EL ÚLTIMO DIRECTOR DE TANGO

Por: Gerardo Fernández

El 25 de julio se cumplen 24 años de la muerte del maestro Osvaldo Pugliese. El músico que se dio el lujo de inventar un sonido en el tango, el comunista que repartía los ingresos con su orquesta de manera cooperativa, el hombre que transmitió una estética y  una ética a sus discípulos, y cuya coherencia y compromiso siguen intactos.

25 de julio de 1995. Pareciera que el fin de siglo está empecinado en llevárselos a todos. En los cinco años que lleva la década del noventa se fueron Astor Piazzolla, Armando Tejada Gómez, Atahualpa Yupanqui y Roberto Goyeneche. Ese 25 de julio, a las 11 menos 20, se apagaba  definitivamente también la vida de don Osvaldo Pugliese. No es fácil despedir en cinco años a figuras de este tamaño, y ni siquiera sirve el consuelo de que “nos dejan su obra”. Estos tíos se nos fueron y tuvimos que bancarnos seguir adelante casi como desnudos, pero hubo que seguir.

 

Si el tango de Astor fue el sonido doloroso y de a ratos agresivo del talento exiliado por motu propio que, sin renegar de las fuentes, enfrentó al conservadurismo acomodaticio que el Chango Farías Gómez definió como «los gerentes de la tradición», Pugliese portó otra mirada sobre la música de Buenos Aires que no es ni mejor ni peor, simplemente es un abordaje desde el que se dio el lujo de contener miradas diversas y que, al contrario de los planteos antinómicos de las gerencias de la tradición, le suministraron esa paleta de colores distintos como el de Troilo, o el de Piazzolla y Salgán , por nombrar las escuelas más destacadas. Porque si algo hay que entender es que Piazzolla no fue mejor a estos otros nombres, simplemente eligió otro camino, un camino que tiene componentes similares y en muchos casos distintos pero de ninguna manera mejores. Por momentos da la impresión de que en ciertos ambientes se siguen planteando pulseadas al interior del Tango que a éste nunca preocuparon. ¿De dónde viene esa contradicción que nos hace ver a Armstrong, Ellington, Parker Miles y Coltrane como pasajeros de un mismo vehículo mientras acá todavía se levantan murallas para separar la tradición de la vanguardia?

 

Pugliese fue antes que nada el músico que se dio el lujo de inventar nada menos que un sonido en el tango: basta escuchar “La Mariposa” y luego continuar con “La Yumba” o “Recuerdo” para decir: “esto es Pugliese”. O repasar el sonido del Sexteto Tango, formado por músicos salidos de su orquesta, para entender los secretos de su escuela. Su ritmo, marcado casi hasta la exageración es otra de sus particularidades. Basta también con escuchar a Jorge Maciel, uno de los cantantes más fenomenales que dio la música de Buenos Aires y muy resistido en su tiempo por su sonido, en las antípodas de esas voces tipo Edmundo Rivero. Muchas veces el “militante del PC” y el buen hombre que caminaba por Villa Crespo como un vecino más termina opacando su importancia central en el desarrollo del tango. La dimensión ética de Don Osvaldo no debe paradójicamente opacar su valor musical decisivo.

Pugliese fue antes que nada el músico que se dio el lujo de inventar nada menos que un sonido en el tango: basta escuchar “La Mariposa” y luego continuar con “La Yumba” o “Recuerdo” para decir: “esto es Pugliese”. O repasar el sonido del Sexteto Tango, formado por músicos salidos de su orquesta, para entender los secretos de su escuela.

Don Osvaldo, por Binelli

Aquella mañana de 1995 desde los estudios de la FM Latinoamericana, que transmitía desde el altillo del “Círculo Apolo Machaín Saavedra”, despierto al bandoneonista Daniel Binelli, que integró la orquesta de don Osvaldo entre 1968 y 1982. Binelli me dice que le acababa de dar la noticia que “de todos modos estábamos esperando”. Me cuenta  que en esa versión de “Arrabal”, que sonaba de fondo al contactarlo, él mismo había participado.

 

Pese a la noticia reciente, pese al impacto, Daniel se larga a hablar: “Llevo a Don Osvaldo en mi corazón. Se hace un pozo bastante grande en el tango con su fallecimiento porque era un hombre que sostenía todo desde el punto de vista del tango, sostenía una posición estética del género. Me gustaría que ese estilo no se pierda porque además era un estilo de vida: era la orquesta de la milonga, la orquesta del barrio, la orquesta donde de pronto la gente iba a bailar pero además a escucharla; una orquesta muy musical con un fraseo extraordinario, muy grande, muy lindo, muy fuerte. Y todas esas  cosas son las que de pronto uno lleva en el corazón. Don Osvaldo fue un hombre que siempre estimuló a la juventud, yo entré a la orquesta cuando tenía 23 años y en ella me crié musicalmente como arreglador y bandoneonista. Todas esas cosas hacen que lo lleve en el corazón. Y además fue mi guía musical durante mucho tiempo y uno adentro lleva todos esos estímulos que son los del tango, bien profundamente. Es decir, los músicos que estuvieron con Pugliese quedaron marcados en una determinada estilística, eso pasa siempre con las grandes personalidades, aunque yo ahora hago otras estéticas, pero adentro está toda esa cosa del estilo, ¿no?”.

La orquesta duró alrededor de 50 años, casi más de medio siglo, resistió todos los gobiernos, aunque en algunos estaba facilitado su funcionamiento y en otros no, y la orquesta resistía, estaba ahí.

Binelli habla pausado pero intenso. Tiene ganas de sacarlo todo afuera: “Pugliese tenía la particularidad de enseñar a los músicos una estética y un compromiso: había que trabajar todas las semanas, y además estaba el hecho de que uno vivía de eso y dependía del baile. El baile del sábado, si llovía cobrabas por ahí el 50% y si no llovía se cobraba el total. Después estaba la radio y algunas audiciones de televisión y grabar, y los arreglos musicales, bueno, uno daba la vida ahí, ¿no?”.

 

Pugliese tenía un mecanismo cooperativo para repartir los ingresos de la orquesta. Como buen comunista (pero no como todos los comunistas) llevaba a la práctica sus ideas tratando de dejar un testimonio de su compromiso político. “La historia de la cooperativa -prosigue Daniel Binelli- es inigualable porque la orquesta de Pugliese era el único grupo donde se sabía cuánto ganaba el director, se conocían todos los presupuestos. Por ejemplo se sabía que si el presupuesto para llevar a la orquesta a tal lugar era de 5000 dólares, él tenía 15 puntos, el primer bandoneón 9 y así sucesivamente”.

Pugliese tenía un mecanismo cooperativo para repartir los ingresos de la orquesta. Como buen comunista (pero no como todos los comunistas) llevaba a la práctica sus ideas tratando de dejar un testimonio de su compromiso político.

Hace años (muchos) leímos en el “Manifiesto Comunista” que cuando desapareciera el Estado la humanidad izaría una bandera que dijese: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según se necesidad”. ¿El puntaje se daba por antigüedad en la orquesta?, le pregunto a Binelli. “No, el puntaje se daba por capacidad. Si de pronto yo integro la orquesta, tengo 8 puntos, hago un arreglo y ese arreglo tiene éxito eso se gratificaba con más puntaje, entonces entre los músicos empezábamos a competir adentro de la orquesta a ver quién metía el mejor arreglo y a partir de ahí se armaban unas menesundas enormes, pero eso era bueno, pues la interna era muy fuerte ya que se discutían cosas estéticas, se trabajaba, era una cosa que no lo hizo nadie acá.” El otro personaje de quien se sabía cuánto ganaba era Piazzolla. Cuenta Binelli: “En el 89, cuando estuve con él, se sabía que si había un presupuesto de 8000 dólares, él se llevaba la mitad y el resto era para los músicos. Era otra forma de trabajo pero muy cristalina. Pero el caso de Pugliese era muy fuerte en ese sentido. La orquesta duró alrededor de 50 años, casi más de medio siglo, resistió todos los gobiernos, aunque en algunos estaba facilitado su funcionamiento y en otros no, y la orquesta resistía, estaba ahí. Resistió la época del “Club del Clan” de los años sesenta, cuando de pronto la orquesta empezaba a tocar en un baile y la gente le tenía respeto aunque por ahí no bailaba, o de pronto Pugliese, en los carnavales, tenía que tomar el micrófono y decir que estaban escuchando una orquesta argentina, o entrar a una audición en televisión y que no le abrieran las puertas en Canal 9, como pasó, y de pronto todos los músicos teníamos que ir a hacer todas las gestiones con él, hablar con el presidente de un Club. El tenía las puertas abiertas en todos lados y más en los últimos 20 años, era una figura de un peso como el de Mercedes Sosa, pero hubo tiempos de pronto en que le cerraban la puerta de algún canal y había que ir y hablar con algún dirigente fuerte para que a la semana le abrieran las puertas y era más el éxito todavía porque estaba más lleno de gente que lo seguía. Era un tipo tan carismático, pese a la apariencia de esa figura pequeña que tenía, pero tenía un peso tan enorme que nosotros, que estábamos a su lado, recibíamos ese cariño por ese carisma, que era de él, y te hacía sentir que estabas colaborando con la causa.”

El otro personaje de quien se sabía cuánto se ganaba era Piazzolla. Cuenta Binelli: “En el 89, cuando estuve con él, se sabía que si había un presupuesto de 8000 dólares, él se llevaba la mitad y el resto era para los músicos. Era otra forma de trabajo pero muy cristalina.

El escritor Enrique Medina cuenta que una vez, estando detenido Don Osvaldo, el comisario lo invitó a tomar unos mates y llegaron a un nivel tal de confianza que Pugliese le propuso afiliarse al Partido Comunista, pero el milico escapó por la tangente diciendo que en realidad él era “hincha de D’Arienzo”.

 

Binelli integró la orquesta junto a Juan José Mosalini, Arturo Penón, Mauricio Marcheli y Abel Córdoba, entre otros. Fueron la camada posterior a la de Ruggiero, Plaza y Balcarce, entre otros. En su recuerdo remarca que Pugliese fue, a su juicio, el último director del Tango. Comenta del vínculo que tenía con Aníbal Troilo, y el trato sumamente afectivo y respetuoso que tuvo con Astor Piazzolla. Alguna vez fue el propio Pugliese quien, ante las habituales críticas del “ambiente” del tango hacia Piazzolla, expresó: “Digan lo que digan, pero lo importante es que Piazzolla nos obligó a estudiar a todos”.

El escritor Enrique Medina cuenta que una vez, estando detenido Don Osvaldo, el comisario lo invitó a tomar unos mates y llegaron a un nivel tal de confianza que Pugliese le propuso afiliarse al Partido Comunista, pero el milico escapó por la tangente diciendo que en realidad él era “hincha de D’Arienzo”.

La orquesta era un organismo musical y un organismo político. Han pasado 24 años de aquella mañana fría en que se nos murió. Siento que la coherencia de Osvaldo Pugliese y su compromiso siguen intactos. Resta agregar la evocación de aquel día en que fue a la residencia de Olivos integrando una embajada de artistas que iba a saludar a Juan Domingo Perón, presidente recién electo, en el 73. Escribió en un bellísimo texto Enrique Medina (“Perón, Pugliese, en tres palabras”) este detalle de uno de los grandes saludos del “último Perón”, casi como la coda tanguera del emblemático abrazo con Balbín: “Cuando están cara a cara, Perón, ladeando la cabeza, con su sonrisa gardeliana, aceptando que ambos estaban más allá de la verdad y el mito, aceptando la distribución de papeles en la alegoría, le soltó palabras simples, tan simples que enseñan más que mil tomos de filosofía: -Gracias por enseñarme a perdonar…”

 

Pugliese sintió en la mano la presión sincera de Perón y, con labios mudos, sonriendo, cómplice, también apretó. Perón notó que detrás de los lentes oscuros se acentuaba el pestañeo de Pugliese; ignoraba que ese pestañeo era natural en el músico, de todas maneras, por si las moscas, ya que ambos tenían sus años y venían desde muy lejos en el tiempo, rápido estrechó la mano del siguiente invitado. Pugliese, agradecido, con disimulo, sacó un pañuelo y se sonó la nariz.”

“Cuando están cara a cara, Perón, ladeando la cabeza, con su sonrisa gardeliana, aceptando que ambos estaban más allá de la verdad y el mito, aceptando la distribución de papeles en la alegoría, le soltó palabras simples, tan simples que enseñan más que mil tomos de filosofía: Gracias por enseñarme a perdonar…”

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