LA PESCA: EL PATIO TRASERO ARGENTINO

Por: María Soledad Schulze* / Fotos: Télam y Pablo Caprarulo

Trabajar como pescador: marineros, estibadores, fileteros, envasadores. El mar como lugar de trabajo que “te da y te quita”. Veinte convenios colectivos y mucha precarización. El volumen de ventas y las consecuencias del pasaje de la merluza al langostino. María Schulze nos lleva a recorrer una Mar del Plata desconocida: la ciudad portuaria.

La industria pesquera es mucho más compleja de lo que se cree. Algunos trabajadores y marineros definen la pesca como el patio trasero de la Argentina. En el imaginario de muchos rondan antiguas imágenes relacionadas a los puertos, los olores fuertes, la suciedad, la prostitución, los malandras.

Durante los años 90 los trabajadores de la rama del filet del puerto de Mar del Plata fueron protagonistas en la protesta callejera. Ropa, cofias y botas blancas circulaban  al grito de “basta de cooperativas truchas de trabajo”, “queremos registración laboral bajo el convenio colectivo 161/75”. La disconformidad se profundizó más cuando el principal recurso pesquero entró en crisis. Cada vez había menos merluza para procesar y esto hacía que  la situación fuera  desesperante. Los que aún tenían trabajo procesaban una merluza muy chica: “los juveniles”. Eso también los tenía alarmados, tardaban más en procesar la materia prima y además implicaba un desgaste físico que se hacía sentir. La brecha entre el trabajo formal e informal se agudizaba con la falta del producto.

A finales de la década, con la crisis de la merluza algunos empresarios intentaron llevar langostino para procesar a Mar del Plata. Pero la experiencia no funcionó. Claudia, que siempre trabajó de filetera recuerda: “Hacíamos de todo porque había épocas que no había merluza y entonces trabajaba de camarera en los barcitos de la playa. Después en una época no había pescado y había langostino, yo ya me llevaba a Paola, que tenía dos años, la sentaba en la mesa de mi trabajo, son mesas de acero y pelábamos langostino con mi nena. Era por kilo ¡todo es por kilo ahí!”.

Se desconoce concretamente cuántos son los trabajadores que llevan adelante esta actividad productiva. El último censo industrial pesquero se realizó en 1996, es decir, los datos corresponden a un relevamiento realizado hace veintitrés años. Se contabilizaron solo trabajadores empleados en tierra de la provincia de Buenos Aires, y quedaron por fuera los trabajadores y experiencias de otros puertos. Quizás esto se deba a que Mar del Plata es el puerto que concentra la mayor parte de los desembarques y de plantas de procesamiento en tierra. Para 1996 se contabilizaban 8341 trabajadores en tierra en la ciudad de Mar del Plata.

También las mujeres cumplen su rol en la pesca industrial, pero se conocen aún menos las condiciones en que lo hacen. Construir ese dato no es tarea sencilla, porque al igual que en otras actividades como la construcción, la cantidad de trabajadores en la pesca es muy cambiante. Muchos de los trabajadores son temporales, en parte porque la actividad está condicionada por la disponibilidad de recurso pesquero para procesar. Los obreros de la industria pesquera encuentran una diversidad de formas de insertarse en el mercado laboral: son trabajadores informales, permanentes, contratados por temporada, a destajo, por hora, con asegurado.  Son marineros, estibadores, fileteros, envasadores. Hay no menos de 20 convenios colectivos de trabajo si se cuenta el trabajo en alta-mar y el trabajo en tierra.

Lo que hay después del mar

Desde los años 30 con la génesis de la actividad industrial pesquera, se reconoce a Mar del Plata como el puerto pesquero más importante del país. Las primeras actividades industriales fueron el salado de anchoíta y luego ganó fuerza la industria de la conserva que empleaba a mujeres y niños de familias de inmigrantes provenientes de Italia y España. Para esos años en Mar del Plata, Necochea y Quequén se concentraban las plantas de conserva y salado de anchoíta.

A principios de la década del 60 la conserva fue desplazada por la producción de pescado fresco. Con la elaboración de filet de merluza, Mar del Plata ganó todo el protagonismo y fue durante muchos años la principal ciudad-puerto donde se procesaba esta especie. Es así que se produjeron relevantes cambios en la organización del trabajo. Las empresas dedicadas a la pesca instalaron masivamente plantas de fileteado y congelado en tierra, conformando empresas integradas que cuentan con la capacidad de extraer, procesar la materia prima y comercializar sus productos. Desde allí, cada vez con más énfasis la actividad se orientó al mercado mundial.

Según un informe reciente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, en el año 2020, las exportaciones de productos pesqueros alcanzaron los 1.700 millones de dólares. En cualquiera de las pescaderías de las ciudades-puerto, los pescados y mariscos del mar argentino como el langostino, el calamar y la merluza, tan codiciados por su excelente calidad, se comercializan a precio internacional. En la actualidad se consumen en el país alrededor de 7 kg por persona, por año. Muy poco en relación al consumo de carne vacuna, porcina y aviar. Paradójicamente, la demanda interna se orienta al atún que importamos. ¿Por qué el consumo de pescados y mariscos no forma parte de la dieta de los argentinos y  las argentinas? ¿Se trata de un problema de precios por los valores que alcanzan, lo que vuelve a estas especies comercializables poco accesibles?

En la actualidad se estima que los argentinos y las argentinas consumen alrededor de 7 kg. por persona, por año. Muy poco en relación al consumo de carne vacuna, porcina y aviar. Paradójicamente, la demanda interna se orienta al atún que importamos. ¿Por qué el consumo de pescados y mariscos no forma parte de la dieta de los argentinos y  las argentinas?

El trabajo de pescador

Cada momento del proceso productivo implica un saber hacer. Participar en el proceso de la captura implica saber pescar. Se pesca arriba de un barco, que puede ser fresquero, costero o congelador. Para llegar a zona de pesca la tripulación, casi toda masculina, navega entre uno y siete días. Según el barco, entre capitanes, marineros y oficiales navegan de 6 a 29 trabajadores/as. Entre aproximadamente 2000 capitanes de pesca activos en el país solo encontramos a una mujer: se llama Nancy y logró obtener su título de capitana en 2017, y desde entonces está a cargo de uno de los barcos que sale a pescar vieira. Hace mareas muy largas, que alcanzan casi los treinta días.  

Arriba del barco se aprende a usar redes según la especie que persigan: es un trabajo en equipo, de sol a sol. Los trabajadores viven en habitaciones donde sería imposible cumplir un distanciamiento social. En general llegan a trabajar a los barcos porque alguien de la familia lo hace o lo hacía. Quique, que se embarca en el ‘María Liliana’, un barco congelador, cuenta: “Como yo quería estar en el timonel, mi tío me dijo que tenía que empezar a estudiar, y empecé a estudiar y a los 28 años ya era capitán. Yo vengo mamando lancha, barcos, familia. Perdí amigos en el mar, perdí gente querida, familia. Así que uno le saca al mar pero el mar te cobra. El mar te da pero hay que respetarlo”.

Se suele decir que embarcarse es un trabajo muy bien pago. Es más bien arriesgado, se pierde mucho en el mar. Luis dice que cuando nació su hija estaba pescando merluza en Malvinas y que la conoció veinte días después.

Por otro lado, muchas personas trabajan en tierra. Ellos son los que participan de la etapa de pos captura y procesamiento. También podemos encontrar a los estibadores que trabajan en las banquinas cargando y descargando los barcos y camiones. Existen obreros navales y los obreros de la industria procesadora de pescado, que trabajan en las ramas filet, conserva y harina. Este último grupo de trabajadores se encuentra nucleado en el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP) en provincia de Buenos Aires, y en Chubut en el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA). Ambos agrupan a fileteros, envasadores, empaquetadoras, peones, emprolijadoras, despinadores y operarios.

Entre aproximadamente 2000 capitanes de pesca activos en el país solo encontramos a una mujer: se llama Nancy y logró obtener su título de capitana en 2017.

En la actividad pesquera muchos de los oficios tienen género. Las envasadoras son en su mayoría mujeres, mientras que los peones varones. Entre los fileteros y marineros predominan los hombres, pero de a poco se suman a sus filas las mujeres de la pesca. En especial las marineras, quienes recientemente se organizaron en un movimiento al interior del SOMU identificado como “mujeres marítimas de la pesca” y pelean por conseguir lugar para embarcarse al igual que sus compañeros varones. Parece que para ellas no es tan fácil subir al barco, porque el trabajo arriba de los barcos “es para hombres”.

Al igual que capitanes y marineros el trabajo en la rama del filet es un trabajo heredado. En especial el trabajo de los fileteros involucra un saber artesanal que depende de la continuidad de las generaciones, de la transmisión de un saber-hacer con cuchillos especiales. Es un trabajo manual y artesanal, donde se ponen en juego la velocidad y la destreza respecto al manejo de las herramientas.

Los trabajadores del filet vivieron en carne propia los procesos de flexibilización laboral. Las cooperativas fraudulentas de trabajo atentaron contra los derechos laborales básicos que un trabajador puede tener. En especial en los noventa, sobre sus cuerpos se experimentó toda idea para abaratar la fuerza de trabajo. Es un sector que se resiste frente a los empresarios y es un grupo que lucha por regularizar buenas condiciones de trabajo. Supieron conquistar convenios colectivos históricos, como el CCT 161/75 en 1975 y después de muchos años  en el 2007 pusieron en jaque el sistema de cooperativas truchas de trabajo y lograron el CCT PyMe. Si bien el CCT PyMe ofrece garantías laborales, es un convenio que a diferencia del 161/75 extiende la jornada de trabajo, reduce los costos de la garantía salarial, aumenta los períodos de prueba y no tiene una garantía horaria, derechos que que sí alcanza el CCT 161/75. Es decir que el convenio PyME no supera ni iguala al convenio del 75, pero de alguna manera ofrece mejores condiciones que las cooperativas, que directamente no cuentan con ninguna garantía laboral por más mínima que sea.

Los trabajadores del filet vivieron en carne propia los procesos de flexibilización laboral. Sobre sus cuerpos se experimentó toda idea para abaratar la fuerza de trabajo. Es un sector que se resiste frente a los empresarios y es un grupo que lucha por regularizar buenas condiciones de trabajo.

La mirada puesta en el “oro marítimo”

Hace ya algunos años que empresarios y trabajadores denominan como “oro marítimo” al abundante langostino presente en nuestro mar. Desde 2006 en adelante la pesca en Argentina se convirtió en langostino-dependiente.  Esto se debe a que se incrementaron las capturas de este crustáceo y se vende a precios superiores que los de la merluza.

Para el puerto de Mar del Plata esto representó un gran problema, dado que los desembarques de langostinos se producen mayoritariamente en los puertos patagónicos.  En las ciudades-puerto de Chubut también los procesan y almacenan. Para algunos empresarios del sector dejó de ser rentable procesar merluza. La merluza se vende a un precio inferior al langostino, motivo por el cual la mayoría de ellos se pasó a la pesquería de langostino (típicamente patagónica). Mientras la tonelada de filet de merluza se vende a U$2699, la tonelada de langostino supera esa cifra y alcanza a U$6400. Esto es lo mismo que decir que el kilo de langostino se vende al mercado externo a U$6.5 y el kilo de merluza a U$2.5.

Este pasaje a la pesquería de langostino implica que la mayoría de los buques fresqueros de altura de la ciudad de Mar del Plata cambien su arte de pesca pasando de merluceros a tangoneros. El tangon es el arte de pesca que permite la captura de langostino y, si bien es posible, técnicamente implica ciertos peligros porque muchas veces el barco fresquero pierde estabilidad. Desde el 2000 al 2017 se contabilizan aproximadamente 41 hundimientos de barcos fresqueros.

Nuevamente con el cambio de especie objetivo se produjeron importantes modificaciones en la organización del trabajo. Los trabajadores marplatenses recién en  2019 empezaron a hacer algunas pruebas para procesar langostino. El problema no es que tengan falta de conocimiento, la cuestión es cómo trasladarlo desde el mar patagónico hasta el puerto de Mar del Plata. A diferencia de la merluza, el langostino se degrada muy rápido y empieza a perder valor en cuanto es desembarcado. Llevarlo a Mar del Plata implica otra logística que la utilizada para el traslado de  merluza.

Debido a esta situación, fue necesario fijar un valor al procesamiento de langostino. Durante 2020 el SOIP y las cámaras empresariales negociaron ciertas modificaciones en el convenio PyMe. Según Marcela, representante del SOIP, las plantas de procesamiento de Mar del Plata están en un proceso de adaptación : “Desde julio – agosto de 2019 están recibiendo langostino y los trabajadores tuvieron que adaptarse, los fileteros pasaron de estar 20 años fileteando pescado a pelar langostino de un día para otro”. Sindicato y delegados insisten en que es importante que los trabajadores se adapten porque no hay otra materia prima para procesar. “Se acordó con las empresas que sean los fileteros los que hagan el trabajo de pelado de langostino, fue un trabajo de muchas charlas con todos los trabajadores.”

Para algunos trabajadores y trabajadoras, el procesamiento de langostino en el puerto de Mar del Plata genera mucha expectativa, entre otras cosas porque abre la posibilidad de alcanzar el modelo patagónico, donde el proceso de precarización no fue tan amenazante como en el puerto de la ciudad bonaerense.  Otros sienten dejar atrás su oficio de fileteros. Pero resinificar su trabajo y su saber-hacer es hoy la única manera que algunos tienen para sobrevivir.

*Grupo de Estudios Pesqueros del Litoral Atlántico (UNPSJB)

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