JUAN CARLOS SCHMID: «NO HAY SEÑALES DEMASIADO CLARAS DE HACIA DÓNDE VAMOS»

“Una medida aislada, frente al drama que tiene la Argentina, es como una golondrina que no hace verano”, dice Juan Carlos Schmid en diálogo con Nación Trabajadora. El proyecto nacional, el panorama electoral y la relación entre movimientos obreros y fuerzas sociales, la CGT, la UTEP y el feminismo. La caracterización de un referente sindical experimentado de cara a las próximas elecciones legislativas.

Disconforme porque el sistema político elude la discusión de los grandes temas nacionales, el secretario general del Sindicato de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid, recibió a Nación Trabajadora en la sede del gremio, ubicada en la calle Piedras al 1600. El reportaje combinó de forma mixta el intercambio presencial del entrevistado con este cronista y una conexión por videollamada de WhatsApp con Paula Abal Medina. Se produjo el mismo día en que la CGT definió calendario para la renovación de sus autoridades y, aunque renunció a su silla en el triunvirato de la central obrera hace casi 3 años, consideró que “no se ha promovido un debate que elabore mínimamente un programa donde se enumeren las cosas que habría que hacer para salir de la encerrona  inflación más restricción externa”.

Schmid se contagió Covid dos veces, una de ellas se enfermó de neumonía; aún aguarda la segunda dosis de la vacuna rusa. Es Secretario General de un sindicato que acaba de cumplir 50 años. Para conmemorar este medio siglo el sindicato puso una escultura de un trabajador de Dragado y Balizamiento… ¿Dónde? En el medio del salón de Buquebus por el que transitan miles y miles que cruzan en barco el Río de la Plata para vacacionar en Colonia y Punta del Este. “Por ahí no pasa Juan Pueblo”, dice. Desde este temperamento político conversa sobre la actualidad argentina.

Schmid fue claro respecto de “las chances del feminismo en la CGT”. “Si hubiera una conducción colegiada, una de las figuras tendría que ser una mujer”, dijo. Y aclaró que cualquier avance en cuestiones de género dentro del movimiento obrero obedece al “proceso de irrupción” de mujeres y disidencias. “No todo se va a abrir de la noche a la mañana, pero vino para quedarse porque es un colectivo con gran capacidad de movilización y visibilidad”, aseguró.

Sobre “las chances del feminismo en la CGT”, Schmid respondió que “si hubiera una conducción colegiada, una de las figuras tendría que ser una mujer (…) No todo se va a abrir de la noche a la mañana, pero vino para quedarse porque es un colectivo con gran capacidad de movilización y visibilidad”.

-Hace poco, leí una entrevista en Revista Crisis al ministro de Economía, Martín Guzmán, donde definía esta etapa como la de un “peronismo de la escasez”. Para los peronistas, esa es una definición compleja, ¿no? Además, con elecciones dentro de un mes. ¿Cómo ve este desafío del peronismo en tiempo electoral, en esta situación tan dramática por la pandemia y sus consecuencias económicas?

-No solamente es un interrogante para el peronismo, también es una pregunta que durante mucho tiempo le formulé a la política en general. Me da la impresión que los temas profundos y cruciales de la Argentina no están siendo abordados. La campaña es un guiso entre el presente y el pasado con olor a viejo. Es decir que el menú es muy pobre. La demanda que la sociedad en general y, naturalmente, el peronismo es que la gestión gubernamental todavía es incierta, no está clara. La única ventaja que tiene el oficialismo es que está muy fresco el desastre de la gestión Macri. Pero no hay señales demasiado claras hacia dónde vamos.

-Y si tuviera que definir alguna política que le parezca fundamental para que, de una vez por todas, un gobierno popular la tome de aquí en adelante, ¿cuál sería? Se habla del salario social o la reducción de la jornada de trabajo. ¿Cómo imagina una salida de una situación entrampada hace décadas?

-La idea de abordar los temas en forma aislada no alienta mejores soluciones. Vamos al caso de lo que nombrabas: la reducción de la jornada laboral. El problema del desempleo, la precarización, el cambio de las formas productivas y la irrupción de las innovaciones tecnológicas no se van a resolver con eso. Porque, además, eso puede ser aplicado en determinado sector del universo laboral, pero en otros directamente es inaplicable. Hay que ponderar bien a dónde va a aterrizar esa reforma. En el sector financiero, los bancos y algunos servicios de repente se pueden aplicar. Donde hay otro tipo de características del trabajo se van a ver beneficiados con la reducción de la jornada de trabajo, pero se va a extender con horas extras. Estamos girando sobre el mismo tema. Una medida aislada, frente al drama que tiene la Argentina, es como una golondrina que no hace verano. Por empezar, habría que explicar muy bien el tema de la restricción externa. Todo el mundo sabe que eso pasa. ¿Cuáles son los instrumentos, cuál es el cauce, cuáles son las medidas que hay que adoptar para sortearla, si viene una etapa de crecimiento y tropezamos con ese obstáculo? Yo desconozco cómo, pero me gustaría que la política esté hablando de eso. Y ligado a la primera pregunta, el drama educativo que tenemos. ¿Viste lo que pasó con Toyota? La mayoría de la gente que se presentó no sabía leer un manual básico de mecánica, en un lugar que era una terminal automotriz. Tenemos el problema de la pobreza, la desigualdad y también la decadencia educativa. Sería bueno reformular el esquema educativo para buscar cuáles son los oficios y especializaciones que necesitamos para cuando llegue la etapa de crecimiento.

-Nombra la restricción externa, un problema cuya agudización se avecina por la demanda de insumos importados ante la incipiente reactivación y eso va a presionar sobre el tipo de cambio. Y por otra parte, alude al ejemplo de Toyota y hay algo que dijo en una reciente entrevista su gerente en Argentina, Daniel Herrero, acerca de la lógica incremental. Esto sería que suban las exportaciones sin que aumenten las retenciones para garantizarles a los japoneses la rentabilidad y al Estado nacional las proyecciones de recaudación fiscal. Entonces tenés una tensión entre el capital y el trabajo frente una regulación del Estado que no puede imponerse porque tal vez falte densidad política. ¿Cómo ve la situación?

-Justamente esa pregunta no la puede responder un sindicato. Por eso, le hago una demanda a la política en el sentido amplio de la cuestión: a los candidatos. En la campaña no estoy viendo que se discuta. Es una discusión entre el pasado y el presente para ver cómo llegamos al futuro… y trazar una diagonal que nos permita salir. Obviamente, no tengo todo el acceso y el nivel de información y formación académica para abordarlo, pero creo que vamos a coincidir que la Argentina ha sido un inmenso laboratorio de distintas recetas económicas y todas, absolutamente todas, han fracasado. Por lo tanto, hay que revisar el archivo, decir las cosas que anduvieron mal y ver cómo se aborda esta cuestión… Sé que no soy claro, pero no menos que los políticos.

-A menudo uno se pregunta cuánta democracia se banca el capitalismo actual y me animo a extender la cuestión y reformular la pregunta: ¿cuánta representación política del pueblo trabajador se banca la democracia actual?

-Tengo la impresión de que estamos viviendo una democracia de baja intensidad hace un tiempo largo en la región. Hay fenómenos que no necesitan ni de la economía clásica ni del sistema democrático tal cual lo conocemos. Veamos a las plataformas digitales, que han cobrado un volumen tal de rentabilidad e independencia del circuito financiero que invariablemente parece que fueran satélites con órbita propia. Todos sabemos que Google, Amazon, Facebook y Apple (las GAFA) han tenido alta rentabilidad con respecto a los años anteriores en medio del derrumbe planetario. Estos fenómenos interpelan al sistema democrático porque no hay un marco regulatorio propio que pueda penetrar esos lugares. Estamos en una etapa donde la democracia, por estos lares, tenía sus dificultades, pero ahora se le han agravado cada vez más con la concentración de la riqueza a nivel global, situación a la que no escapa la Argentina. Acá no le va mal a todo el mundo, lo que pasa es que le va muy bien a muy pocos.

-En 2014, la actual vicepresidenta Cristina Fernández dijo que, si el siglo XX había sido el siglo de los derechos del trabajador, el siglo XXI sería el de los consumidores. ¿Qué piensa sobre esta afirmación?

-He definido hace ya un tiempo largo que aquel sujeto histórico que venía del mundo asalariado, hijo de algún desarrollo industrial ya no es tan corpóreo. Hay una nueva configuración de la clase trabajadora. El trabajo estable por el que a uno le regalaban una medalla a los 50 años por antigüedad ha desaparecido en todo el planeta. Me acuerdo de un estudio que decía: “¿Usted quiere tener estabilidad laboral y jubilarse donde está? Hágase cura o policía”. Eso indudablemente implica también una mirada interior en el movimiento sindical acerca de su rol y su papel histórico. Nosotros tenemos que asumir que somos productores-consumidores. Si tuviéramos conciencia de esto, tendríamos una fortaleza inmensa para enfrentar a los que ejercen ventaja sobre el resto de la sociedad. En definitiva, creo que este siglo va configurando un nuevo paisaje, donde aparecen trabajadores que no son del mundo asalariado, que están marcando un espacio, una nueva forma de organización y una interpelación al poder político muy novedosa. Han hecho una marcha multitudinaria.  Estoy hablando de los trabajadores de la economía popular, que realizaron una manifestación el día de San Cayetano…

El trabajo estable por el que a uno le regalaban una medalla a los 50 años por antigüedad ha desaparecido en todo el planeta. Eso indudablemente implica también una mirada interior en el movimiento sindical acerca de su rol y su papel histórico.

-Y usted estuvo…

-Sí. Han puesto de relieve que es un sujeto histórico. Escuché atentamente los discursos entre lo que dicen ahora y lo que decían años atrás. Dicen: “miren, nosotros nos hemos creado nuestro propio trabajo, tenemos una extensa red de cooperativas y organismos barriales que dan respuesta donde no está el Estado. Pero sabemos que esa etapa está agotada. Queremos que aparezca una nueva categoría del trabajo para que nos incluya. Porque podrá ser que no empujamos el PBI, pero tenemos un valor a la hora de establecer una malla social”. Creo que un plan de industrialización y obra pública gigantesco sería una solución por un buen tiempo a la cantidad de desocupados… Nadie discute para adelante ni los instrumentos, las mediciones, los objetivos. Sería saludable que señalen cómo van a dominar la inflación y que digan si esto dura uno, dos o tres años. Y que ese programa sea debatido con la oposición y, si el plan no lo termina un gobierno, tenga que continuar en el otro. Esto sería un paso de madurez extraordinario.

-¿No ve en este gobierno intentos, al menos en sus principales espadas, para construir una oposición a la medida de lo que la etapa necesita y, por otro lado, también un empresariado maduro y consciente? Pareciera que hay algo de eso, pero también actores que no se sientan a la mesa o tiran del mantel.

-Es una vieja costumbre de los actores políticos y sociales de la Argentina. Yo estuve en CGT durante el gobierno de Macri, cuando se lanzó el consejo económico al principio. Y a las 48 horas, Funes de Rioja dijo que él no estaba autorizado para acordar lo que había firmado delante de nosotros. Y el gobierno no tuvo ninguna fortaleza para obligarlo a que se siente y cumplir con lo que había firmado. Hay mucha desconfianza entre los actores de la Argentina, y hasta que no se derribe esa desconfianza, va a ser difícil.

-Uno de los temas más debatidos en la historia del peronismo es la alianza social que expresó. En su historia, quienes defendieron el policlasismo apuntaron a la burguesía nacional y el movimiento obrero organizado; otros afirmaron la dimensión clasista y revolucionaria y el protagonismo obrero. Este tema central del peronismo está en pausa. Hoy la gran discusión está centrada en la unidad de la alianza electoral y a la vez existe un desfasaje entre esa alianza electoral y la alianza social. Por ejemplo, de la movilización del 7 de agosto apareció un ninguneo fuerte desde adentro, de parte de sectores más progresistas que entienden que eso es una junta de pobres. ¿Qué piensa de estas discusiones?

-A mí no me gusta la manera de construir que tiene el kirchnerismo. Lo he expresado muchas veces y eso no significa que me ubique en la oposición, sino que es una voz de alerta. Cuando en algún momento se alentó mi candidatura a diputado, sufrí un manoseo. Me da la impresión que fue algo parecido a lo que pasó con Rossi. En una coalición donde hay tantas vertientes hay que tratar de conformar a todo el mundo, pero creo que el sindicalismo, el del viejo mundo asalariado, tiene mucho que aportar. Abro paréntesis: el hecho de que no tengamos la suficiente fortaleza no es culpa de la política, ni de la coalición ni del kirchnerismo. Es culpa nuestra. Al no tener unidad no hay una voz que demande el lugar de la CGT. Es un drama que tiene el sindicalismo argentino. Brasil tuvo su Lula, Bolivia tuvo su Evo, más allá de la discusión sobre la situación de Venezuela Maduro viene del mundo sindical (porque era delegado en el Metro de Caracas) y ahora un sindicalista docente en Perú llega a la presidencia. El movimiento obrero argentino no ha logrado nunca una figura que lo exprese en ese lugar. Y ese es un déficit nuestro; pienso que tenemos que tejer una alianza cada vez más fuerte con la economía popular. Simplemente porque entre esos dos actores está la fortaleza para defender un gobierno popular.

-¿Cómo sería esa alianza, porque usted trató y la implusó incluso dentro de la CGT?

-Hay que abrir canales de participación y de legalización. Creo que están pensando en eso pero yo ya no estoy en el Consejo Directivo. Son los dos pivotes que pueden asumir mayor protagonismo. Porque no la van a hacer ni los actores políticos ni la coalición. La van a hacer esos dos actores, los dos actores concretos y corpóreos que pueden ganar la calle…

-Lo que se me figura sobre esta mesa es que crece el poder cada vez más fuerte y escindido de las corporaciones frente a cualquier Estado-Nación. Y resulta muy difícil que aparezcan dirigentes que escapen a la tutela de esos grandes jugadores de la economía. Usted señala que en la alianza social entre el sindicalismo y la economía popular puede emerger un nuevo sujeto histórico, pero ¿cómo hacer para que no lo yugulen o le mermen la energía?

-Primero, dando cuenta de que el cuadro de situación es ese. Elaborar un diagnóstico preciso de que eso está y desafía a los estados y a otras corporaciones. Es un proceso donde hay que tomar plena conciencia para enfrentar esa situación porque si no se termina deglutiendo el sistema democrático. El campo popular, lugar de experiencia y fortaleza debe dar el salto y además de discutirlo localmente, hay que abordarlo desde lo global. No lo puede hacer un país solo.

-Hay algo que me inquieta: la metáfora de la ley de etiquetado para decir que, si Cambiemos tuviese una etiqueta en su envase que dijera cuál es su contenido, el votante no sería engañado y no elegiría eso que es en perjuicio suyo. Sin embargo, hay una porción cada vez más importante de la sociedad que está dispuesta a tomarse el veneno o beberse el odio. ¿Cómo lo ve?

-Lo veo como algo que Argentina no ha superado. El libro de Grimson plantea que el peronismo no hubiera existido si del otro lado no existieran los gorilas. Si miramos el fondo de nuestro desarrollo histórico, siempre hubo disputas, muchas veces creen que Argentina es un país que siempre estuvo en paz… hay que releer porque siempre tuvimos nuestros encontronazos y no se han sabido saldar. No olvidemos que un desastre como el que ejecutó Macri tuvo un porcentaje de adhesión muy fuerte y alto. Hay sectores que siempre van a estar en contra de lo popular y hay que contar con eso.

-Usted describía el trayecto de la economía popular desde la olla popular a la cooperativa de trabajo y desde la cooperativa al trabajo asalariado con derechos. Si tuviera que hacer un balance rápido del recorrido del movimiento obrero desde el retorno de la democracia o principios de siglo, ¿cómo lo describiría?

-En los últimos cuarenta años, hubo una declinación del movimiento obrero que para nada significa una derrota definitiva. Porque del golpe de Estado del 1976 nunca se repuso totalmente. Hubo un ataque muy fuerte hacia la cadena intermedia, que era la que podía renovar y es la que estuvo ausente. Y además, hubo un ataque fuerte a la argentina industrial, donde estaba el proletariado más concreto. Cuando emerge la democracia y aparece Saúl Ubaldini, la Argentina todavía tenía un movimiento sindical fuerte, estructurado, con las empresas públicas en manos del Estado, con convenios colectivos que no hablaban de polivalencia y vos te encontrabas con el compañero en la fila y cotejabas tu recibo de sueldo. No había ningún otro actor que tuviera la capacidad de paralización, protesta y movilización que tenía la CGT. Eso ya no está. Los 90’ y el 76’ no pasaron en vano. Fueron una aplanadora que pasó sobre el cuerpo social argentino. No solamente se retrajo el trabajo en blanco y apareció la precarización, sino que todos los resortes básicos de la Nación se extranjerizaron, la economía se trasnacionalizó y eso dibujó otro sindicalismo. De todas maneras, el movimiento obrero se recompuso e, incluso después de la crisis de la convertibilidad, cuando parecía que el piquete y las organizaciones sociales eran los únicos que estaban parados y vino la ola de la recuperación económica, resurgió el movimiento sindical con paritarias, empleo, cuerpo de delegados, etc. Desgraciadamente con Macri, se configuraron otros episodios que fueron tirando gente por la borda. Y esa gente se fue organizando alrededor de la economía popular.

 Los 90’ y el 76’ no pasaron en vano. Fueron una aplanadora que pasaron sobre el cuerpo social argentino. No solamente se retrajo el trabajo en blanco y apareció la precarización, sino que todos los resortes básicos de la Nación se extranjerizaron, la economía se trasnacionalizó y eso dibujó otro obrero.

-¿Por qué en Brasil o Bolivia surgieron figuras en el mundo del trabajo que pudieron tonalizar y por qué el movimiento obrero argentino tendió a concentrarse en sus intereses sectoriales?

-Argentina asumió al trabajador ligado a esa etapa previa a los ´90 y muchas veces no se da cuenta de esta descomposición, hay que dar cuenta del resto porque va ganar el que se pare para conducir toda esa marea popular, yo creo que se ha fallado en el análisis de la dirigencia sindical…

-Y desde la política…

-También. Pero vos me preguntaste y yo soy dirigente sindical (risas)

-¿Hubo un error de cálculo en 2019 en tanto desde el peronismo o el movimiento obrero se imaginó una CGT inmensa o más grande al menos?

-Yo ya no estaba. De verdad, no puedo responder con precisión. Hay mucha efervescencia y resistencia para discutir esto que estamos hablando. Hay que ir paso a paso, aunque sé que lo que no nos sobra es tiempo…

-¿Qué riesgo o nivel de peligro le adjudica a la antipolítica, en su retorno al centro del debate público?

-Ciertamente es un peligro que lo alimentamos desde la misma práctica política. Me eximo de mayores comentarios. Recuerdo siempre una frase de Germán Abdala: “nosotros necesitamos la política porque los poderosos tienen un teléfono y llaman, pero nosotros tenemos que hacer la asamblea, la protesta, la movilización”. Nosotros nos tenemos que adueñar del ejercicio de la política, pero nuestros representantes tienen que hacer bien los deberes.

-Tuve la oportunidad de estar en la celebración del quincuagésimo aniversario del sindicato de Dragado y Balizamiento, en el hall de Buquebús, donde descubrieron una estatua de un trabajador. ¿Por qué eligieron ese lugar?

-Decidimos colocar la escultura en ese lugar porque por ahí no pasa Juan Pueblo. Exclusivamente, se va a Colonia o Punta del Este. Y vamos a convenir que allí no va el hombre común. Es una figura alta, como de 2 metros, que representa un cuerpo parecido a los de Carpani. Esa figura está extrayendo del lecho del río el barro como las antiguas dragas. Y el izamiento lo tiene en la parte central del cuerpo, una síntesis entre el hombre y la máquina. Para el gremio es un orgullo, va a quedar ahí, como la obra de un sindicato en un lugar por donde pasa la burguesía –o como queramos llamarle- que utiliza la vía fluvial para irse de vacaciones.

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