EL SINGULAR DESARROLLO DEMOCRÁTICO DE CHINA

Por: Gustavo Ng

El “Libro Blanco” con el que el gobierno chino decidió salir a replicar la evaluación que realiza occidente sobre su sistema político es a la vez un manual con destinatarios al interior de sus fronteras. Comunica la versión oficial sobre temas considerados trascendentes para el país, informa a toda la sociedad y guía la acción de funcionarios, políticos y ejecutivos de empresas del Estado. Advierte que China no acepta ser evaluada según el modelo de democracia de otros países y cuestiona el desempeño de la democracia de Estados Unidos y sus aliados. Pero, antes que nada, sentencia que el objetivo de la República Popular fue desde un principio “asegurar que el pueblo fuera el dueño del país”. Una mirada necesaria sobre cómo piensa y actúa la nación que revoluciona al mundo.

Ilustración: Martín Vega

La dictadura cívico militar condensó lo más infernal de nuestra historia y la lucha por superarla tomó la forma de la reinstauración de la democracia. Así, la democracia se convirtió en la victoria del pueblo que había sido humillado por los sectores dominantes. No vengamos a los asesinados, torturados y desterrados con una represalia violenta, sino que nos aferramos a la democracia. Salimos adelante construyendo una democracia que debía ser invulnerable. Todo podemos discutir los argentinos, pero la democracia es el límite. Fue así que la democracia ganó una condición sagrada.

También Joe Biden dice que la democracia no es cuestionable, pero en su caso vemos que la mayor potencia de Occidente, que instigó aquella dictadura en Argentina, enarbola la democracia para premiar a los países que le obedecen y atacar a los demás, mientras crece la sensación de que al interior de los Estados Unidos, la democracia hace agua.

China, que por décadas ha permanecido contenida ante los cuestionamientos a su manejo interno del poder, desde el gobierno de Donald Trump comenzó a elevar la voz. Aunque no se corre de su posición defensiva, ha pasado de la impavidez a contestar las acusaciones.

Recientemente ha publicado un informe dedicado a la democracia, con el título Democracia de China (中国的民主). El documento tiene la forma de un “libro blanco”, que es un tipo de dossier que comunica la versión oficial sobre diferentes temas considerados trascendentes para el país, informando a toda la sociedad y guiando la acción de funcionarios, políticos, ejecutivos de empresas del Estado y a cualquiera que deba tomar decisiones públicas.

En el libro, China se proclama democrática, ofrece reflexiones sobre la naturaleza de las diferentes democracias, no acepta ser evaluada según el modelo de democracia de otros países y cuestiona el desempeño de la democracia de Estados Unidos y sus aliados.

La democracia china es presentada no como un aparato político independiente de la economía y el resto de la vida social, sino como un orden construido en función del bienestar del Pueblo.

Un “Proceso integral de la democracia del Pueblo”

El informe describe a la democracia china como un “Proceso integral de la democracia del Pueblo”. Especialmente cuidado, el solo nombre está cargado de peculiaridades chinas, que tienden más a los conceptos en desarrollo que a los estáticos —por lo cual habla de un “proceso”— y tiende a la inclusión de los diferentes factores de la realidad —lo que en el título está evidenciado en la palabra “integral”. Finalmente, la afirmación comunista se mantiene en alto, lo que está evidenciado en que la democracia es del “Pueblo”.

El modelo está compuesto por congresos en todos los niveles, desde la base hasta el nacional, diferentes instancias ejecutivas y prácticas democráticas basadas en las elecciones, consultas y “vigilancia democrática”.

No fue instaurado por el gobierno de Mao Zedong en 1949, sino que es un esquema al que se ha llegado hoy, expresado como “la forma que adquirió el esfuerzo del Partido Comunista por conseguir la libertad del pueblo, su prosperidad y su bienestar”.

El título en inglés del libro es Democracy That Works (“Una democracia que funciona” o “Una Democracia Efectiva”). Mientras la diferencia con el título en chino revela que China no rehúye la confrontación, el significado expresa que el espíritu de su democracia es pragmático en el sentido que a los argentinos nos quedó pregnado con aquellas palabras que repetía Alfonsín, “con la democracia se come, con la democracia se cura, con la democracia se educa…”

La democracia china es presentada no como un aparato político independiente de la economía y el resto de la vida social, sino como un orden construido en función del bienestar del Pueblo.

El gobierno argumenta que su democracia está enraizada en las prácticas políticas ancestrales de la civilización china, y desde ahí pretende ser un aporte a la Humanidad. Por otro lado, explica que el gran tamaño de la población china requiere una fuerte centralización, encarnada por el Partido Comunista. Así, la representatividad del Partido Comunista sustenta la democracia china. El documento explica que, en su historia, el Partido Comunista ha ido mejorando los mecanismos para que sus líderes, que son los líderes del país, sean los más capaces —y también los más leales al marxismo.

Zhang Weiwei, un intelectual que se destaca como defensor de China ante Occidente, ha explicado que los líderes chinos que quieren llegar al poder, deben someterse a una doble prueba, de selección y elección. Por un lado, se exige para un presidente de la nación, por ejemplo, que haya sido gobernador de dos provincias o distritos equivalentes —Zhang aclara que esas provincias son grandes como naciones y que pocos presidentes de países occidentales pueden demostrar haber tenido tamaña responsabilidad. Por otro lado, una vez alcanzada la condición de candidato, habrá de competir con otros en las elecciones.

El libro presenta a las instancias asamblearias como superiores a las unipersonales. El órgano superior del Estado chino es el Congreso Nacional del Pueblo y los diferentes “congresos del Pueblo” en los niveles de los pueblos, los partidos (distritos), las ciudades y las provincias conforman el “sistema político básico de China”.

El Congreso Nacional del Pueblo es el que crea todos los Órganos del Estado chino: los administrativos, los de supervisión, los judiciales y los de procuración.

El Congreso Nacional del Pueblo legisla, designa funcionarios (presidente, miembros del Consejo de Estado, de la Comisión Central Militar, de la Comisión Nacional de Supervisión, de la Corte Suprema de Justicia y de la Procuraduría General), aprueba los asuntos trascendentales para la nación (como el presupuesto nacional, los planes económicos y el desarrollo social), y controla el cumplimiento de la Constitución, el desempeño de los funcionarios y de la Justicia.

Su forma y funciones se replican en los congresos locales. En el 2020, sumando los de todos los niveles, fueron designados 2,6 millones de diputados, el 94,5% en el nivel de pueblos y partidos. El Congreso Nacional del Pueblo tiene actualmente unos 3000 diputados.

Además del Congreso Nacional del Pueblo, funciona la Conferencia de Consulta Política del Pueblo, la que, además del Partido Comunista, integra a otros partidos políticos, organizaciones sociales, minorías étnicas, intelectuales sin afiliación política, religiosos, trabajadores privados, miembros de nuevos grupos sociales, chinos que viven en otros países, y otros sectores —en total, suman 34.

Esta Conferencia de Consulta Política del Pueblo funciona a través de sesiones plenarias, reuniones de comités, foros sobre temas específicos, seminarios y otros mecanismos, cuyos resultados son recogidos y procesados por el Partido Comunista. Tiene un plenario anual, que coincide con el del Congreso Nacional del Pueblo.

La instancia es presentada en el libro como la materialización de un “frente amplio patriótico unido”, que el gobierno institucionaliza para “garantizar la solidaridad, la unión y el balance entre la diversidad y lo común”.

China divide a su sociedad en nacionalidades étnicas. En este libro blanco se enfatiza en la autonomía relativa de tales minorías, que cuentan con autogobiernos bajo “el liderazgo del Estado nacional”, lo que implica que tienen como condición la integridad territorial y la unificación nacional. El informe menciona 155 áreas políticas de las etnias, cada una de las cuales tiene un congreso liderado por representantes locales.

La democracia es presentada como una pirámide con una ancha base, en la que se encuentran gobiernos comunitarios rurales y urbanos, designados por elecciones y que tratan y deciden temas comunitarios, así como su organización, funcionamiento y mecanismos de control. En 2020, funcionaron 503.000 comités rurales y 112.000 comités urbanos.

Por otro lado, se destaca como instancias democráticas las organizaciones de trabajadores de empresas e instituciones públicas, detallándose que en este momento existen 2,8 millones de estas organizaciones en 6,55 millones de empresas en entidades públicas. Las organizaciones tienen acceso abierto a la información de la empresa y comunicación con sus responsables.

El Proceso integral de la democracia del Pueblo es definido también por sus prácticas. En primera instancia, están las elecciones para las instituciones gubernamentales, directas para los diputados de pueblos y partidos e indirectas para los demás niveles. El libro precisa que en 2017, las elecciones para pueblos y partidos convocaron a más de 900 millones de votantes en más de 32.000 pueblos y 2.850 partidos, que eligieron 2,5 millones de diputados. Destaca, además, que desde 1978 se llevaron a cabo en China 12 elecciones en todos los niveles, o sea una elección cada tres años y medio.

Un segundo mecanismo del Proceso integral de democracia el Pueblo son las consultas, que se viabilizan por un universo de canales en todos los campos de la sociedad y en todos los niveles, a través de propuestas directas, conferencias, seminarios, asesoramiento, consultas de opinión y otras instancias. Los canales principales para estas consultas son el Partido Comunista, los congresos de todos los niveles, la Conferencia de consulta política del Pueblo y las organizaciones sociales.

El informe sostiene que la toma de decisiones en el Estado es un mecanismo democrático que recoge el modo chino de avance en espiral. Por ejemplo, el Congreso Nacional del Pueblo hace consultas para diseñar un proyecto de ley, vuelve a consultarlo una vez la iniciativa es formulada y con el resultado de estas segundas consultas establece la ley, que finalmente comunica a toda la sociedad.

Existe de modo incipiente el establecimiento de oficinas legislativas para que la gente pueda participar en las fases de investigación, diseño y evaluación de los proyectos de ley. Desde el 2015 se han creado oficinas en 21 provincias.

Se considera la “vigilancia democrática” como una práctica básica del sistema político chino. “En China del abuso de poder no es erradicado por la rotación de partidos políticos o por la separación de poderes, sino por una sana y eficaz vigilancia” dice el texto, sin eufemismos.

La red de supervisión democrática se extiende a todas las áreas del Estado. Los congresos supervisan la constitución y las leyes y la implementación de los planes mediante comisiones supervisoras, cortes del pueblo y procuradurías.

Hay diferentes áreas de supervisión: administrativa, judicial, fiscal, de estadísticas y otras. También hay una “supervisión pública” con la figura del “supervisor público” que comenzó sus ejercicios en 2003 y en este momento llegan a 70.000. Incluso se considera una “supervisión por la opinión pública” exclusivamente a través de Internet.

Desde que China empezó a hacer oír su voz con más firmeza, sus libros blancos no tienen como único público a su población. Este libro en particular tiene está dirigido también a todos aquellos que acusan a China de no ser democrática. A lo largo de todo el texto hay frases como: “el poder del Estado sirve al pueblo, antes que al capital”. De la misma manera expresa que la democracia y los derechos humanos están “completamente respetados y protegidos” en China, indicando que en el código civil del 2020 se estipulan todos los “derechos personales” en base al principio de un “desarrollo centrado en el pueblo” que expresa el deseo de todos los chinos a una mejor vida.

Entre los lectores se consideran los cuestionadores de China que van desde Noam Chomsky, que firmó un documento acusando a China de violar los derechos humanos de la etnia uigur, hasta los más fanáticos opositores al régimen comunista, pasando por las organizaciones que en Argentina se manifestaron en contra del proyecto de producción porcina. Posiblemente, nunca hubiera existido un libro sobre la democracia en China si no hubiera existido la acusación de falta de democracia.

En defensa del régimen político propio, el documento explica que la democracia ha ido expandiéndose en China hasta que “la práctica de la democracia se volvió parte integral de la vida del pueblo, lo que resulta en una amplia y sostenida democracia”.

La democracia es presentada como una pirámide con una ancha base, en la que se encuentran gobiernos comunitarios rurales y urbanos, designados por elecciones y que tratan y deciden temas comunitarios, así como su organización, funcionamiento y mecanismos de control. En 2020, funcionaron 503.000 comités rurales y 112.000 comités urbanos.

Una democracia singular

Al sostener de modo tajante la singularidad de las democracias, el libro explica que China desarrolló su Proceso integral de democracia del Pueblo a partir de sus condiciones nacionales. Indica que tal desarrollo refleja el deseo universal de la democracia que tiene la humanidad, pero a la vez es distintivo de China, relatando que la democracia fue una aspiración de la China socialista desde su comienzo, dado que el objetivo de la República Popular fue “asegurar que el pueblo fuera el dueño del país”. “El camino hacia la democracia ha sido tortuoso”, agrega, “pero el empeño nunca cedió”.

Así, en la actualidad China “practica una economía de mercado socialista en la que la propiedad pública juega el papel principal junto con otras formas de propiedad. La distribución según el trabajo es el pilar, mientras que otras formas de distribución coexisten a su lado. Esto asegura que el sustento de la economía china permanezca firmemente en manos del pueblo, proporcionando bases económicas y materiales sólidas para que el pueblo dirija su propio país.”

El libro sostiene que China, así como no se modernizó por la vía occidental, tampoco duplica los modelos de la democracia occidental, y de esta manera, ha conseguido que su población, que representa un quinto de la población mundial, “disfrute ampliamente de derechos y libertades.”

Se considera la “vigilancia democrática” como una práctica básica del sistema político chino. “En China del abuso de poder no es erradicado por la rotación de partidos políticos o por la separación de poderes, sino por una sana y eficaz vigilancia” dice el texto, sin eufemismos.

 “Sólo el Pueblo puede juzgar la democracia”

Afirmando la singularidad del proceso democrático, con este libro blanco China rechaza enérgicamente que su democracia sea evaluada según otros patrones.

Sostiene que sólo su Pueblo puede “juzgar si el modelo de democracia de China tiene éxito” y agrega que “debe respetarse la dignidad de un país” y que “sus intereses en cuanto a soberanía, seguridad y desarrollo son inviolables”.

Sentencia: “Juzgar a otros países con la vara de medir propia, o forzarlos a duplicar el propio sistema político o modelo democrático a través de la revolución del color o la amenaza de la fuerza, son antidemocráticos en sí mismos.”

Desde este punto, China se pregunta cómo pueden juzgar su democracia países que han construido un mundo cuya democracia parece naufragar. “El mundo actual está lejos de ser justo y equitativo, igualitario y democrático. Un pequeño número de países ignora el derecho internacional, burla la justicia internacional, desprecia la opinión pública internacional, infringe flagrantemente la soberanía de otros países e interfiere en los asuntos internos de otros. Con frecuencia abusan y dictan a los países más pequeños y débiles, convirtiendo la ‘aldea global’ en una jungla primitiva donde los fuertes se aprovechan de los débiles. En un mundo que enfrenta desafíos, todos los países, grandes o pequeños, fuertes o débiles, ricos o pobres, son iguales y deben respetar el principio de democracia en las relaciones internacionales. Los países poderosos deben comportarse como corresponde a su status, hacer del futuro de la humanidad su prioridad y asumir una mayor responsabilidad por la paz y el desarrollo mundiales, en lugar de ejercer su poder en pos de la supremacía o la hegemonía. El futuro del mundo debe estar en manos de todos los pueblos del mundo. Todos los países deben establecer las reglas internacionales, los asuntos mundiales deben regirse por todas las partes y todos deben compartir los frutos del desarrollo.”

El documento termina dando un paso más allá de la crítica, al afirmar que el Proceso integral de democracia del Pueblo construido por China y sostenido frente al embate de los mayores poderes de Occidente “resulta alentador para países del Tercer Mundo y anima su confianza en poder desarrollar su propia democracia”.

Juzgar a otros países con la vara de medir propia, o forzarlos a duplicar el propio sistema político o modelo democrático a través de la revolución del color o la amenaza de la fuerza, son antidemocráticos en sí mismos.”

Diálogo de democracias con Argentina

Intentemos traer el asunto a nuestro país. El libro blanco Democracia de China dedica un segmento a explicar que la Constitución Nacional define su régimen político como una “dictadura democrática”. Se comprende que “dictadura” proviene de la “dictadura del proletariado” del marxismo del que China no sólo no abdica, sino que enarbola en lo más alto de su ideario. Sin embargo, desde Argentina desarmar el oxímoron “dictadura democrática” obliga a una deconstrucción extrema.

La noticia de que la Administración General de Deportes de China prohibió que los jugadores de la selección nacional de fútbol tengan tatuajes, la directiva de que no se mencione el episodio de la Plaza de Tiananmen de 1989, el bloqueo a los sitios web de pornografía y de apuestas online, la limitación de las horas de juegos virtuales para los chicos, la censura a artistas y comunicadores que cuestionan la moral y el buen gusto, se nos pueden hacer indigeribles a quienes estamos formateados por una idea de democracia.

Esa idea, por otra parte, nos puede resultar formal y vacía. No podemos admitir aquello de “dictadura”, pero tampoco aceptamos la falsa democracia panfletaria de los imperios de Occidente que han causado daños diabólicos a la Humanidad.

El hecho de que los argentinos no soportemos las restricciones que impone China no nos habilita a cerrar los ojos ante la posibilidad de un proceso democrático chino y tampoco debería impedirnos intercambiar con los chinos experiencias que podrían enriquecer nuestra sagrada democracia, que supimos conseguir para siempre. Para ello, en sus últimas páginas, el libro ofrece esta clave: “la búsqueda y la experimentación para una mayor democracia no terminará nunca”.

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