PERIODISMO EN ÉPOCAS DE LA RESISTENCIA PERONISTA

Por: Marcelo Ohienart

Un recorrido histórico por algunas de las publicaciones periodísticas surgidas durante la proscripción del peronismo en épocas del decreto 4161, sancionado por el gobierno de Aramburu, que prohibía la mención no sólo de Perón sino también de cualquier elemento o símbolo asociado al justicialismo. El ingenio militante como sostén de una identidad política.

La Argentina viene de conmemorar hace unos días el Día del Periodista, en homenaje a Mariano Moreno y la primera edición de La Gazeta de Buenos Aires, aparecida el 7 de junio de 1810, que se considera la primera publicación periodística bajo un reciente gobierno patrio.

Justamente por ello, y en virtud de estar acomodando, reacomodando y vuelta a desacomodar la biblioteca en épocas de pandemia, es que hallé un libro del año 2000 de Luis Moyano Laissué titulado “El periodismo de la Resistencia Peronista, 1955-1972”, que al volver a hojearlo dio pie para este ensayo.

Pongamos en contexto. Sucedida la Revolución Libertadora en 1955, una de las primeras medidas tomadas por los dictadores fue el famoso Decreto 4161, que prohibía tanto al peronismo como fuerza política, como el uso de sus símbolos, e incluso mencionar de cualquier forma las palabras Perón, peronismo, justicialismo, etc.

Es a partir de esa medida que la prensa comercial recurre a un montón de subterfugios para no mencionar las palabras que la podían hacer violar ese decreto. Entre otras, surge el más famoso “Tirano Prófugo” como sinónimo de Perón. Violar el decreto era castigado con el encarcelamiento en la ya demolida Prisión Nacional de Caseros, en Parque Patricios. Pero sin ánimo reivindicativo y menos revisionista, la pretensión de este texto es mostrar cómo muchos, a pesar de lo que estaba en juego, no dudaron jamás en defender sus ideas y la causa que decidieron abrazar. ¿Qué materiales producía aquel peronismo resistente?

Es a partir de esa medida que la prensa comercial recurre a un montón de subterfugios para no mencionar las palabras que los podrían hacer violar ese decreto. Entre otras, surge el más famoso “Tirano Prófugo” como sinónimo de Perón. Violar el decreto era castigado con el encarcelamiento en la ya demolida Prisión Nacional de Caseros, en Parque Patricios.

EL GUERRILERO

Se editó a fines de octubre de 1957, su director real fue César Marcos, quien supo ocupar el cargo de Director Nacional Cinematográfico entre 1943/46, y además fue director de la revista “De Frente”, dirigida por John W. Cooke. César Marcos, preso en el penal de Caseros, era además al momento de edición de “El Guerrillero”, jefe del denominado Comando Nacional Peronista. El órgano se constituyó en la voz de un sector del peronismo que, en su mayoría, tenía a sus dirigentes detenidos. César firmaba sus notas con el seudónimo de Juan Caracas, en atención a que Perón residía en esos momentos en la capital de Venezuela.

Por eso, si tomamos el contexto político nacional de ese momento (principal movimiento político proscripto, sindicatos intervenidos y dirigentes presos), publicar, como lo hicieron el 1 de noviembre de 1957, un reportaje a José Ignacio Rucci, delegado del establecimiento C.A.T.I.T.A. y congresal ante la CGT, es digno de recordar. El día anterior a la publicación se había producido un paro por parte de la actividad gremial. Fue ese día cuando miembros de las fuerzas de seguridad y militares, fueron compelidos a conducir ómnibus, subtes y tranvías, sumándose a un despliegue que militarizó toda la ciudad.

EL GRASITA

Sin lugar a dudas, “El Grasita” fue de las publicaciones más parecidas a eso de “Tiza y Carbón”. Sin recursos económicos, pero con la voluntad inquebrantable, los militantes peronistas se las ingeniaban para hacer correr sus ideas. Impreso de manera artesanal en una resma de papel tamaño oficio, contó con la pluma de un importante intelectual de la Universidad de Cuyo, quien más tarde se desempeñaría como corresponsal del diario Clarín, bajo el seudónimo de François Lepot. Enrique Oliva, de él hablamos, conoció a Perón cuando éste fue Instructor de las Tropas de Alta Montaña en Mendoza, provincia de la que era oriundo. Años más tarde le encomendaría a Oliva, junto a científicos y militares, instalar un laboratorio para el estudio de los rayos cósmicos en la alta montaña, hecho singular y sin antecedentes en el mundo.

“El Grasita” se nombró porque fue Evita quien llamó ¨mis grasitas” a los trabajadores. Era costumbre en esos años recurrir en la identidad de las publicaciones a nombres que recordaran la épica peronista. El decreto 4161, que contó con la complicidad de “constitucionalistas” y, de mínima, con el silencio del resto de los partidos políticos que permitió todo tipo de atropellos hacia el pueblo trabajador, no hizo más que fomentar el ingenio popular. Así surgían en las paredes consignas como “Puto y ladrón, nos quedamos con Perón” y la muy famosa “A los militares los reconocen ocho países. Villa Manuelita no”, aparecida en los alrededores de Rosario. “El Grasita” surgió por 1955 y volvió a las calles en 1958 cuando se rompió el pacto Perón-Frondizi. Salió cada 15 días regularmente, llegaba a los lugares más recónditos del país de mano en mano y hasta lo comenzó a recibir el General Perón, primero en Panamá y luego en Caracas. Fiel intérprete de las consignas de Perón, con lenguaje callejero e intimista, conquistó al pueblo trabajador.

Era costumbre en esos años recurrir en la identidad de las publicaciones a nombres que recordaran la épica peronista. El decreto 4161, que contó con la complicidad de “constitucionalistas” y, de mínima, con el silencio del resto de los partidos políticos que permitió todo tipo de atropellos hacia el pueblo trabajador, no hizo más que fomentar el ingenio popular.

EL DOCTRINARIO

Vio la luz el 27 de agosto de 1958 y llegó a tirar 3.000 ejemplares. Fue dirigido por Hugo Ferraro Sarlinga. Apenas duró cuatro meses, los constantes secuestros de ediciones, clausuras y pedidos de detención para su director terminaron con él. Sin embargo, en el ejemplar número 3 del 17 de octubre de 1958, su director no tuvo empacho en dar a conocer la posición de las “62 organizaciones peronistas” respecto de la reunión de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), que desarrollaba en la Capital su decimocuarto congreso, al que denominaron “Asamblea de la Victoria”.

Menciona en su comunicado que “el otorgamiento de la medalla ‘Premio de las Américas’, instituido por ‘The American Foundation’ al General Aramburu constituye una afrenta a los trabajadores y una burla sangrienta a las madres/esposas, hermanas, novias e hijos de los que fueron masacrados por orden del más cínico, despiadado, frío y sanguinario personaje de que haya memoria en la historia de nuestro país”. Luego hace la cita de los fusilados militares y civiles, del cierre de los periódicos peronistas y de la detención de los periodistas y directores de esas publicaciones, y finalmente menciona el secuestro de Manuel Damiano, secretario general del sindicato argentino de prensa, trasladado desde la prisión de Caseros para su fusilamiento a la Escuela Mecánica del Ejercito, donde resultó brutalmente golpeado y remitido al sur del país.

Al inicio hicimos mención y explicamos qué fue el decreto 4161. Resulta oportuno antes de continuar con la última cita, decir que el 10 de abril de 1963, bajo el gobierno de José María Guido, se dictó el decreto 2736 cuya publicación rezaba: “Es necesario complementar el Dec. 4161 decretando que quedan comprendidos en el presente decreto, los que hicieren de palabra o por escrito la apología del tirano prófugo o del régimen peronista o del partido disuelto por ley, aun cuando no mediare la existencia de una finalidad de afirmación ideológica o de propaganda peronista; la difusión por cualquier medio o forma que se efectuase, de directivas, declaraciones, entrevistas […]; el contacto por cualquier medio con el tirano prófugo vinculadas a la actividad política o gremial y la actuación de quienes sirviesen de nexo a aquellas para tales fines”.

Así tuvieron que trabajar los compañeros periodistas, gremialistas, dirigentes y militantes en esos años. De más está decir que no hubo decreto que paralizara a los cientos de miles que siguieron militando por sus creencias ideológicas y por el regreso del General Perón a la Argentina.

JUSTICIALISMO

Como muestra de lo que mencionábamos recién, citamos ahora a este órgano de difusión que salió en octubre de 1963, a tan sólo seis meses del decreto. “Justicialismo” fue el medio que editó Amado Olmos, dirigente del sindicato de sanidad, hombre de intensa actividad durante la resistencia, que llegó a reunirse con Perón en el exilio. Tuvo una tirada inicial de 10.000 ejemplares y contó, entre otros, con la colaboración de Juan Unamuno, Raúl Garré, Ignacio Carreras y muchos otros dirigentes sindicales. Para ejemplo mayor de resistencia, la foto que ilustra este cierre: en primera plana, en el número 4 de la segunda quincena de noviembre de 1963, Don Amado no tuvo empacho en publicar un facsímil de una carta enviada por Perón.

Esto es sólo una foto de las publicaciones que surgieron durante los años de proscripción del peronismo. Quedaron afuera muchas publicaciones, no era la pretensión de este escriba hacer un “vademécum”, justamente porque otros ya se han ocupado de ello. Que sirva como disparador y nos invite a bucear en la rica historia del periodismo y el sindicalismo durante aquellos años oscuros.

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