LA REVUELTA DEL MAR

Las marineras mercantes llevan adelante una lucha contra viento y marea para lograr que las mujeres puedan desarrollar sus carreras profesionales en el mar. Además de la falta de derechos, deben lidiar con el machismo arraigado de compañeros y empleadores, propio de los oficios históricamente considerados “masculinos”. La historia de Nancy y Susana sintetiza esa lucha y abre camino.

La fotografía es del 14 de marzo de este año. Se la ve a Nancy Jaramillo, capitana del potero Esamar 4, que señala el buque Orion 2 y sonríe porque ese día fue capitana de dos embarcaciones: “El buque Orion 2 metió cabos en la hélice y se quedó sin propulsión. Ahí le pasé un cabo y lo traje a remolque. Así se llama en el mar. Cuando un buque es llevado por otro, la ley dice que el capitán del que lo lleva pasa a ser capitán de ambas embarcaciones. Esa navegación duró 2 días, de zona de pesca a Puerto Madryn”.

Nancy es la primera mujer Capitana de Pesca de Argentina y ejerce desde 2013. Empezó como camarera en los buques y, luego, llegó a ser capitana.

Solamente el 5% de las mujeres en Latinoamérica logra ser contratada en los buques mercantes y embarcaciones pesqueras. A esta falta de derechos en el empleo, se le suman las condiciones habituales de la navegación: las marineras deben enfrentar la burla machista y el acoso por parte de sus compañeros, además de la violencia que se produce cuando se ven relegadas a ocupar puestos de trabajo de igual jerarquía, pero con menor remuneración. “Somos mujeres y trabajadoras, tenemos hijos y tenemos que darles de comer. Es nuestro trabajo. No sé cuál es la bronca que causa por el hecho de ser mujeres. Este trabajo no es para todos: es difícil para mujeres y hombres por igual, y hay que estar capacitado para hacerlo más allá del género”, dice Nancy.

Solamente el 5% de las mujeres en Latinoamérica logra ser contratada en los buques mercantes y embarcaciones pesqueras.

Lo cierto es que las mujeres están abriendo camino, todavía desde la meritocracia de género, aunque llaman a una lucha colectiva de lxs trabajadorxs. A veces parece un sueño ser marinera mercante, pero a ese sueño de trabajar y navegar se le suma la pelea por los derechos individuales y laborales.

Dos historias, un viaje. Demostrar lo obvio

En junio, por primera vez dos mujeres estuvieron al mando de un buque pesquero en Argentina. Nancy Jaramillo, capitana, y Susana Benitez, oficial de pesca. Este suceso no debería llamar la atención. Sin embargo, fue noticia porque en los ámbitos laborales considerados para varones, tener trabajo y ascender en el puesto u ocupar lugares jerárquicos todavía sigue siendo un mérito propio. “Fuimos las primeras mujeres que estuvimos al mando, esa fue la noticia, y la llamé a Susana porque es una buena profesional. La mejor para el cargo, y yo sabía que iba a cumplir las órdenes. Me hicieron esperar hasta que la mandaron a Susana”, dice Nancy.

Nancy nació en Trelew, vivió en una villa y comía en comedores infantiles. Fue madre a los 17 años, limpió casas, fue niñera y vendió carbón hasta que llegó a prefectura: “Ahí me dijeron: ‘No hay mujeres, no va a haber, pero ahí tenés si querés una libreta de camarera’ y así comencé”. Nancy empezó como camarera. A los dos años, después de haber estudiado, sacó su libreta de marinera y navegó para luego ir a la escuela de pesca y rendir cuatro patentes. “Obviamente no fueron fáciles los comienzos porque siempre fui una mujer en un ambiente de hombres y no era bien visto ni en tierra ni en mar, pero hubo gente que me abrió las puertas, me dio laburo y pude demostrar que podía con ese trabajo. Nunca me quedé sin embarque, nunca caminé los muelles. Me capacité y fui una buena trabajadora, aunque tuve que pagar derechos de piso por ser mujer”.

La familia de Nancy está conformada por sus padres e hijos, que apoyaron siempre su trabajo. Eligió no tener pareja: “Si hubiese tenido pareja, esto me hubiera traído muchas contras porque mi pareja iba a querer que me quedara en la casa y no navegue tanto”. Rindió libre como marinera, le costó, no la dejaban llegar, hasta que un amigo le explicó que ella podía ser marinera con los requisitos que tenía hasta ese momento, que era su derecho independientemente del género: “Así lo hice y cada vez que me embarco siento emoción porque sé desarrollarme y soy segura en mi trabajo, me especialicé en esto. Es toda una adrenalina: la gente, la maniobra, el barco, el hecho de tener trabajo. Para mí es importante el trabajo por mi historia de vida, la pobreza, la falta de dinero”.

Susana es de Corrientes y eligió la marina mercante porque “a la corta edad de veinte años tenía una nena de cuatro por criar sola, y en mi provincia es una salida laboral muy común”. Se encontró, también, con la dificultad por ser mujer debido a que no estaban acostumbrados a la mano de obra femenina a bordo de las plantas procesadoras de los buques factorías. Susana fue marinera, trabajó muchos años en el proceso de pescados para exportación y, luego, fue a la escuela de pesca para ser oficial. En la actualidad, realiza tareas administrativas y la navegación del buque: “El tiempo de estadía en el mar depende de la capacidad de captura del buque en el embarque: puede ser de un día hasta sesenta días. Para una madre que trabaja en el mar, es importante el apoyo familiar por los estadios de ausencia. Por suerte, en mi caso, lo tengo”.

Susana dice que cuesta ser marinera mercante debido a que las cámaras empresariales no consideran la mano de obra femenina, excluyen a las mujeres, no las contratan, aunque de a poco se van abriendo espacios. De todas maneras, este “abrirse espacio” queda relegado a la meritocracia de las mujeres en los trabajos hegemónicamente masculinos.

Susana dice que cuesta ser marinera mercante debido a que las cámaras empresariales no consideran la mano de obra femenina. Aunque de a poco se van abriendo espacios, es algo que queda relegado a la meritocracia de las mujeres en los trabajos hegemónicamente masculinos.

Se puede notar que las mujeres son “sujetos de meritocracia”: son ellas mismas las que se abren camino y deben demostrar que pueden realizar trabajos no considerados femeninos socialmente. Es esta idea de meritocracia, rechazada por el progresismo y la izquierda, la que debe reapropiarse, resignificarse, también por los feminismos populares, en pos de una mayor equidad. Considerar a las marineras mercantes y a las trabajadoras de estos espacios “masculinos” por sus estudios y profesionalismo, tomar esos recursos meritocráticos, traería mayor igualdad de oportunidades y rompería, tal vez, con ese círculo de reproducción y división sexual del trabajo.

“Nos estudiamos todo con Susana. Llamamos a un par de colegas que nos asesoraron. Así lo hicimos. Fue satisfactorio e hicimos la navegación, la sacamos adelante como hacen todos nuestros colegas. Estábamos muy emocionadas. Para mí era un reto ir al río y confiaba en Susana porque es una gran profesional”, finaliza Nancy.

Navegar y luchar. Dos frentes

La dificultad de acceder al trabajo por cuestiones de género es una parte de la historia. La misoginia y el machismo del ámbito laboral también se ve en la violencia y casos de acoso que padecen las marineras trabajadoras por parte de los compañeros en las embarcaciones. Quizá éstos lo hacen para recordar que los derechos no importan, para demostrar que tienen poder sobre las mujeres, para hacer notar que ese mundo no es el de ellas. ¿Debería una marinera mercante dejar de trabajar a bordo u optar por otro trabajo debido a las situaciones de burla machista, violencia y acoso? ¿Cuánta sobrecarga mental le lleva a una mujer ocupar espacios laborales en la marina mercante? No solamente por los esfuerzos en la formación marítima y por la brecha salarial, por la desigualdad en la ocupación de las tareas domésticas y crianza de lxs hijxs, sino también por enfrentarse a estas situaciones de acoso laboral.

El acoso sexual es una realidad para muchas mujeres que trabajan en las embarcaciones. El abuso de poder va desde acoso verbal hasta físico. En los grupos de whatsapp, aparecen comentarios descalificantes debido a la condición de mujer. Si bien hay compañeros marineros que repiensan estas formas de violencia y se ponen a la par de las trabajadoras, aún la mayoría sigue ejerciendo estos abusos en el ámbito laboral.

Tanto Susana como Nancy manifestaron haber sufrido acoso en el trabajo. Dice Nancy: “Cuando salió el proyecto de ley para incorporar a las mujeres a la marina, de la senadora Nancy González, imagínate, decían de todo. Y es tan simple como que somos mujeres y trabajadoras, y queremos un trabajo”. Nancy agrega: “Una tuvo que hacer oídos sordos a las agresiones: me han golpeado, me han manoseado, me han tapado la boca, humillado, gritado. No hubo un insulto que no me hayan dicho. Yo soy de familia aborigen y estamos acostumbrados a la resistencia. Yo no me voy a doblegar”. ¿Por qué debe haber una “meritocracia de género”, ese saber defenderse, hacerse una misma? Y acá hay que detenerse: si las condiciones laborales deben ser las mismas para todxs lxs trabajadores sin estar condicionadas por el género, ¿qué hacen las empresas al respecto? ¿qué hacen los sindicatos? ¿se toma alguna medida frente a estas situaciones de violencia en el trabajo? ¿Por qué siguen ocurriendo? 

“Abramos puertas para crecer”

Donde existe el poder, también existe la resistencia. Y las mujeres marineras mercantes están siendo parte de esa resistencia. A pesar de la opresión laboral, jerárquica, violenta, buscan la igualdad, crean espacios para ser escuchadas, para tener derechos, para ser respetadas. Llaman a otras mujeres a revisar sus preconceptos y estereotipos: “Muchas mujeres me decían ¿por qué no te conseguís un marido y te quedás en tu casa?”, comenta Nancy.  Remarcan su capacitación, sus estudios, su trabajo: “Que todos comprendan que es un trabajo que la mujer también puede hacer y estamos capacitadas para eso”, dice Susana. 

Donde existe el poder, también existe la resistencia. A pesar de la opresión laboral, jerárquica, violenta, las marineras mercantes buscan la igualdad, crean espacios para ser escuchadas, para tener derechos, para ser respetadas.

La incorporación de las mujeres a estos ámbitos laborales según su profesionalismo es algo que se debería considerar, y hay un gran desafío que las marineras mercantes están llevando sobre sus hombros contra viento y marea a través de su lucha: “Si hay mujeres quizá se puede empezar a educar en violencia de género. Yo respeto a cada tripulante que está a cargo mío. Son los que ayudan a que se llegue a buen fin de marea”, dice Nancy, y Susana agrega: “Las compañeras mujeres no se convencen de que pueden hacer este trabajo, pero no puedo dejar de nombrar a tantas compañeras que sacaron la libreta de embarque y no les dan la oportunidad de demostrar lo que ellas pueden hacer”.

Se debe pensar la igualdad en los ámbitos laborales hegemónicamente masculinos: ¿cuáles son los motivos por los cuales una mujer no accede al trabajo si tiene los mismos estudios, profesionalismo y experiencia que un varón? ¿Tanto poder se quiere demostrar? ¿Les toca solamente a pocas mujeres hacerlo porque no hay alguien en los cargos jerárquicos que se ocupe?

Tal vez la respuesta sea clara, porque en esos espacios en disputa todavía está esa parte de las sin parte, la resistencia que siempre estuvo: “Las que vienen detrás y las que estamos tenemos que seguir abriendo puertas. Y no me estoy refiriendo a mujeres versus hombres. No. Abramos puertas para que todos como sociedad entendamos que tenemos que crecer, evolucionar. Hay mujeres que se quieren dedicar a este trabajo y no las tiene que condicionar el género, si estudiamos y nos capacitamos, trabajamos a la par. También pido que nuestros colegas nos sigan aceptando y respetando, así como de a poco lo están haciendo. Que sea un trabajo en conjunto”.

MÁS
NOTAS

TU OPINIÓN CUENTA

Nos gustaría que nos cuentes sobre tu experiencia en el sitio y sobre todo, acerca de nuestros contenidos.




    Suscripción