“A LA OLA NEOLIBERAL NO SE LA PARA DESDE LAS CASAS, SINO DESDE LA ORGANIZACIÓN”

Por: Andrea Mallimaci

Teresa Hernández, secretaria de Cultura de SADOP. Arrancó su militancia en Tucumán, después de la dictadura. Se formó en la Democracia Cristiana  y hoy comparte el cargo en el gremio de los docentes privados con la secretaría Adjunta de la CGT de su provincia. Teresa dice que el camino sindical le permitió ser todas las mujeres que la componen porque le enseñó la manera de criar hijos, militar, y llevar el gremio. Cree que es necesaria la unidad de todos los trabajadores: “Este es un momento que nos demanda especialmente”, asegura. Por Andrea Mallimaci*. Fotos: Mayra López Montaña

Es como si Teresa Hernández nos recibiera en su casa. Es cálida, cordial, amable. Da la bienvenida con un abrazo, invita de comer y de tomar, se ocupa de la comodidad. Pero no es su casa. A pesar de los retratos, las fotos, los adornos. A pesar de la terraza en la que sale a fumar no sin antes consultar si molesta. Nos recibe en la sede nacional de SADOP, el Sindicato Argentino de Docentes Particulares, ubicada en Capital Federal, en la que desempeña el cargo de Secretaria de Cultura a nivel nacional.

Teresa tiene 61 años y también es la Secretaria Adjunta de la CGT de Tucumán. Es una mujer atípica en el sindicalismo. Una mujer que abrió caminos tanto en la provincia norteña como a nivel nacional. Es la hija de Doña Rosa,una inmigrante española que vino de Andalucía a la tierra prometida, que se quedó viuda muy joven y mantuvo el hogar con la tiendita en la que vendía un poco de todo en el centro de Tucumán. Forma parte de una familia de mujeres fuertes, trabajadoras, grandes matriarcados. Ella formó el propio como  jefa de hogar de una familia con tres hijas, dos hijos y una cantidad de nietos que se alegra de poder abrazar. Teresa dice que en su familia las mujeres no le temían a nada “en España manejaban una finca, después se vinieron y acá manejaban un negocio. Se paraban frente a la vida con una fuerza total.” Y se nota.

Teresa dice que la vocación sindical le atravesó la vida. Y cuando lo cuenta, se le nota en el cuerpo. El camino sindical fue también el que le enseñó a reinventarse y ser todas las mujeres que la componen en una mujer que pisa fuerte.

Cuando habla de sus orígenes, Teresa se remite a los años ’70. En el terror de una dictadura que en Tucumán se hacía sentir con la fuerza del horror, ella daba sus primeros pasos en la docencia, en el matrimonio, en la maternidad y, un poco más tarde, en la militancia. Así, todo a la vez. Como si fuera un conjuro de lo que sería su vida de ahí en adelante.Sus primeros pasos en la militancia fueron en la Democracia Cristiana. La define como una escuela de formación política: “Yo te digo que la formación política que recibí en la Democracia Cristiana de entonces, para mí fue valiosísima porque éramos muy chicos pero eran cursos de formación al liderazgo que incluían desde oratoria, para aprender a hablar, hasta todos los fundamentos ideológicos, lo que era el neoliberalismo,  el comunismo, qué era socialismo… Creo que pocos partidos se ocupaban en la Argentina de hacer formación… El peronismo tuvo su época dorada de la Escuela de Dirigentes en Tucumán. Pero allí era de formar, de formar realmente, de darnos muchos elementos para el análisis.”

Era muy chica y se encontró con una dictadura casi de golpe. Recuerda que como ella era de las menores se sintió protegida, pero que vio de cerca la dureza del terrorismo de Estado. “En Tucumán fue muy, muy cruenta. Mucha gente amiga desapareció. Nosotros éramos los más chicos, pero los que ya tenían 25, 30 años que estaban en las universidades, o que ya eran dirigentes de distintos sectores: desaparecidos. Nuestros dirigentes de la Acción Católica desaparecieron” cuenta con una tristeza que se le traspasa a la voz, como si recordara aquel temor desorientado.

El inicio de su vocación sindical empezó un poco más tarde, en el ‘82, luego de haber parido a sus tres primeras hijas. Primero desde una agrupación gremial local que se llamaba AGET: Agrupación Gremial de Educadores Tucumanos Privados. Pero parece que Teresa es una mujer de misiones fuertes y una de ellas es claramente la unidad. La primera vez que se dio cuenta fue cuando se enteró que existía SADOP a nivel nacional y no dudó en liderar la búsqueda de esa unión: “Intentamos fundar dos federaciones, con Córdoba, con la gente del norte, también con gente del NEA, del Chaco, de Formosa. Nos comunicábamos y empezábamos a tirar líneas para fundar federaciones. Por supuesto es muy difícil constituir una federación. Pero dijimos ‘bueno, existe SADOP, es el sindicato nacional, no está en todo el país todavía, pero podemos ver de acercarnos a ellos…’. Y en el ‘91, nos unimos a SADOP Nacional. Desde estos restos de gremios que habíamos quedado en la federación…”

Teresa dice que la vocación sindical le atravesó la vida. Y cuando lo cuenta, se le nota en el cuerpo. El camino sindical fue también el que le enseñó a reinventarse y ser todas las mujeres que la componen en una mujer que pisa fuerte.  “Es como que encontrás la manera de criar hijos, de llevar al gremio, de militar, y siempre tratando de que SADOP no sea una organización hacia adentro, sino participando mucho en la CGT; también en la política, emitiendo opiniones, posicionamientos. Es decir, concebíamos el SADOP, como la gran herramienta de los docentes privados pero para visibilizarnos y para unirnos a otros trabajadores.”

Hoy las obligaciones maternales ya no son tan exigentes pero parece que Teresa tiene las mismas necesidades de partirse en pedazos. Los lunes y viernes los pasa en Tucumán, en el rol que desempeña en la CGT que hace poco más de un año vive un proceso de unidad histórico.

“Concebíamos el SADOP, como la gran herramienta de los docentes privados pero para visibilizarnos y para unirnos a otros trabajadores.”

En general los martes, miércoles y jueves viaja a Buenos Aires, donde ocupa el sillón de la Secretaría de Cultura Nacional de SADOP, uno de los sindicatos más potentes en esa línea. “Por suerte en tiempos donde las tecnologías te ayudan mucho” dice cuando tiene que explicar cómo hace para atender las dos cosas, sumadas a la vida social y familiar.

Hay veces que se mira y se dice a sí misma: “Bueno, has postergado muchas cosas en la vida para poder hacer lo que querés” Los tiempos complicados fueron sobre todo los de los hijos pequeños y la forma en que ellos tuvieron que entender que su mamá era un cuadro político “Los chicos, sabían qué hacía yo, yo trataba de que participaran de lo que podían; pero es muy duro, porque uno siente que hay cosas que son irremplazables en la relación con los hijos. He sentido mucho esos tironeos… ¿dónde es tengo que estar? Me quedo, vengo, voy…”. Entre esos tironeos y las ganas de incluir a sus hijos en su vida política y sindical, recuerda una anécdota con uno de los varones: era el año 1988 y Teresa lo llevó a  la Marcha Blanca, quería mostrarle lo que era su trabajo, pero también su lucha y su vida. Al regreso, su hijo estaba impresionado por una cosa en particular, que superaba a la masividad de la movilización, el despliegue y las consignas: “¡Cuántas mujeres mamá!” dice Teresa que su hijo gritaba sin parar.Tal vez fue en ese grito condenado a la anécdota familiar que Teresa vio con más nitidez que su lucha era una lucha de mujeres. Pero que esas mujeres no estaban en las sillas más importantes, ni en los debates trascendentales. Esa mujer que fue la primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria General en SADOP Tucumán, también descubrió que las pocas que sí estaban sufrían el doble, adentro y afuera, el tironeo que ella misma vivió cada minuto de su formación política desde su rol de hija, esposa, madre y abuela.

“Nosotras sabemos que muchas cosas dependen de nosotras.” dice cuando explica la diferencia entre ella y sus compañeros varones, que pueden entregarse a la política sin dobleces, con el cuerpo y la cabeza en un solo lugar, focalizados. “Tratas de arreglar por teléfono, tratas de buscar ayuda, tratas… Pero siempre estás con la cabeza puesta. En cambio yo creo que el hombre tiene esa posibilidad siempre más de dividirse, si está aquí está discutiendo política, está pensando, está… En cambio yo estoy pendiente “¿Habrá ido la señora? ¿Llegó temprano? ¿Lo mandó a Martín al colegio?”… Creo que a todas las mujeres nos pasa eso.” Teresa no sólo vivió en su propia experiencia vital la diferencia de género, a lo largo de su trayectoria formó parte activa de procesos de reivindicación histórica de mujeres en sus puestos de trabajo. En 2003, el entonces flamante presidente Nestor Kirchner, impulsó la creación del Observatorio de la Situación de la Mujer en el Mundo Laboral y ella ocupó una de las sillas de la CGT en un espacio que se planteaba tripartito: el Estado, los sindicatos y las empresas. Desde allí conoció más de cerca la desigualdad y pudo formarse en diferentes tipos de discriminación. Hoy mira ese pasado y reflexiona sobre cómo avanzaron esas temáticas.

Sin embargo, se nota que el feminismo no es el tema más cómodo para Teresa. Pero se acomoda en el lugar, piensa profundamente y sentencia “Yo en parte me siento una feminista.” Desde esta definición admite que sintió en su cuerpo lo que significa ser mujer y ocupar cargos de poder, pelear contra el patriarcado en uno de sus lugares privilegiados como el Sindicalismo. Teresa dice que es feminista porque se tuvo que defender de los hombres que le quisieron decir que ella no debía estar allí. “Siento que desde mi lugarintegro una corriente donde queremos poner en su lugar a la mujer.” Teresa se emociona cuando habla del rol de las mujeres en Tucumán. Menciona a las cuidadoras, un grupo de mujeres de sectores vulnerables que se organizan para cuidarse los hijos unas a otras; a las mujeres de pañuelo negro que luchan contra las drogas, denuncian a los transas y se enfrentan al poder en todas sus formas; a las mujeres de los sindicatos, de las organizaciones, que, dice, están llenando los espacios, haciéndose oír, formando parte. Sin embargo, esa emoción no le quita el diagnóstico claro “Los gremios siguen siendo mayoritariamente conducidos por hombres. Yo creo que todavía falta dar una batalla fuerte.”

Teresa se emociona cuando habla del rol de las mujeres en Tucumán. Menciona a las cuidadoras, un grupo de mujeres de sectores vulnerables que se organizan para cuidarse los hijos unas a otras; a las mujeres de pañuelo negro que luchan contra las drogas, denuncian a los transas y se enfrentan al poder en todas sus formas; a las mujeres de los sindicatos.

En el aborto Teresa encuentra un límite. Le cuesta pensarlo, pareciera como si su tránsito por la militancia cristiana, Tucumán, la docencia, su propia historia, o una caprichosa combinación de todo eso, la pusiera frente a una disyuntiva. “Yo quisiera que las políticas públicas fueran muchísimo más asertivas, contenedoras, que estén mucho más en el barrio…” dice al principio, pero luego reconoce el dolor de las chicas que mueren por abortos clandestinos y el valor de la lucha.Asume que su dificultad es en términos personales y no políticos “Entiendo que ponerlo en el debate público y que no haya lugar donde no se haya hablado, ya es un triunfo.” dice con el esfuerzo que se sostienen algunas banderas que se aceptan desde la razón y cuestan un poco más desde el corazón. “Hemos desenmascarado tantísima hipocresía, tantísima… Esa carga sobre la mujer, vergonzante, humillante. Creo que hacía falta este debate, y hacía falta seguir profundizando, porque esto significa el Estado, que tantas veces miró para otro lado o que intentó tapar lo que era la desprotección de la mujer. Tucumán, por ejemplo, ni siquiera adhirió a la Ley de Educación Sexual. Entonces un tema así le pega en la cara a todo el mundo, porque nos pone a pensar realmente qué es la sociedad que queremos, qué estamos haciendo en serio por la mujer. Por la mujer laburante, por la mujer desprotegida, por la cantidad de mujeres solas que están criando chicos en los barrios; y muy solas de todo, de todo…” Teresa puede no saber cómo encajar en la marea feminista, pero entiende de desigualdad y sabe que la historia la puso siempre del mismo lado, al lado de los y las vulnerables.

Terminamos nuestra charla pensando en el futuro. Y ahí Teresa se pone clara, visible y rotundamente triste. Mueve la cabeza para un lado para el otro y sabe que la crisis la pagan siempre los mismos. “No digo que no haya clase media que perdió su negocito, sus ahorros; pero digamos, y eso es lo que a mí me duele, Argentina repite una historia circular y vuelta de nuevo, cosas que hemos vivido. Yo tengo 61 años pero ya viví unas cuantas cosas, me da como deja vú” Su obsesión por la unidad no puede escindirse de su diagnóstico  “Lo que está clarísimo es que esta política golpea de tal manera al interior que seríamos realmente muy soberbios de permanecer en posiciones individualistas, necesitamos la unidad de todos los trabajadores”

El pedazo de patria que para ella es el movimiento obrero organizado se hace presente como esperanza, como una oportunidad que, dice, no debemos perder “El sindicalismo es una herramienta poderosísima cuando responde a lo que tiene que ser, cuando no se corrompe, cuando no transa con el poder…Este es un momento que nos demanda especialmente. A la ola neoliberal no se la para desde las casas, se la para desde la organización, y los que tenemos organización somos los sindicatos, más que los partidos políticos. Eso es muy evidente en la República Argentina. Los que tenemos territorio, organización; los que podemos sostener luchas continuadas, persistentes, somos los sindicatos. Entonces la unidad hoy es imprescindible.” dice, contundente, seria, con la certeza de estar diciendo algo en esta conversación, pero también a ella misma y sobre todo a sus compañeros.

Teresa habla desde Buenos Aires, pero su vida entera tiene olor a Tucumán. Cada una de las erres que arrastra lo determinan, pero también la pasión y la firmeza, cómo se le transforma la caracuando habla del pasado, presente y futuro de su provincia natal “Tucumán tuvo muchos dirigentes gremiales importantes.

“Lo que está clarísimo es que esta política golpea de tal manera al interior que seríamos realmente muy soberbios de permanecer en posiciones individualistas, necesitamos la unidad de todos los trabajadores”

Así como la dictadura los primeros que mató fueron Atilio Santillán de la FOTIA (Federación de Obreros del Surco de Tucumán); y el dirigente docente Arancibia, que lo matan en el propio gremio, esa historia de que hubo dirigentes muy fuertes, muy combativos, no es exactamente la que vivimos hoy, pero quedan ¿no?, Quedan esas marcas de que aquí hubo un Atilio Santillán, aquí hubo un Arancibia. Y es a lo que nosotros aspiramos, reforzar ese movimiento obrero que tuvo tanto peso en el Tucumanazo y que hoy por distintas circunstancias cuesta encolumnar. Nos está llevando la propia desgracia del país a la unidad.”

Teresa sabe que el movimiento obrero se enfrenta a un momento histórico. Y pelea por estar a la altura. Ella, su organización, la confederación a la que pertenece. Sabe que su misión la trasciende y que la historia dará la sentencia. Pero no es difícil imaginar que en algunos años, en algún escritorio de algún sindicato que esté peleando alguna batalla, alguien golpee la mesa y sentencie “Acá hubo una Teresa Hernandez”.

*Lic en Ciencias de la Comunicación – Docente Investigadora – UBA- CITRA (UMET – Conicet) – UCES

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