EL PERONISMO COMO MOLESTIA

Por: Pedro Saborido

Autor: Pedro Saborido. Ilustrador: Frank Vega.

Ernesto, el peronista molesto

 

-Soy Malatesta, el peronista que molesta- dice Ernesto, el peronista molesto, cuyo arte mas preciado es, precisamente, molestar.

Desde niño se entrenó en el goce del molesto vocacional. Sus formas preferidas de enardecer al prójimo eran:

Rasguñar pizarrones.

Raspar platos con las puntas de un tenedor.

Hablar en voz alta en los colectivos.

Toser con la boca abierta.

Hacerse el dormido y roncar cruzando el ritmo y juntando flema.

Hacer ruido al tomar sopa o café.

Lo mismo al comer, generando gran volumen con ese sonido que se logra cuando en la boca se ha formado una masa alimenticia con cierta elasticidad y un pequeño grado de liquidez. Justa como para hacer ese ruido tan especial. Ese “glitch-glitch-sglaglogw”, que es muy similar al sonido que hace un perro cuando se lame los genitales. Muy perturbador. Muy irritante.

-Yo de muy jovencito ya había descubierto que molestar es manejar cierto poder. Porque hace que el molestado deje todo de lado y solo piense en una cosa: que uno pare de molestar. Entonces le maneja el deseo, porque le maneja su objetivo inmediato. Uno le marca el sentido de su voluntad. Porque una forma de dominar es hacerse odiar. Por eso me sentí completo cuando descubrí al peronismo.

 

La máquina de molestar

 

-Cuando fui a la plaza aquel 17 de octubre de 1945, yo tenía 15 años. Enseguida me di cuenta del potencial molestador del peronismo.

No tanto por el peronismo en sí, sino por lo que tienen enfrente. La oligarquía y la burguesía ofrecen un gran flanco de debilidad: protocolos, modales, formalidades. Es decir, tiene un gran territorio donde ser molestado. Es fácil molestarlos.

“El peronismo se constituye en su impostura”, es la frase con la cual Malatesta siempre sustentó su principal actividad.

-No sé qué quiere decir. Se la escuché a un peronista de Filosofía y Letras y se la compré para poder usarla yo. A ver: a mi básicamente me interesa romper las pelotas. Es una pulsión. Por eso fundamos el Comando de Provocación y Molestia Justicialista. Porque sabíamos que el Peronismo molesta en lo económico, molesta en lo social y molesta en lo político. Pero también molesta en lo estético. Y ahí fue donde trabajamos nosotros.

 

La institucionalización de la molestia

 

Malatesta explica sus funciones durante aquellos años del primer peronismo.

-Obvio que había varios departamentos. Algunos administraban gente que se ponía en cueros en una plaza, otros planearon la “Invasión a Mar del Plata”. Nosotros estábamos en la “Secretaría de ponerle Perón o Evita a obras públicas, lugares o eventos”. La armamos porque, obvio, ponerle Perón de nombre a una plaza, por ejemplo, los enfermaba. Y nosotros gozábamos como burras.

Algunos de los trabajos de Malatesta fueron:

La Plaza Perón.

La Plazoleta Perón.

La calle 8 de Octubre (En homenaje al cumpleaños de Perón).

La avenida 9 de Octubre (en homenaje al día siguiente).

El Pasaje Cumple de Dos (Homenaje al día en que Perón cumplió dos añitos).

Fundación Eva Perón.

Provincia Eva Perón.

Ciudad Evita.

Barrio Evita.

Campeonatos Evita, en donde además de los deportes tradicionales se compitió también en Remo Peronista, Nado Sincronizado con un discurso de Perón y el apasionante “Perón pasa-Evita anota”, un deporte similar al básquet. Seis jugadores deben darle la pelota a un séptimo, que tiene una careta de Perón. Este es, a su vez, el único habilitado a darle un pase a una jugadora también con careta, pero de Evita. Esta es la única que puede anotar tantos. Exaltación y culto a la personalidad extremos.

Malatesta reconoce:

-La verdad es que nos pasamos un poco quizá. Y hasta supongo que lo único que hacía esto era molestar. Eso es bueno porque distrae al enemigo. Malo, porque lo enerva y le da energía. Pero el peronismo no es discreto. La discreción es más propia de burgueses y oligarcas. El Peronismo vive en voz alta.

 

Los límites de la molestia

 

-Yo creo que en un momento empezamos a hartar bastante. El molesto a veces no conoce el límite. Ese límite donde comienza un proceso de autodestrucción. En donde uno la empieza a cagar. Por ejemplo: ponerle Peronosaurio a unos fósiles que se encontraron en Lanús, que nunca supimos si eran restos de un asado.

Armar la Peroneta, una moto para chicos que tenía la cara de Perón en el manubrio y que iluminaba con un foco que tenia en la boca, por lo cual parecía que el General iba todo el tiempo diciendo “Ohhh”.

La inauguración del Peronoscopio, un telescopio peronista por el cual uno miraba a las estrellas y podía ver la Constelación del Perón Sodero. En ésta se podía observar un conjunto de estrellas en las que se podía apreciar la figura de Perón vaciando un sifón sobre un pelado.

Con sus ochenta y ocho años, Ernesto, el peronista molesto, parece animarse a decir algo que siempre supo:

-El que molesta busca un límite. A veces el peronismo logra hartar a los gorilas hasta hacerse sacar a patadas. Pero esto es porque el peronismo es demasiado bueno. Es más lo que molesta, que lo que asusta. Porque cuando de verdad el peronismo mete un poco de miedo, a los peronistas los hacen cagar fuego. Cuando los peronistas asustan, terminan muertos o presos.

Malatesta dice esto y luego sonríe, mostrándonos fotos de la Cordievita de Villa Domínico, una cordillera con siete montañas de más de 700 metros  con grandes esculturas de la cabeza Evita con distintos peinados. Construida sobre finales del segundo mandato, no hay registro del tiempo que le llevó a la Revolución Libertadora desmontarla.

-Eso fue así, porque nunca se sabe cuánto se tarda en desarmar algo que hizo el peronismo. A veces poco. A veces mucho.  En algunos casos nunca-acota Malatesta, que sabe que cuando el peronismo no molesta, hay que sospechar de él.  O que sea una molestia leve y ya invisible, escondida detrás de la costumbre.

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