LA CHICHARRA DEL CUARTEL V. LA ECONOMÍA POPULAR EN EL TERRITORIO

Por: María Cecilia Ferraudi Curto

  Su historia se cuenta desde un centro cultural que organiza la economía popular en Cuartel V del partido bonaerense de Moreno. Frente a cada crisis se plantaron con una nueva acción: talleres, un comedor y cooperativas de vivienda para hacer frente a la falta de trabajo, murga y rock para desafiar la amenaza de los transas, presión comunitaria para conseguir salud, escuelas y polideportivos para el barrio. Por María Cecilia Ferraudi Curto. Fotografía: Mayra Llopis Montaña

Hoy Mariel festeja sus 41. Están sus hijos, su marido, sus compañeras y compañeros, y “todes les que quieran ir” (según la invitación publicada en su Facebook). Vinieron cuatrocientas personas. Armaron una linda comilona en La Chicharra. Marcela y Adriana se ocuparon de organizar todo, de ordenar las mesas en el centro cultural y decorarlo con guirnaldas, Cinthia preparó un locrazo, y las chicas trans del taller de teatro de Moreno armaron una obra. Mariel ríe, baila, se saca fotos acá y allá, se funde en mil abrazos.

Contar la historia de Mariel Fernández es empezar por este presente… todo empieza con un impulso tenaz por celebrar la vida. Porque su historia se cuenta desde La Chicharra, este bicho que suena en el folklore como un violín que consuela nuestros sinsabores y que se hizo centro de la cultura popular en Cuartel V, Moreno. Porque La Chicharra fue la manera que Mariel encontró para transformar la muerte en vida.

Para Mariel, La Chicharra nació como un homenaje a su papá. Él era albañil pero había dejado de trabajar en las obras porque el físico ya no le daba. Junto con su mujer, habían abierto un kiosco en su casa. Él se ocupaba de los suministros y ella de atender el negocio. Un día cualquiera de 1996 fue a comprar mercadería a José C. Paz y fue baleado en un intento de robo. Murió tres semanas después. La mamá de Mariel se desmoronó. Mariel tenía 18 años. Para ayudarla, una vecina la conectó con El Colmenar, una mutual de transporte público fundada por un grupo de habitantes de Cuartel V, a inicios de los noventa. En una zona alejada más de 20 km del centro de Moreno, las empresas de colectivos proveían sólo dos servicios diarios alegando baja rentabilidad. La mutual era un modo autogestivo de responder a una demanda de los vecinos desatendida por el Estado. Mariel empezó dando apoyo escolar allí. Después le ofrecieron un puesto de secretaria. Mientras tanto, para sacar adelante a su mamá, la acompañaba a las reuniones de familiares de víctimas.

La Chicharra fue la manera que Mariel encontró para transformar la muerte en vida.

Allí les recomendaban hacer cosas para otros como manera de atravesar el dolor. Poco a poco, iba tomando forma la idea de La Chicharra.

Desde chica, Mariel asistía a marchas, reuniones y actos porque, mientras su hermana era radical, ella era peronista. Su mamá la llevaba a los eventos del Consejo de la Comunidad. Su vecina la pasaba a buscar para ir a las movilizaciones. Eran tiempos de (Coco) Lombardi en la intendencia de Moreno. En este distrito del segundo cordón del Gran Buenos Aires, la transición a la democracia implicó una apuesta por la construcción de una cultura política democrática a través de la participación vecinal. Peronismo y cristianismo de base se combinaban para sostener ese proyecto popular. El primer Consejo de la Comunidad se abrió en Cuartel V.  A la mamá de Mariel le gustaba participar en las reuniones pero nunca se metió en política porque su marido no la dejaba. Él también iba a las reuniones en el Rancho de Epifanio Gómez porque era quien entonaba el himno nacional al inicio de los encuentros. Cantaba bien, como su hijo menor, y siempre lo venían a buscar para los festejos. Y, como buen albañil, tomaba bastante.

En ese entonces, Mariel odiaba despertarse todos los domingos con el chamamé de su papá. Pero después de su muerte, fue revalorizando esos recuerdos infantiles. A los 20 años, Mariel se casó con Esteban (entonces nadie le decía El Gringo). Vivieron un tiempo en Moreno Sur hasta que la tía de Mariel les prestó un terreno en las cercanías de Cuartel V. Cuando un primo suyo murió violentamente, Mariel y Esteban abrieron un centro cultural en su casa, para levantarle el ánimo a su tía. Así nació El Poyi en Barrio Ayelén. Entonces, Mariel supo qué quería hacer en memoria de su viejo.

Poco a poco, tres pilares darían forma al proyecto: ponerle por nombre La Chicharra, en recordación de un animal con rol protagónico en el folklore argentino (porque el centro no era sólo para su papá sino para todos sus vecinos); dedicarse a rescatar la cultura popular a través de sus actividades, y funcionar en un espacio emblemático del barrio y de su propia historia, El Rancho de Epifanio Gómez. Recién en 2003 consiguieron comprar el lugar, gracias a uno de los últimos subsidios de la Fundación Antorchas. Y así nació La Chicharra.

Mientras la situación social empeoraba a su alrededor, en El Colmenar los ingresos fueron mermando y costaba pagar los sueldos. Era una mutual que no recibía apoyo estatal, como las empresas de transporte público. Antes de que tuvieran que pedirle renunciar, Mariel decidió irse sola. Pronto comenzó a trabajar en un Hogar para chicos de la calle llamado El Arca. Allí estuvo cerca de dos años. Y conoció a Joni, su hijo mayor.

En Moreno, distrito del segundo cordón del Gran Buenos Aires, la transición a la democracia implicó una apuesta por la construcción de una cultura política democrática a través de la participación vecinal. Peronismo y cristianismo de base se combinaban para sostener ese proyecto popular.

A poco de que Joni se mudara con ellos, Mariel quedó embarazada de León, quien ya se criaría entre las compañeras de La Chicharra.

El centro cultural albergaba entonces muchos talleres dictados por los propios vecinos, valorando sus saberes y el tiempo del que disponían en épocas de alta desocupación. Había talleres de amasado de pan, de murga, de santos populares. Incluso una vecina propuso uno de peinados para las fiestas. Mariel daba el taller de leyendas. Ella no recordaba que su papá le leyera cuentos al ir a dormir… pero sí le contaba historias. Rescatar la cultura popular era transmitir esas historias. Para eso, ella y sus compañeras de La Chicharra recopilaron leyendas visitando a los viejitos del barrio con un grabador. Después, Mariel las narraba a los chicos en el centro cultural y les proponía alguna actividad en relación con el relato (como hacer una lampalagua gigante con papel de diario y cinta). A los chicos les encantaba porque eran historias de miedo: la salamanca, el lobizón, el chupacabras, el pombero. Los más chicos no podían asistir al taller y los demás salían corriendo a los gritos apenas terminaba.

En La Chicharra había talleres de amasado de pan, de murga, de santos populares. Incluso una vecina propuso uno de peinados para las fiestas. Mariel daba el taller de leyendas

Cuando la crisis arreciaba, Esteban, quien se ocupaba más de la acción política entonces, tomó contacto con Emilio Pérsico, del MTD Evita.De las diferentes alternativas organizacionales, este vínculo logró cimentarse sobre una historia que vinculaba peronismo y cristianismo popular. A través del movimiento, comenzaron a gestionar planes y mercadería. Cuando abrieron el comedor en La Chicharra, Marcela, quien se iría perfilando como la mano derecha de Mariel, se hizo cargo de la cocina. A la vez, la construcción política del Evita Moreno se concretó en la conformación de centros culturales en los barrios más postergados del distrito: San Norberto, Don Sancho, El Milenio, Los Hornos, Barrio Ayelén, Trujui y Moreno Sur, entre otros. En todos ellos, el frente es un mural pintado por Damián (docente de los talleres de artes de La Chicharra). En todos ellos, las murgas descollan por la cantidad de pibes y pibas que convocan y por su energía. Emanuel, el hermano de Mariel que canta bien, siempre lideró Los Qué te importa, la murga de La Chicharra, y ayudó a todas las murgas en sus inicios y altibajos. En todos ellos, se replica el lema de La Chicharra: “primero, los chicos; segundo, los chicos; tercero, los chicos”.

A medida que sus hijos crecían, Mariel se fue incorporando en el área política. En 2011, asumió como concejal y responsable del Movimiento Evita en Moreno mientras el Gringo se lanzaba a armar la CTEP (Central de Trabajadores de la Economía Popular). También se sumó al Frente de Mujeres y a la Mesa Provincial del movimiento. Entonces Marcela pasó a ocuparse de la coordinación de La Chicharra (y Adriana la reemplazó en la cocina).

Paralelamente, la situación territorial fue mutando. Si antes la cuestión central había pasado por la falta de trabajo y comida, ahora las drogas ganaban protagonismo. Mariel debió sobrellevar un problema de consumo de su hijo mayor, con sus recaídas, sus huidas, el dolor y el miedo.

A la vez, los transas conquistaban prestigio dentro del barrio. Los Qué te importa decidieron contestarles a través de la música. La canción del corso 2011 estuvo dedicada a ellos.

Paralelamente, la situación territorial fue mutando. Si antes la cuestión central había pasado por la falta de trabajo y comida, ahora las drogas ganaban protagonismo.

TRANSA

A veces me doy cuenta de que usted

está jugando con mi suerte.

Me da esa sustancia y camino

al lado de la muerte.

Hace un tiempo yo fui un niño feliz,

hoy no quedan ni cenizas de lo que fui.

Mi padre no me quiere ver, no.

Mi madre sufre lo que sufro yo.

Y yo… no puedo despertarme.

Y yo… no puedo rescatarme.

No quiero más de eso, señor.

Usted quiere matarme.

Quiero volar alto, alto.

La paloma blanca me abraza otra vez,

me agarra fuerte,

me pega un viaje sin vuelta.

Esa palomita, mi perdición.

¡Cómo me engañaste sin compasión!

Yo te creía divertida,

sos un callejón sin salida.

Transa, transa, no te llena la panza.

Transa, transa, tu negocio me cansa.

Transa, transa, con matar no te alcanza.

Transa, transa, que tu hijo no se cruce con un transa.

Las repercusiones fueron importantes. Como sus hijos iban a La Chicharra, quienes se dedicaban al narcomenudeo debieron escuchar el tema en sus propias casas. El día del corso los transas se pararon frente a la murga y se bancaron el escarnio público. Por un tiempo, vender droga fue vergonzante dentro del barrio. Pero el problema siguió creciendo.

A lo largo del tiempo, las muertes en enfrentamientos entre bandas se incrementaron. Diferentes respuestas se orquestaron desde el Evita Moreno. En el barrio La Perla, el trabajo colectivo se encarriló a través de una cooperativa de construcción del Plan Federal. Hacía poco tiempo, una familia había sido asesinada en su casa. El miedo se sentía en las calles vacías. La cooperativa convocó a los habitantes para trabajar en la construcción de viviendas. Las madres llevaban a sus hijos. Mariel y sus compañeros les preguntaban si ellas sabían algo de albañilería. Nunca habían trabajado en una obra pero sí habían levantado paredes en sus casas. Así se formaron cooperativas incorporando mujeres como peonas en la construcción del barrio. Como el machismo estaba muy instalado en las obras, fue necesario regular las relaciones laborales a partir de un protocolo de intervención. En un momento, una compañera denunció a un capataz muy valorado por su trabajo, porque la había tocado. Ella quería renunciar. Mariel la retuvo: “El que se tiene que ir es él”, le dijo. Este trabajo no sólo impactó sobre el barrio, habilitando una alternativa laboral y generando un ajetreo diario, sino también hacia el Evita: el protocolo fue un ejemplo que se incorporó también en las relaciones entre compañeres.

El día del corso los transas se pararon frente a la murga y se bancaron el escarnio público. Por un tiempo, vender droga fue vergonzante dentro del barrio. Pero el problema siguió creciendo.

En otros barrios se profundizó el trabajo a través de la articulación entre clubes, parroquia y organizaciones sociales. También comenzaron a reunirse para buscar alternativas para todo Cuartel V.

Desde el Concejo Deliberante, Mariel presionaba para que la próxima UPA (Unidad Primaria de Atención) se localizara en Cuartel V. El 16 de octubre de 2014 Mariel y otros referentes locales convocaron a una “caminata” para pedir respuesta del Estado. La movilización bajo el lema “Un grito a 23 km de distancia” fue encabezada por el párroco, Eduardo Farrell, junto con la virgen.  Previamente habían acordado con el intendente para que se acercara a recibirlos. Pedían un hospital, una delegación municipal, más escuelas y un polideportivo sobre la ruta. Insistían con que la presencia estatal no se enfocara en la represión (en un contexto en que se lanzaba la policía local). Mariano West prometió la construcción de una UPA (Unidad Primaria de Atención), dos sedes de SEDRONAR (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas), un predio para una primaria en Los Hornos y el apoyo a los clubes locales. Estos logros fueron importantes para Cuartel V. Junto con el terciario de formación docente que La Chicharra había abierto en 2013, prometían fortalecer el tejido institucional local.

En las elecciones de 2015, Moreno vivió una historia singular. Mientras Cambiemos ganaba en nación y provincia, en el municipio, un joven candidato kirchnerista se consagraba como intendente luego de ganarle la interna del FPV al dirigente que conducía el PJ local desde mediados de los años 90: Walter Festa se impuso frente a West. Mariel Fernández se incorporó en la gestión municipal como responsable del IMDEL (Instituto Municipal de Desarrollo Económico Local). Se trataba de una mini-municipalidad a cargo de las áreas de producción agroalimentaria, economía popular y local, y turismo. Durante un año de gestión, se actualizaron redes y experiencias construidas en los años de trabajo territorial: organizaron una feria de productores de Navarro y otras zonas, pusieron en marcha el banco social, implementaron programas de capacitación y empleo, y rehabilitaron el Parque de los Robles como área de esparcimiento. A la vez, abrieron un espacio cultural en el centro de Moreno. Poco a poco, el crecimiento político del grupo apareció como una amenaza para otros sectores, en un momento marcado por la derrota del kirchnerismo y la fragmentación del peronismo. A la vez, el municipio no escapaba de un contexto más amplio de deterioro social.

Hacia fines de 2016, la situación general había empeorado, no sólo por una profundización del malestar socioeconómico sino también por un mayor margen de acción para las fuerzas policiales avalado por el gobierno provincial.

Nuevamente, el desafío consistía en proponer políticas de integración social que respondieran a dos amenazas combinadas: el avance del narcomenudeo en relación con la ampliación del poder policial.

Hacía algún tiempo, los transas ocupaban casas desalojando a sus habitantes. Los pobladores se organizaron para evitarlo. En uno de esos conflictos, César Méndez, un militante del Movimiento Popular La Dignidad, recibió dos disparos y murió antes de llegar a la UPA local. El padre Farrell volvió a encabezar la movilización. El Chino Navarro, diputado provincial del Movimiento Evita, acompañó. El Director General de Derechos Humanos del municipio, Emiliano Quinteros, apoyó el reclamo. También la CCC (Corriente Clasista y Combativa) y la Cooke respaldaron la movilización. Iki, militante de La Dignidad en La Matanza, denunció ante la prensa la connivencia de las autoridades policiales.  En marzo de 2017, el párroco debió abandonar Cuartel V por las amenazas crecientes. En abril, Mariel, junto con organizaciones y clubes de fútbol, convocó a una jornada de amor por los barrios, que combinó la presentación de bandas de rock, la realización de murales y actividades deportivas. Nuevamente, el desafío consistía en proponer políticas de integración social que respondieran a dos amenazas combinadas: el avance del narcomenudeo en relación con la ampliación del poder policial. Nuevamente, Mariel buscaba rescatar lo mejor del barrio y hacer a un lado a la muerte.

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