrás quedaban los 11 kilómetros de marcha ininterrumpida, en el marco del Día de San Cayetano, el patrono del trabajo, y el repaso de una serie de conquistas para el sector, a pura lucha y organización, a partir de una unidad forjada en 2016, y también las nuevas demandas que platean para la salida de la pandemia, como el Salario Básico Universal, el fortalecimiento de la economía popular y poner a caminar a la Argentina desde abajo, con Tierra, Techo y Trabajo para todos/as.

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