ENTRE LEONES Y CORDEROS: ¿QUÉ PIENSAN LOS TRABAJADORES DE MILEI?

Por: Martín Rodríguez

Entre los pronósticos de tercera fuerza nacional y certificados de defunción que firman las encuestadoras, le preguntamos a trabajadores y trabajadoras qué piensan de Javier Milei, el serial killer de la "casta" política al que ahora parece que le entran todas las balas.

Entre el Estado te salva y el “fenómeno libertario” hay un puente bajo el cual pasó mucha agua y poco tiempo. El ascenso meteórico de Milei tuvo los rasgos evidentes de una criatura nacida del laboratorio de la polarización (de esa polarización tan celebrada) y que parece tocar -para quienes ansiosamente contaron su ascenso- un límite.  Ahora dicen que la “venta de órganos” lo hizo caer en las encuestas, que la capacidad de dirimir las internas de su fuerza lo ponen a prueba en la administración de algo más que su imagen, que el magro lanzamiento en una cancha de El Porvenir mostró que no tiene la vaca atada de la popularidad. Y que desatar leones y que no se lo coman a él es el gran desafío del agitador vital que es.

En tal caso, en el supuesto de que comience su caída en desgracia, las simpatías despertadas por Milei quedarán ahí, en un lugar en el que no serán reabsorbidas por sus contrarios, sino que fortalecerán demandas de mayor radicalidad adentro del espacio de Juntos por el Cambio. Por lo pronto, su “fenómeno” traspasó las fronteras de clase de un voto “liberal” en las elecciones porteñas de 2021. Comió votos en zonas del sur de la ciudad más desconcertantes. “Trasciende” la General Paz. Porque es también lo que supo hacer Neustadt, Adelina y ni hablar Menem: ser liberales y populares a la vez. Encarna la versión siglo XXI de aquella tradición en un país de crisis recurrentes (inflación, pobreza, moneda devaluada y escasez de dólares).

La pregunta se la hicimos a trabajadores y trabajadoras. ¿Qué piensan de Milei? ¿Qué piensan de sus ideas? Porque Milei y su carisma están hechos en la exposición de ideas concretas, palpables aunque muchas parezcan irrealizables. Disparan al corazón del sistema (el trabajo) y al mismo tiempo le hablan a quienes trabajan. La palabra “casta” hace diez años se oía en boca de dirigentes del partido Podemos de España y era difícil trasladar su uso a la Argentina polarizada entre kirchneristas de centro izquierda y macristas de centro derecha. Hoy su uso es libertario, contra las izquierdas y contra los enigmáticos fantasmas comunistas que visualizan en cualquier forma del gasto público. Un leviatán recaudador de impuestos. Hasta Larreta es visto como un comunista, adjudicándole una consistencia ideológica.

¿Quién representa la casta? ¿Quiénes integran el sistema político? Milei distribuyó tarjetas selectivamente. Pues bien, entonces, ¿qué piensan los trabajadores de él? Acá, lo que sigue, son algunas voces dispersas y distintas.

Confianza

Manuel tiene 28 años y es bachero de una pizzería de Lomas de Zamora. Empecemos por él y lo que piensa sobre Milei. “Coincido con todo lo que propone salvo con la idea de que todo el mundo ande armado. Creo que hay que profesionalizar a las fuerzas de seguridad”, dice, y suma: “Hay que liberar la economía para que de esa manera se generen puestos de trabajo, y que lleguen al país más inversiones, y sacar impuestos, basta de sacarle plata a la gente en nombre de un Estado bobo”. Cuenta que en el 2015 votó a Macri, ya que en el segundo gobierno de Cristina “lo único que se hizo fue adoctrinar a los chicos en la escuela y multiplicar la entrega de planes para mantener a millones en la pobreza”, y que luego de desilusionarse con el gobierno de Cambiemos, el descontento y hartazgo con los políticos, fue total. “Con Milei ahora tengo confianza, creo en su proyecto presidencial, me parece que tenemos una oportunidad”, afirma. Volvió a apuntarle a los planes citando el refrán del pescado y la caña, y recordó que en el campamento piquetero de hace un mes atrás, frente al Ministerio de Desarrollo Social, se vio con claridad que “las Bregman, las Volnovich y Raverta le roban la plata a la gente que aparte corta las calles y perjudica a los que van a laburar todos los días”. Hacia el final, se mostró de acuerdo con la idea de eliminar el Ministerio de las Mujeres.

Oro de las paredes

Pedro es de Bernal Oeste y trabaja de camarero en el restaurante “Último Bodegón”, en Rivadavia 1785, casi esquina Callao, en diagonal al Congreso Nacional, un punto neurálgico de la Ciudad, escena de concentraciones, movilizaciones, protestas y festejos. Ya está jubilado, trabaja ahí hace cinco años pero a los dueños los conoce hace más de treinta. “Las marchas te matan”, se queja, “ya que son todos gasoleros que solo pasan al baño”, aunque “lo que es Cristina y Alberto, siempre llena, el resto son unos poligrillos que no tienen agua en las tripas”. Sobre Milei dice: “Si le das el país, lo funde en dos meses. Está inflado por los medios y los treinta que lo siguen. En cualquier momento no existe más, como le pasó a De Narváez. Después se van. Acá hay mucha gente con plata, mirá los autos que hay –y marca con el mentón un último modelo que frena en el semáforo, sobre Rivadavia–. ¿De dónde sacan la plata?”, pregunta. “De este país, que es rico, porque acá raspás y sale oro de las paredes, hermano”, responde. “Con Cristina todos hicieron mucha plata”, recuerda, y cierra: “El año que viene gana de vuelta Cristina, olvidate“.

Le falta hervor

“Milei de economía sabe bastante, o sea que como economista no tengo nada que decir, pero para presidente no me cierra, aunque lo voy a votar igual, porque no hay otro”, dice Diego, de 52 años, maestro mayor de obras que hoy se gana el mango como vendedor callejero en la zona del Congreso. Habla sentado en una banqueta, sobre la vereda de una calle porteña. A su lado, sobre un tablón de pino, se amontonan sus productos: cargadores de celular, adaptadores para enchufes, pilas, auriculares, juego de destornilladores. “Todos los políticos mienten, y cuando llegan al poder, se olvidan del trabajador. Los quilombos que tenemos hoy no son de Alberto, sino que hace cincuenta años que tenemos un gobierno peor que el otro, y vamos para peor”, dice con voz ronca. Redondea: “Si no se adhiere a la derecha, Milei puede ser gobierno en el 2023, aunque le falta mucho hervor, porque dice muchas boludeces, y no cualquiera puede sentarse en el sillón de Rivadavia”.

Muy verde

Luis es remisero, tiene sesenta años, vive y trabaja en Villa Martelli, partido de Vicente López. “No tengo una opinión formada todavía. Falta mucho para las presidenciales. En marzo o abril del año que viene hablamos. Hoy es un tipo errante, que va y viene, que le tira centros a todos, en especial a los jóvenes, y compite con el macrismo. Todavía está muy verde y hay que ver si puede rascar algo más que la bronca, en especial por la inflación. No me olvido que muchos pasajeros que votaron a Macri, cuando fue presidente, me bajaban la mirada porque su nivel de vida había empeorado. Los radicales van a ser importantes en las elecciones”.

Miedo

Karina tiene cuarenta años y trabaja para una empresa de limpieza en un edificio público hace cinco años. Con respecto al espacio político que conduce Milei, y sus votantes, opina que surgieron “porque están desencantados con la política, como pasó en su momento con Néstor, que nos convocó a nosotros a comprometernos con el país, a debatir, a hacer”. Agrega: “Milei me da miedo, su pensamiento, su racismo” y está convencida que darle más poder significaría “dar un paso para atrás”. Luego de la experiencia colectiva con Macri, dice que “no me extrañaría que le vaya bien, ya que acá todo puede pasar”.

Otra vez espejitos

“Milei dijo hace algunos días algo que me quedó –dice Juan, encargado de Seguridad e Higiene en una planta automotriz de zona Norte–. Dijo que la escuela pública es una gran adoctrinadora. Él habla de eso y no sabe que ya está adoctrinado. Y él habla de algo diferente, algo nuevo, que son fórmulas viejas. Sus soluciones ya fueron probadas. Él habla de una economía libre, de dolarizar la economía y es lo mismo que trajo Cavallo. Me preocupa que los jóvenes lo ven como una persona con una fórmula nueva. Y no saben que ya es viejo.” En la planta se escucha una queja monótona: la guita se va de las manos, se te esfuma. “Y de golpe este flaco te habla de espejitos de vuelta con las mismas técnicas viejas y da más asco que los anteriores.” Una sensación de agenda corta: inflación e inseguridad. “La gente está harta de esas dos cosas”, dice Juan.

Promesas

Orlando vive en un municipio de Zona Oeste. Pide no dar precisiones para cuidar su laburo. Se dedica a la cría y venta del “pájaro campeón”. ¿Qué son los pájaros campeones? Jilgueros que tienen un canto especial, porque no cualquiera llega a competir. Orlando dice que los políticos en campaña se envuelven de promesas. “Me gustaría que saquen una ley contra los políticos que no cumplen sus promesas”, tira desafiante. Dice que todo político primero tiene que hacer una campaña de obras, “trabajar en un municipio aunque sea”, para después surgir. Sobre Milei dice que es nuevo. Y que como todo lo nuevo “la gente lo va a votar”. Hace años que apoya a Juntos por el Cambio y aunque se desilusionó con los resultados de su gobierno, no se imagina mover el voto de esa lealtad amarilla.

Vendehumo

Eliana atiende su negocio en la casa. Vive en Punta del Agua, el sur de la provincia de San Juan. Su marido es policía y entre los dos crían los cinco chicos. Para Eliana es corta la bocha: “Milei me parece un ‘vendehumo’”. “Mucho grito, mucho grito, y no para de decir tonteras. Él habla de una casta de la cual es parte. Habla como si él fuera diferente de los que hacen política, se diferencia pero no le termina de salir.” Eliana pertenece a la comunidad Sawa de los huarpes en San Juan. Su vida es carrera contra la inflación, crianza de niños y usar el autito que se compraron con su esposo como remís ocasional. “Milei es más de lo mismo porque en todos los políticos el malo o el corrupto es el otro. Me sorprende su popularidad. Pero no debería sorprenderme. Es un payaso, da risa, y el modo en que explica las cosas nos trata de boludos. Yo no terminé mi carrera de ciencias políticas pero esto me provoca verlo”.

***

Hoy, a Milei también le llega su noche: le toca salir de esa zona de techo sin límite y enfrentar los desafíos clásicos de la política (de la casta): organizar una fuerza política, delegar tareas, estructurar la campaña, aceptar colaboraciones más profesionales y abrir el juego.

Los tonos de los testimonios muestran que su nombre, Milei, sigue resumiendo un código de época: una rebeldía que quiere patear el orden y el progresismo. Vivimos entre generaciones para los cuales no tiene sentido entrar a un banco (¿un crédito?, ¿qué es un crédito?), entre trabajadores de capas medias para los cuales no hay moneda en la que ahorrar, donde el mercado ya les flexibilizó las relaciones laborales, y no están sindicalizados. Entre millones que no son meritócratas pero a la noche le pueden decir a su santo que nadie les regaló nada. A la vez, nada como la Argentina y sus derechos que brotan más rápido que la soja. Milei, en la noche en El Porvenir casi vacío, lo dijo así: “Hay que entender la lógica de la casta, en ese sentido lo que marca el modelo de la casta es decir dónde hay una necesidad nace un derecho. El problema es que cuando hay un derecho alguien lo tiene que pagar. Hay un conflicto entre necesidades infinitas y recursos escasos.” Donde hay un derecho nace un gasto.

Simone Weil ha dicho: “Un derecho no es eficaz por sí mismo sino únicamente por la obligación a que corresponde; el cumplimiento efectivo de un derecho proviene no de quien lo posee, sino de los otros hombres que se reconocen obligados hacia él”. Para Weil, la noción de obligación prima sobre la de derecho. Nadie quemaría un campo de trigo porque el trigo da de comer. Se trata de obligaciones eternas. Esta nueva libertad pretende cortar la cadena de la obligación: habrá derechos pero, ¿quién se sentirá obligado frente a ellos? La desobediencia a la que incita Milei es también contra el orden fiscal. Como si la sociedad que pateara al Estado también se rompiera a sí misma. No es perder derechos, en tal caso, sino, perder obediencias. No deberle nada a nadie en el país con la mitad de los argentinos pobres.

Informe: Mariano Abrevaya Dios

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