LA CANCIÓN DEL ALBAÑIL

Por: Gerardo Fernández

De los Olimareños a Serrat, de Chico Buarque a Teresa Parodi, la canción popular entrelazada con problemáticas como la desprotección laboral fue y seguirá siendo cantada en todos los idiomas y todos los ritmos, pero el sujeto y el contexto serán siempre los mismos: la cotidianeidad del trabajador mal remunerado y explotado. El autor se pregunta quién escribe canciones hoy sobre esa contienda larvada entre la formalidad y la exclusión, la flexibilización y la economía popular.

Las canciones populares tienen la virtud de contar una historia con un puñadito de tonos y palabras sencillas que sin embargo no pasan desapercibidas por el alma del que las escucha. No hablamos de canciones “exitosas”, sino de  aquellas otras que a través de los años mantienen intacta su capacidad de penetración y atraviesan las décadas relatando asuntos siempre vigentes. ¿Y qué tiene más vigencia que la desprotección laboral? Muchas canciones se van transformando en himnos paganos por la fidelidad con que describen el retroceso social y al escucharlas se puede hasta mensurar cuánto se profundizó.

 

Allá por los setenta apareció un long play fundamental de Los Olimareños que traía verdaderos tanques como “A mi gente” de El Sabalero, “Junto al jagüey” del venezolano Torrealba, entre tantos éxitos, pero el disco comenzaba con una obra de Rubén Lena que pasó a la inmortalidad:

 

¿No lo conoce a Juan?

Juan, el flaco que es albañil,

el de la casa sin terminar.

 

Hoy puede hasta parecer mentira que 50 años atrás la pobreza fuera tener la casa sin terminar. Pero es así, siempre se puede ser más pobre y con un agravante: tenemos pobres más pobres y ricos más ricos, esa es la conquista de nuestro capitalismo, una sociedad donde pareciera que tener lo imprescindible parece lujo y donde se va naturalizando esa noción de la pobreza como el estado natural de las mayorías populares.

Hoy puede hasta parecer mentira que 50 años atrás la pobreza fuera tener la casa sin terminar. Pero es así, siempre se puede ser más pobre y con un agravante: tenemos pobres más pobres y ricos más ricos.

[vc_video link=»https://www.youtube.com/watch?v=hMzt9ixcuO8″]De ese Juan de la casa sin terminar de Los Olimareños nos vamos al Caribe donde el compositor Tite Curet sacó la foto de otro Juan, Juan Albañil, que el domingo sale a pasear por la ciudad mostrando a su familia los edificios en los que trabajó en su construcción y se queda sin respuesta cuando su hijo le pregunta por qué a esos edificios no pueden entrar:

 

Como es domingo Juan Albañil pasea
por todita la ciudad,
y sus nenes le preguntan, Papi a ese edificio
tan grande,
¿por qué yo no puedo entrar?

 

Juan Albañil, hombre vecino,
cuánto ha soñado con la llamada igualdad,
Juan Albañil pero dile a tus hijos,
que en el cemento no hay porvenir.

 

Seguimos buscando canciones que nos hablen del albañil, y del Caribe nos vamos a Barcelona, porque la relación con el trabajo es la misma aunque cambien las regiones y ahí nos encontramos con Joan Manuel Serrat que nos muestra otra foto donde cambia el decorado, pero en el centro siempre está la cotidianeidad desesperanzada de otro albañil mal pago que no encuentra salida a esa rutina amarga que se repite indefinidamente.

 

Vale, que suben al cielo entre tocho y porlan…
Vale, que lloran sus ojos lágrimas de cemento
viendo escaparse los sueños como los vientos.

 

Crecen de noche
y en el día se derrumban
los sueños que el olvido mece
por rumbas
en tanto llegue
el día de los elegidos
cuando el eco los devuelva
del olvido.

 

La canción popular entrelazada con problemáticas como la de los albañiles podrá ser cantada en todos los idiomas y todos los ritmos pero el sujeto y el contexto serán siempre los mismos. Cambian los países, cambia el clima pero la cotidianeidad del trabajador de la construcción es la misma, el mismo dolor y la misma desesperación que a veces termina de la peor manera. Como cuando en Brasil Chico Buarque parió su obra mayor. En “Construcción” Buarque muestra cómo en alguna ciudad de Brasil un albañil decide arrojarse al vacío y termina con su vida cayendo al asfalto, entorpeciendo el tránsito…

 

Amó aquella vez como si fuese máquina
Besó a su mujer como si fuese lógico
Alzó en el balcón cuatro paredes flácidas
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe
Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico
Murió a contramano entorpeciendo el sábado

La canción popular entrelazada con problemáticas como la de los albañiles podrá ser cantada en todos los idiomas y todos los ritmos pero el sujeto y el contexto serán siempre los mismos.

Las canciones se suceden con distintos acordes y distintas letras pero un denominador común: el trabajo mal remunerado y la explotación. Ahora llegamos a la bella Montevideo donde una figura esencial del canto popular uruguayo como Jorge Lazaroff nos mostrará otros detalles de esa jornada de trabajo en los andamios. Cambia el paisaje pero el laburante sigue en primera fila lo mismo que sus carencias:

 

Mis almuerzos son

merienda de canario:

salame candelario

y un chato de carlón.

Mis quincenas son

humo al viento

llegan y ya se fueron,

roto el tiento.

Albañil yo soy

también tractor

pa’ sacar del pantano

los sueños embarrados.

 

Las canciones hablan de la precarización en tiempos donde todavía no estaba agazapado a la vuelta de la esquina ese ejército de desocupados dispuesto a ocupar el puesto del que se queje. ¿Hoy nos están faltando canciones nuevas que describan esta contienda larvada? Parece que ya no se interactúa sobre ese guión único que antes representó la radio, esa radio de fondo, porque ahora cada uno está en su mundo y en su contienda personal, con la posibilidad cada vez más cierta de que en una de esas lo convenzan de que la solución viene por ahí, por la propia, y que entonces por la vía individual podrá alguna vez obtener lo que no consiguió en la pelea codo a codo con sus compañeros. Canta Teresa Parodi:

 

En la radio sin querer como un duende el acordeón
Estirando un chamamé le estremece el corazón
Y hasta le parece angá que si suelta un sapukay
Los peones le han de oír en la estancia el paraisal

 

Al verlo así me parece que anda tropeando
Con su compadre lalanda como hace tanto
Qué pena me da mirarlo entre los andamios
Con todo ese cielo adentro como sangrando

 

Detrás del vuelo aterido de una paloma
Se achican sus ojos negros mirando lejos
Cercado entre el hormigón el cielo del albañil
Manchado de arena y cal se termina allí

 

Las canciones seguirán sonando como un reclamo, un alerta o un gemido e irán describiendo las transformaciones en el mundo del trabajo: la flexibilización, la exclusión y la economía popular, donde aquel antiguo albañil que estaba “encuadrado” en alguna empresa hoy se las rebusca por la propia, como esos muchachos que tocan timbre en las casas con veredas rotas ofreciendo repararlas a bajísimo costo. Mientras tanto van surgiendo actividades con total desprotección como la de ese pibe de Rappi que se tiene que hacer cargo hasta de su bicicleta y de que no lo asalten al instante de entregar un pedido.[vc_video link=»https://www.youtube.com/watch?v=6C0acEb-NoY»]

Las canciones seguirán describiendo las transformaciones en el mundo del trabajo: la flexibilización, la exclusión y la economía popular. Aquel antiguo albañil que estaba “encuadrado” en alguna empresa hoy se las rebusca por la propia, como esos muchachos que tocan timbre en las casas con veredas rotas ofreciendo repararlas a bajísimo.

Y ya vendrá la canción que nos describa amargamente esta nueva realidad donde aquel Juan de Los Olimareños ya ni siquiera tendrá la casa sin terminar… tendrá un texto más cruel y descripciones más dolorosas, porque si hay algo irrefutable es que siempre se puede estar peor, hasta que tengamos la capacidad política de dar vuelta la taba.

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