LOS MOVIMIENTOS SOCIALES FRENTE A LA TARJETA ALIMENTAR

Por: Nicolás Salerno Ercolani*

El anuncio del aumento de la Tarjeta Alimentar del último viernes generó una ola de críticas por parte de los movimientos sociales que piden ser convocados a la hora del diseño y armado de las políticas públicas de asistencia social.

Varios dirigentes y funcionarios de los movimientos populares tomaron la palabra. Discuten la resolución de la crisis, debaten el modelo. Señalan que la salida no se encuentra en las políticas de subsidio o asistencia directa, proponen mecanismos laborales y productivos, y no lo hacen desde la retórica abstracta de aquellos que ven la realidad desde la escuadra y el tiralínea, como decía Cooke, sino desde la experiencia social, desde la conformación de un actor colectivo que ya demostró capacidades para -frente a la exclusión del mercado y la ausencia del Estado- organizar la vida individual y comunitaria de millones de compatriotas.

Las críticas que expresaron respecto al anuncio sobre la tarjeta Alimentar parecen sacudir la vida interna del gobierno y de la coalición política del movimiento nacional y popular. De inmediato se levantaron las voces para condenar la temeridad del disenso: “declaraciones desmedidas”, “fuego amigo”, “funcionales a la oposición”, “los debates se deben dar dentro”, son parte de las argumentaciones que no hacen sino revelar la castración ideológica y una práctica política que reduce la acción militante al simple acompañamiento de todas las acciones de gobierno.

Sin embargo, la discusión que subyace se relaciona con otras cuestiones, en particular el papel de los denominados “movimientos sociales” y su rol en el debate por el proyecto nacional. Efectivamente, un sector del movimiento nacional considera que las organizaciones deben tener un papel limitado en la recolección de demandas “en el territorio” (objeto para otro artículo la visión que “la política” hace sobre “el territorio”) para luego participar en la ejecución de algunas políticas públicas.

Ahora bien, el diseño de la política pública y la elaboración de sus instrumentos queda reservado a “los que saben”: la política partidaria, los “expertos” en políticas públicas y los ámbitos sancionados para la ciencia y la investigación académica. A los movimientos sociales, desde esta perspectiva, se les otorga un papel subordinado y mecánico, expresado en una imagen que en otro tiempo fue muy utilizada: la de ser “correas de transmisión” entre las necesidades sociales y los dispositivos encargados de responder o resolver esas demandas.

Un sector del movimiento nacional considera que las organizaciones deben tener un papel limitado en la recolección de demandas “en el territorio” (objeto para otro artículo la visión que “la política” hace sobre “el territorio”) para luego participar en la ejecución de algunas políticas públicas.

En esta suerte de división social de las tareas, se configura una jerarquización que desvaloriza su rol, reproduciendo la devaluación que los actores sociales de la economía estándar y de la política construyen respecto de las formas laborales y productivas de la economía popular. Obturan la posibilidad de que, al interior del movimiento nacional y popular, se instituya un sujeto que cuestione instrumentos y políticas derivados (a izquierda o a derecha) del modelo de valorización financiera. En suma, parece que lo que disgusta y perturba en algunos sectores es que los movimientos populares tomen la palabra para debatir el modelo de país.

Todavía hay compañeros que no se percataron de que en un largo proceso que ya lleva por lo menos veinte años, los movimientos populares primero se levantaron desde su identidad de trabajadores desocupados, luego desarrollaron experiencias laborales y productivas, dieron cuenta de millones de compatriotas que autogestionan formas económicas, se organizaron gremialmente, constituyeron una obra social, y levantaron su voz -antes que nadie- para expresar orgullo por los avances pero organizando “lo que falta”. Sí, en la década ganada, durante la cual por lo menos un tercio de la Argentina ganó muchísimo menos que el resto.

Fueron parte de esa sociedad que enfrentó los cuatro años del macrismo desarrollando un proceso de unidad en la lucha (previo al FDT). También fueron parte de la campaña electoral de Alberto Fernández y hoy conforman un sindicato y dialogan con el movimiento obrero para desarrollar un Movimiento de Trabajadores, o sea la unidad entre los trabajadores asalariados y los de la economía popular ¡Qué paradójico resulta que todavía se los acuse de divisionistas! 

*Integrante de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular.

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