EL VERDUGO EN EL UMBRAL

Por: Fernando Rosso

Luego de la pandemia, los trabajadores y trabajadoras del sector formalizado retoman la actividad sindical y las medidas de fuerza para hacerle frente a las violaciones de sus derechos laborales, la pauperización de sus salarios y a la cara más visible de la crisis: la inflación.

Fotos de Belén Grosso

El movimiento de desocupados o de los trabajadores y trabajadoras de la economía popular ocupa el centro de la escena por razones que son más que evidentes: están entre los más golpeados por la crisis y una inflación que es alta en general y galopante en los alimentos, en particular.

En nuestro país tiene lugar un fenómeno inédito: en 2021 se alcanzó un récord histórico de trabajadores en actividad que están bajo la línea de pobreza. Un trabajo de la Universidad Católica Argentina informó que desde el año 2017 la tendencia ascendente pasó del 15,5 al alarmante 28,2 por ciento.

En este contexto, lo que sucede entre los trabajadores y trabajadoras del sector formalizado parece un “tema secundario”; en todo caso, padecen de males menores frente a los males peores que aquejan a los de más abajo.

Sin embargo, en el mundo obrero formalizado algo comienza a moverse en la pospandemia, estimulado por una crisis que tiene un núcleo unificador: la inflación.

Un sismo aconteció en el universo gremial por el sorpresivo desplazamiento del histórico dirigente Antonio Caló en la emblemática Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y su reemplazo por Abel Furlán. Se tejieron mil conjeturas sobre la injerencia de la interna política del Frente de Todos en este recambio; sin embargo, las razones últimas radicaban en el malestar de una fracción del movimiento obrero industrial muy castigada en términos de condiciones laborales y pérdida salarial.

Así lo demostraron los operarios de la empresa Pilisar (ex – SIAM) en Avellaneda que, a poco del recambio dirigencial, impusieron un paro masivo en la planta de Avellaneda y lograron la reinstalación efectiva de trece trabajadores que tenían contratos precarios que la empresa pensaba discontinuar. Los contratos se basaban en un acuerdo firmado por la conducción anterior que tenía el objetivo de fomentar la producción de electrodomésticos: una contratación masiva de personal con salarios en bruto de $46.546. Un fraude laboral en toda la línea que normalizaba la excepcionalidad del contrato eventual. La gran novedad fue que se llevó adelante un paro total que unió a contratados y efectivos exigiendo la reincorporación de los despedidos.

Un sismo aconteció en el universo gremial por el sorpresivo desplazamiento del histórico dirigente Antonio Caló en la emblemática Unión Obrera Metalúrgica y su reemplazo por Abel Furlán. Las razones últimas radicaban en el malestar de una fracción del movimiento obrero industrial muy castigada en términos de condiciones laborales y pérdida salarial.

Un reclamo similar sostienen los obreros en Valeo, de Córdoba -también perteneciente a la UOM-, una empresa transnacional que fabrica partes plásticas para las automotrices y viene aumentando la producción y las horas extras permanentes para cumplir con los pedidos de sus clientes. Allí, más de treinta operarios contratados que hace más de un año están trabajando reclaman por su efectivización.

En el Área Metropolitana de Buenos Aires, los más de quinientos operarios de la textil Cladd, ubicada en San Martín, realizaron a fines de marzo un contundente paro y movilización al Ministerio de Trabajo bonaerense que obligó a decretar la conciliación obligatoria. La empresa había notificado el despido y la suspensión de 18 obreros del sector “hilería”, por rechazar la instauración del “turno americano”. La discusión y el conflicto siguen abiertos.

El miércoles 30 de marzo, un grupo de choferes de colectivos nucleados en la agrupación «Choferes Autoconvocados» e integrado por trabajadores de distintas líneas transportistas de la provincia de Buenos de Aires, protestaron con un corte de tránsito parcial sobre la Autopista Acceso Oeste, altura ruta 23, en la localidad de Moreno, en el oeste del conurbano bonaerense. Uno de los reclamos planteaba «un salario básico de $180.000», según informaron los trabajadores.

A principios de abril, la conducción de la empresa siderúrgica Acindar salió a alertar sobre el “impacto negativo que tiene en la producción un conflicto sindical en la planta de Villa Constitución”. Plantearon que una “medida de fuerza silenciosa” lanzada por el gremio en apoyo a un reclamo contra el impuesto a las ganancias afecta la posibilidad de “captar oportunidades dentro de la estructura global del grupo que beneficiaría a todos los que trabajan” en la fábrica de acero del sur santafesino.

El gerente de Relaciones Institucionales de la compañía, Facundo Velasco, se quejó de que “un quite de colaboración elevado a la máxima potencia” disparó “un ausentismo muy elevado para los estándares históricos”, que traba la implementación de un cuarto turno de trabajo en una de las dos líneas de producción de la acería. Recordó que la empresa forma parte del grupo internacional Arcelor Mittal, con plantas en todo el mundo que en alguna medida compiten por la producción. Y señaló que en diez días se dejaron de producir por este conflicto 11 mil toneladas de acero, que “seguramente se terminarán importando”.

Del otro lado de la trágica versión empresaria, hay un reclamo mucho más simple: que se retire el mal llamado «impuesto a las ganancias» aplicado sobre las remuneraciones de los trabajadores y que se elimine de la cuarta categoría para que el salario no se vea afectado.

En la otra punta, hacia el sur, los y las docentes de la provincia de Río Negro resolvieron ir al paro por 48 horas a principios de abril rechazando la mísera propuesta salarial de la gobernadora Arabela Carreras.

Mientras que, hacia el norte, un sector que puede considerarse bisagra entre los de más arriba y los de más abajo, llevó adelante una medida de fuerza extendida. El martes 5 de abril comenzó un paro de UATRE Seccional Tucumán ante las paritarias en el citrus, medida de fuerza que fue acompañada por cortes en diferentes puntos de las provincias.

Los piquetes de los cosecheros fueron desde el norte, como en la rotonda de Los Gutiérrez, hasta el sur, como Famaillá, Concepción o Bella Vista. Los trabajadores de empaque también fueron parte de la protesta con un corte a la citrícola San Miguel.

Eppur si muove

Para la agenda de los grandes medios y también para el Gobierno, la clase trabajadora ocupada parece silenciosa e inofensiva, a la espera de sostener sus puestos de trabajo y sus relativas mejores condiciones laborales comparadas con los sectores precarizados y desocupados. Sin embargo, algo empieza a moverse en la pospandemia y al ritmo de una crisis que tiende a unificar con el mismo castigo a todos y todas: la inflación.

Para la agenda de los grandes medios y también para el Gobierno, la clase trabajadora ocupada parece silenciosa e inofensiva (…) Sin embargo, algo empieza a moverse en la pospandemia y al ritmo de una crisis que tiende a unificar con el mismo castigo a todos y todas: la inflación.

Decretar el fin del movimiento obrero en los tiempos en los que, precisamente, parece no ponerse “en movimiento” es una moda recurrente y un deporte intelectual internacional. Alguna vez murió porque se había “aburguesado”, otra porque estaba demasiado golpeado por la desocupación y las divisiones. Sin embargo, el verdugo seguía ahí en el umbral.

Un acontecimiento internacional reciente vino a recordar este eterno retorno. Por estos días, los trabajadores del almacén de Amazon en Staten Island hicieron historia al convertirse en la primera instalación en EE. UU. en sindicalizarse. Es una de las instalaciones más modernas de este siglo XXI, sin embargo, cuando los líderes del recién formado Amazon Labor Union comenzaron el trabajo de agremiación del lugar, recurrieron a un manual llamado «Métodos de organización en la industria del acero» del año 1936.

Todo un símbolo de una memoria de hierro que también anida en la clase obrera argentina.

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