VIAJE DEL PRESIDENTE AL LUGAR MÁS LEJANO DEL MUNDO

Por: Gustavo Ng

El viaje de Alberto Fernández a China aparece como una oportunidad para seguir explorando la consolidación de la relación de ambos países por fuera de los relatos instalados por Estados Unidos y Europa. Con la experiencia reciente de cooperación durante la pandemia y una agenda de obras en carpeta, el gobierno busca seguir acercándose al gigante asiático, segundo socio comercial de la Argentina. Pero ¿Qué espera el país asiático del gobierno?

Ilustración: Martín Vega

Un país no es una entidad acabada que se pone en contacto con los demás desde una condición de autosuficiencia, sino que es conformado en el proceso de la relación con las demás naciones. Por eso, el trabajo político interno es determinado en el frente externo. Es en el escenario internacional donde se afirma la soberanía nacional, por lo cual es decisivo ejercer a pleno la capacidad de conocer sagazmente el panorama mundial y la forma que éste gravita sobre Argentina. Nos conviene a los argentinos conocer a los países que tienen mayor gravitación sobre nuestra realidad, entre ellos China, que está rápidamente instalándose como uno de los mayores poderes planetarios y es nuestro segundo socio comercial.

Durante vastas porciones del pasado, China fue el país más grande del mundo, por su economía, su producción, su población, su tecnología, su fuerza militar. Luego de haber entrado en un período de sombras, por su propia evolución y por el sometimiento a los imperios coloniales europeos, en la segunda mitad del siglo XX comenzó a restituir su dimensión histórica en un movimiento masivo y resuelto.

En este posicionamiento, China comienza a tener un poder que está transformando la forma del mundo. Es impactante el modo en que el gobierno de Estados Unidos, explosivamente con Donald Trump, ahora intensamente por Joe Biden, está obsesionado con China, lo que se entiende teniendo en cuenta que el poder de China amenaza la primacía norteamericana. Estados Unidos no es el mismo país si China es una nación atrasada y periférica que si China comienza a ser una potencia que desarrolla una carrera espacial fulminante, está terminando de construir una estación espacial y tiene un carrito explorando Marte.

En tanto, a los argentinos China parece no quitarnos el sueño. ¿Por qué Estados Unidos no puede dormir tranquilo con China y nosotros la ignoramos por completo? No podemos comparar el tamaño nuestro con el de Estados Unidos, pero de algún modo, China es tan importante para nosotros como para ellos. Gravitará inevitablemente cada vez más en nuestro futuro y si nos decidiéramos a profundizar nuestras relaciones con China, podríamos beneficiarnos.

Sin embargo, China parece no estar en nuestro radar. Cada vez que un intelectual, un periodista, incluso un especialista de relaciones internacionales habla de “el mundo”, no incluye a China. Cuando se dice, por ejemplo, “el mundo está en crisis”, se ignora por completo a China, que no sólo no está en crisis, sino que está floreciendo de una manera imparable.

Los investigadores dedicados a China son muy pocos, los espacios en las universidades dedicados al tema recién empiezan a abrirse lugar, con fuerte resistencia de las estructuras académicas tradicionales, mientras los medios de comunicación hegemónicos y los más alineados con el gobierno se ocupan de China sólo marginalmente y ninguno tiene ni corresponsal ni periodistas referentes en las principales ciudades de China. Dejamos que todo lo que pasa en China nos lo cuenten los norteamericanos y los europeos. Tenemos que conocer a China para saber cómo sacar la mejor ventaja de esa relación y decidir de la mejor manera posible cómo configurar nuestro país con el material que nos ofrece la relación con China.

Así las cosas, resulta promisorio el hecho de que el presidente de la Nación establezca una instancia de comunicación directa apersonándose en Beijing, el lugar más lejano del planeta saliendo de Argentina. El programa de viaje de Alberto Fernández incluye un encuentro con Xi Jinping, ser tomado por las cámaras en la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, reunirse con el canciller Wang Yi, visitar la Ciudad Prohibida y la Gran Muralla y recibir un honoris causa en la prestigiosa Universidad de Tsinghua.

El escenario interno

Hace casi 20 años que Néstor Kirchner comprendió lo que estaba pasando con China en el mundo, e inmediatamente puso manos a la obra. En ese momento China ya ganaba protagonismo, pero estaba muy lejos de lo que es ahora. En 2004, Kirchner estableció una asociación con China, refrendada con dos visitas suyas a Beijing y con una visita a Buenos Aires del entonces presidente Hu Jintao.

Al establecer una asociación, instauró un canal permanente para el comercio. Los dos países potenciaron el comercio que era posible para Argentina, el que teníamos a mano, de matriz colonial: nosotros cedíamos recursos naturales crudos a cambio de bienes industrializados. Es un esquema malo para nuestro país, diseñado para que las ganancias queden concentradas en pocas manos y con la consecuencia de un resultado deficitario en la balanza comercial —como de hecho viene ocurriendo. Los gobiernos peronistas de los Kirchner, sin embargo, consiguieron sacarle partida, distribuyendo parte de las ganancias. Además, buscaron que esa forma de intercambio perjudicial sirviera como base para una relación superadora.

La última visita de Cristina Fernández de Kirchner a China fue como presidenta, en 2015. En ese viaje ambos países plantearon un “salto cualitativo” en las relaciones (el contenido está en los discursos de Cristina recopilados en el libro Una política exterior soberana, del Instituto Patria y la editorial Colihue), lo que implicaba superar el intercambio comercial para instaurar cooperaciones en los campos de energía, logística, alimentación y ciencia y tecnología. 

“El mundo de compradores y vendedores se va a ir diluyendo con el tiempo, porque van a surgir las necesidades estratégicas y políticas de asociación”, sostuvo entonces la presidenta. Habló de “acompañar y aprender de la República Popular China toda su experiencia en materia de exploración espacial” y de construir una cuarta y una quinta central nuclear, ésta última ya con desarrollo tecnológico conjunto.

En el campo de alimentos, propuso: “Tengamos asociación estratégica a través de distintas formas de asociación para que lo que se produce en nuestro país primariamente pueda tener valor agregado y ser exportado también como producto terminado por empresas que van a ser argentinas”.

Conceptualmente, aquellos discursos fueron el pico más alto de las relaciones entre Argentina y China. El paquete de acuerdos aprobados por el Congreso Nacional de Argentina en 2014, que involucraba grandes inversiones chinas, fue planchado en los años del gobierno de Cambiemos. La oligarquía representante de los intereses norteamericanos receló de los chinos a la sombra de los ladridos del presidente Donald Trump —posición que mantiene, y amplifican los medios de comunicación hegemónicos de Argentina.

En 2020, cuando muchos estábamos expectantes ante la posibilidad de que se retomara el camino abandonado, quedamos sepultados bajo la pandemia.

Desde entonces, el protocolo de la relación entre los Estados chino y argentino no tuvo grietas, salvo cierta indecisión de nuestro país a la hora de elegir al embajador. La primera reunión que aceptó Cristina Fernández de Kirchner como nueva vicepresidenta de la Nación fue con el enviado especial del presidente Xi Jinping, Arken Imirbaki, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional china.

Los presidentes Fernández y Xi Jinping intercambiaron cartas bien intencionadas, nuestro presidente participó, de manera virtual, en el acto por el centenario de la fundación del Partido Comunista de China, en la inauguración de la cuarta edición de la Exposición Internacional de Importación de China (China International Import Expo, CIIE) y en la Feria Internacional de Comercio de Servicios de China (China International Fair for Trade In Services, CIFTIS).

Fuera de lo estrictamente sanitario, la pandemia mantuvo la frialdad de las relaciones con China que había establecido el macrismo, aunque, como había ocurrido en otros planos, la indiferencia de los poderes de Occidente generó un vacío que los chinos supieron llenar con cooperación. Fueron las vacunas de China —y de Rusia—, no de Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, las primeras que llegaron. Quedará para la historia internacional de nuestro país el puente aéreo de Aerolíneas Argentinas para ir a buscar insumos médicos volando sobre la Antártida.

Si Donald Trump se desgañitaba agitando el “virus chino”, los chinos, casi sin decir nada, mandaban vacunas para el pueblo argentino. Esta actitud estaba respaldada por un manejo casi milagroso de la pandemia fronteras adentro —aún hoy, China tiene menos de 6000 muertos desde el comienzo de la pandemia.

La pandemia no ha sido superada, pero los aires de distensión allanaron el camino para que el presidente Alberto Fernández viaje a China. El Gobierno argentino mantuvo el timón firme en las aguas de la pandemia, pero ha tratado otros temas de manera hesitante, avanzando y retrocediendo casilleros. Esos temas incluyeron aspectos de la relación con China, como fue el caso del proyecto de granjas porcinas. El viaje del presidente al gigante asiático aparece como una oportunidad para que tome en sus manos con determinación un asunto mayor, para un presente extremadamente complejo y un futuro que depende en gran parte de cómo se resuelva el hoy.

Ya en 2012, parada al lado de Xi Jinping, Cristina Fernández de Kirchner hablaba de la necesidad de que “el crecimiento económico llegue a todo el pueblo”, mientras que para el frente externo sostenía que “el mundo donde unos viven a expensas de otros no va a ser posible. El nuevo mundo es un mundo de la cooperación, en donde todos ganamos. Esos deben ser los ejes del nuevo modelo global”.

Fue un momento de sintonía entre los líderes en un punto muy alto. El embajador en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, quien tiene una vinculación directa con Cristina, recoge aquel entendimiento y lo lleva a la relación bilateral. Hace unos días, en una entrevista concedida a la revista China Hoy, Vaca Narvaja enfatizó: “Queremos que la ciencia y la tecnología y la transferencia de conocimiento sean algunos de los sellos de esta gestión, y por eso estamos haciendo un trabajo muy fuerte para que nuestras empresas tecnológicas y del rubro de lo que llamamos economía del conocimiento tengan más participación en todas las ferias tecnológicas de China.”

Qué hacer con China

Igual que casi todo, China quedó abajo del doble manto paralizador del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y de la pandemia. La diferencia fue que, en este caso, la pandemia resultó ser un escenario de cooperación entre los dos países. La escena de millones de dosis de vacunas llegando desde China, ante un Estados Unidos que las veía pasar impotente, fue soslayada por periodistas y otros creadores de opinión pública, pero bien podría ser leída como una clave, teniendo en cuenta que Estados Unidos no parece dispuesto a ofrecer a nuestros países las inversiones que sí propone China. Incluso podría ser vista como un presagio.

La escena de millones de dosis de vacunas llegando desde China, ante un Estados Unidos que las veía pasar impotente, fue soslayada por periodistas y otros creadores de opinión pública, pero bien podría ser leída como una clave, teniendo en cuenta que EE.UU no parece dispuesto a ofrecer a nuestros países las inversiones que sí propone China.

La suspensión del movimiento económico impuso un freno a los proyectos entre Argentina y China. Las negociaciones y la preparación de proyectos de infraestructura se desarrollaron a un ritmo de una lentitud irritante y con trabas a cada paso.

Casi todos los emprendimientos han permanecido suspendidos o fueron ralentizados: la construcción de las represas en la provincia de Santa Cruz, la cuarta central nuclear, el segundo puente del Chaco-Corrientes, los corredores bioceánicos a través de la Cordillera de los Andes, la hidrovía. Obras como el parque fotovoltaico Cachauri, en la provincia de Jujuy, contrastan por el simple hecho de su realización.

Esta tibieza ha estado en consonancia con desatenciones en el manejo de las relaciones con China en el plano de la gobernanza. En el ministerio de Relaciones Exteriores, el segundo socio comercial del país ocupa un lugar marginal, no específico, y las áreas encargadas de relacionarse con China en cada ministerio y otras reparticiones del Estado, carecen de una política común y no están coordinadas, ni siquiera conectadas, entre sí.

La desproporción entre lo que significa China y el lugar que ocupa en la administración gubernamental, no deja de tener correspondencia con la falta de consenso en Argentina respecto de cuánto y cómo apostar a las relaciones con el país asiático. El recelo social, tanto de los sectores económicos como del ecologismo que tiene auspicio de los poderes centrales de Occidente, tiene mucha fuerza en la sociedad argentina, y eso es representado por sus gobernantes.

La inacción y los enredos con que se conduce en Argentina la relación con China, contrastan con la labor desarrollada en territorio chino por el embajador Sabino Vaca Narvaja. Desde una segunda posición, detrás del embajador Luis Maria Kreckler, Vaca Narvaja trabajó con una intensidad poco común en lo diplomático para conseguir las mejores condiciones y los recursos necesarios para que las vacunas chinas llegaran a la Argentina. Además, no se refugió en la pandemia desde que fue nombrado embajador a principios del año pasado.

Obras para una visita de dos días

La agenda de obras para que China invierta en Argentina que el presidente Fernández lleva en carpeta incluye proyectos que ya fueron aprobados por el Congreso Nacional y otras iniciativas, algunas en desarrollo y otras que esperan en el futuro.

La lista incluye la cuarta central atómica, que implicaría un desembolso de entre 8.000 y 9.000 millones de dólares, el complejo hidroeléctrico en Santa Cruz de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, que entrarían en funcionamiento hacia 2027, la ampliación del parque solar Cauchari, en Jujuy, ejecutado por Power China, una mejora en la red eléctrica del Área Metropolitana de Buenos Aires, que involucra en esta primera etapa 1100 millones de dólares, otras obras de trasmisión y distribución de electricidad, la hidroeléctrica “Potrero del Clavillo-El Naranjal”, en Tucumán y Catamarca, el parque eólico/solar “Cerro Arauco”, en La Rioja, y más obras de energía renovable.

También figuran la segunda etapa de la red de gasoductos Transport.Ar, el proyecto hidroeléctrico de Chihuido, en Neuquén, el segundo puente entre Resistencia y Corrientes y más inversiones en los ferrocarriles San Martín, Belgrano Norte y Roca.

En los días de la visita se llevará a cabo un Foro Virtual Empresario, que sería el marco para anuncios sobre minería (en especial litio), transferencia de tecnología desde Argentina a China a través del INVAP con la venta de reactores para radioisótopos medicinales, y la automotriz china Chery anunciaría la inversión en una fábrica de vehículos eléctricos en Argentina.

La agenda de obras para que China invierta en Argentina que el presidente Fernández lleva en carpeta incluye la cuarta central atómica, el complejo hidroeléctrico en Santa Cruz de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, la ampliación del parque solar Cauchari, en Jujuy, una mejora en la red eléctrica del Área Metropolitana de Buenos Aires, entre muchas otras.

Una nueva posición

El escenario internacional determinado por la tensión entre China y Estados Unidos gravita decisivamente sobre las posibilidades de una relación entre Argentina y el país asiático. El presidente Joe Biden parece estar fusionando, para su potenciación, la agresividad maníaca de su predecesor Donald Trump con la vocación y la capacidad que tiene su Partido Demócrata para desplegar el imperialismo norteamericano en todos los rincones del planeta.

La inflamación antichina se juega en un escenario múltiple, inclusive en Ucrania. En América Latina, Estados Unidos replica el penoso juego de correr a China desde atrás, en vez de intentar ganarle compitiendo con una propuesta superadora. Para Argentina, la maniobra norteamericana tiene una fuerza que parece invencible, cristalizada en la deuda con el Fondo Monetario Internacional, el apoyo de los sectores poderosos del país y la actitud de China de evitar el choque. China avanza hasta que el patrón del patio trasero dice “basta”, y entonces retrocede unos pasos, para explorar paciente e incesantemente otros caminos para una nueva oportunidad.

Ante la arremetida norteamericana, el gobierno de Alberto Fernández parece no decirle que no a nadie y sí a todos y después dejar que se imponga el más fuerte. En su modo de picar donde no duele, apoyó los Juegos Olímpicos de Invierno ante el boicot norteamericano. Los medios chinos rescataron la actitud del presidente argentino, aunque el boicot declarado por Estados Unidos no parece ser más que testimonial, con los funcionarios despotricando y los atletas norteamericanos compitiendo.

Por otra parte, pueblo de vocación ritual, los chinos sacan orden y energía de las efemérides. Resulta importante que Alberto llegue a China en el Año Nuevo local y haciendo afirmación de estar allí en el mes que se cumplen 50 años del inicio de la relación entre los dos países.

Volviendo a Cristina en Beijing en 2015, en unos de sus discursos dijo: “Así como Mao postulaba un modelo chino propio, que no tenía que ver ni con el Este ni con el Oeste, sino que era un modelo chino, también el presidente Perón propiciaba un modelo de capitalismo nacional”.

China acarrea esta coincidencia a la firme invitación a que Argentina forme parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, BRI).

Suscribir el memorando de entendimiento para pertenecer a la comunidad internacional que está en desarrollo alrededor de esa iniciativa, pareciera ser el punto de inflexión de la relación entre Argentina y China en el viaje presidencial.

La visita se llenará de contenido si se firma, o será un bluff desde el punto de vista chino si no se firma. Por supuesto, está la posibilidad de que se suscriba y después se olvide, pero para China eso será como no haberse firmado, porque en la BRI, China cifra su política exterior. China pareciera utilizar la BRI para decidir quiénes son amigos suyos y quiénes no.

Si Argentina firmara, además, podría marcar una nueva etapa en la relación entre China y América Latina, desde que, si bien la mayoría de los países latinoamericanos ya son parte de la iniciativa, aún no han entrado ninguna de las tres grandes economías: México, Brasil y Argentina. Ante un rumbo en la región que podría tener reparos con el neoliberalismo obcecado, la actitud argentina podría leerse como un gesto regional.

Más aún, cuando Alberto Fernández, no sólo será uno de los dos únicos jefes de Estado latinoamericanos en los Juegos Olímpicos, sino que además llegará en calidad de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), una asociación promovida especialmente por China para tratar con la región como un bloque.

Se trata de una entidad inorgánica, que no tiene mucha más vida que la de plantarse un poco ante el poder de Estados Unidos. En cada reunión, representantes de los países asisten sin haber hablado previamente, y firman tratados que difícilmente resulten decisivos en la vida de sus países. Los más sustanciosos entre los acuerdos, son los que presenta China. Sin embargo, frente a una Organización de los Estados Americanos que se revela un brazo de los Estados Unidos más firmemente que nunca, y con los nuevos aires de la región, la CELAC sí podría ganar un peso surgido del contraste.

Quizás eso dependa del triunfo de Lula en Brasil y de la actitud de Lula frente a la CELAC. La presencia de Alberto Fernández en China no es, para los chinos, algo ajeno a las posibilidades del triunfo electoral del expresidente brasileño. En los últimos años, los intelectuales chinos han preguntado a los latinoamericanos con insistencia por el grupo BRIC. En un momento en que el grupo estuvo realmente operativo, circuló la idea de sumar a Argentina. No sería del todo extraño que China recoja aquella ocurrencia. Es posible que este tema también forme parte de la agenda subterránea de las relaciones entre China y Argentina.

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