VANESA SILEY: “EL SINDICATO ES EL LUGAR DONDE QUIERO QUEDARME SIEMPRE”

Por: Cecilia Cross

Sueña con lograr la unidad real entre el movimiento obrero y el de las mujeres y milita para lograr un feminismo que, “como el agua”, penetre en todos lados. La piba que llegó desde Mercedes para convertirse en graduada universitaria es hoy, además de abogada y diputada nacional, la referente central del gremio de lxs judiciales porteñxs, del que se convirtió en titular cuando tenía apenas 24 años. Por Cecilia Cross* Fotos: Mayra Llopis Montaña

“¿Por qué no te vas bien a la mierda?” -le dijo a uno de los diputados oficialistas que integran la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados de la Nación de la que ella es Vicepresidenta. Hizo una pausa y repitió todavía más fuerte – “Sí, por qué no te vas a bien a la mierda”. Luego retomó el hilo de lo que estaba leyendo, aprovechando el silencio que generaron sus palabras.

El tipo no había dejado de interrumpirla y de chicanearla mientras leía los fundamentos por los que se oponía al proyecto oficial para la creación del fuero de Defensa del Consumidor. Estaba exponiendo una serie de argumentos muy técnicos acerca de si este fuero debía ser nacional u ordinario y le era muy difícil concentrarse mientras él gritaba cosas como “avísenle que es diputada la Nación y no de la provincia” y otras muchas que no alcanzaba a entender, pero tenían el evidente propósito de menoscabar su exposición. El propio Presidente de la Comisión le había pedido a su compañero que hiciera silencio. Pero el tipo insistía, y aunque ella hubiera podido seguir ignorándolo, entendió que su dignidad le exigía ponerle un límite. No su dignidad como persona, sino su dignidad como mujer. Porque está segura de que si ella hubiese sido un varón, no le habrían hecho ese desplante. Luego de este episodio varias compañeras y compañeros le pidieron moderación, pero ella sabe que la moderación es templanza cuando las relaciones de fuerza son parejas. En este caso la moderación hubiera sido sumisión. Entonces, hay que mostrar un poco los dientes y ella está dispuesta a hacerlo  cada vez que sea necesario. En el recinto, en la plaza, en las reuniones de comisión interna.

Su objetivo es lograr la unión real, orgánica, entre el movimiento obrero argentino –“el más hermoso del mundo”, está convencida- y el movimiento de mujeres. “¡Entonces seríamos imparables!”, se ilusiona.

Es una lucha que impone mucha energía y Vanesa Siley, secretaria General de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales, parece tenerla. Su objetivo es lograr la unión real, orgánica, entre el movimiento obrero argentino –“el más hermoso del mundo”, está convencida- y el movimiento de mujeres. “¡Entonces seríamos imparables!”, se ilusiona. Ese es el destino de nuestra generación, el cambio cultural que tenemos que alcanzar.Una piba de Mercedes llega a Buenos Aires a buscar el futuro estudiando Historia. Un poco escapa de la tristeza de una familia rota por no poder progresar a pesar de los esfuerzos de toda una vida. También quiere empezar su propio camino. Su padre laburó, cuando pudo, como metalúrgico, muchas veces por cuenta propia. Su mamá docente supo que ser jefa de hogar no es siempre una conquista, sino otra forma de decir que las mujeres no tenemos derecho a bajar los brazos. En ese momento ella esperaba devolverles la alegría a los suyos inventando un sueño nuevo, el de una hija que puede estudiar. “Para entender la Historia de un país a veces basta ver lo que le pasó a tu familia”. La política se mete siempre en la casa. Son cosas que se conocen casi sin tener que aprenderlas cuando sos hija de laburantes.

En Buenos Aires está aprendiendo muchas cosas nuevas. En el CBC empieza a dar sus primeros pasos en la militancia universitaria. Labura como mesera pero ya fue telemarketer, cadeta… el raid del precariado. No le tiene miedo al trabajo aunque necesita un poco de estabilidad. Liberar espacio en la cabeza para poder estudiar. Una tarde, mientras entra al cuarto alquilado se cruza con una vecina bastante elegante. Ya le habían dicho que trabajaba en un estudio jurídico y Vanesa se tira el lance, intuye que esa mujer puede ayudarla a encontrar la estabilidad que busca. Con el desparpajo que le permite su sonrisa grande y su cara de niña buena le pregunta: “¿No tenés un laburo para mí?”.“Depende -responde la vecina- ¿qué estudias?” “Derecho”, le dice pícara mientras aprieta contra el pecho los apuntes que llevan la carátula del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras. Ahí comienza otra historia y Vanesa se pone a estudiar Derecho. En su nueva facultad descubre otras palabras. Hay que escoger un lugar, hay que pararse en algún lado y Vanesa lo sabe: la Dra. Siley se hace laboralista rápidamente.

“Hay que formar y promover los liderazgos mujeriles, porque las mujeres somos mejores pilotos en la tormenta. Cuando sos mujer y conducís tenés el musculo más fuerte, más fortalecido porque ya tuviste que pasar un montón de adversidades”.

Con el tiempo le llega la oportunidad de entrar a trabajar en el Poder Judicial de la Ciudad de la mano de una compañera que era Secretaria General del sindicato. De puro agradecida porque le consiguió su primer trabajo en blanco, se ofrece a participar en todas las actividades: pega afiches, escribe textos para volantes, no para. A dos años de haber ingresado a trabajar en la Justicia, y de ser parte del sindicato, la compañera que la había hecho ingresar la propone para sucederla en el cargo de Secretaria General. Vanesa tenía 24 años y un solo aliado en la Comisión Interna. El rechazo a su candidatura fue casi unánime. “Empecé como Néstor, con el 20%” -recuerda hoy risueña. Su llegada a este puesto de conducción le fue “cobrada todos los días”: reuniones a sus espaldas, boicots a las propuestas, chicanas. También le hablaban encima en las reuniones. Ese menosprecio la enojaba mucho más que el del diputado oficialista, porque venía de sus propios compañeros. Lo cierto es que esas escaramuzas son parte de sus herramientas de hoy, las que le permiten mandar a la mierda a un maleducado, en el recinto y ante las cámaras.Si bien se la conoce por su militancia política, por participar de las luchas de las mujeres, a pesar de que sitúa el comienzo de su compromiso en las tardes en las que atendía un merendero en la puerta de una parroquia de su pueblo, por más que hoy sea Diputada Nacional no tiene empacho en reconocer que su “gran amor” es la lucha sindical. “… de todos los lugares en los que milité, porque milité en el barrio, milité en la Universidad, el lugar en el que me quiero quedar para toda la vida es el sindicato”.

Vanesa tenía 24 años y un solo aliado en la Comisión Interna. El rechazo a su candidatura fue casi unánime. “Empecé como Néstor, con el 20%” -recuerda hoy risueña. Su llegada a este puesto de conducción le fue “cobrada todos los días”

“Al feminismo llegué empujada por la ola de Ni Una Menos -cuenta hoy- Para mí nunca fue una dificultad trabajar con otras mujeres o reconocer el valor de una persona independientemente de su condición de género. Pero el feminismo me permitió entender que lo que a mí me pasaba era parte de una estructura contra la que había que luchar. El respeto a las mujeres en tareas de conducción no se adquiere con el cargo, sino con el tiempo. Un varón es Secretario General y ya está, manda y espera que lo obedezcan. En cambio, si sos mujer, tenés que acreditar una y otra vez tu capacidad”. El feminismo expande el campo de posibles en la calle, pero se realiza a diario en cada reunión, asamblea y hasta en cada charla informal.

En todos los años que lleva como Secretaria General no dejó que hubiera un solo despido. Al mes de nacido su hijo, tuvo que dar una dura batalla para poder sostener ese logro del que hoy se jacta cuando quisieron despedir a varias personas que estaban contratadas. Y mientras argumentaba y sostenía que si era necesario se iba a encadenar al Consejo de la Magistratura pero no iba a permitir que se dieran de baja los contratos, la bronca que sentía le salió por los ojos y empezó a llorar. Entonces, un compañero pidió perdón y aclaró que ella estaba así por el puerperio.

El feminismo expande el campo de posibles en la calle, pero se realiza a diario en cada reunión, asamblea y hasta en cada charla informal.

Vanesa no podía creer que la hubiera interrumpido para desautorizarla. ¿Alguien se hubiera animado a interrumpirla si hubiera sido varón? ¿Existe algún Secretario General al que hayan exculpado de su vehemencia porque su bebé no lo dejaba dormir o porque tenía cálculos renales?Al poco tiempo, la lucha se ganó y la mitad de los contratos se convirtieron en pases a planta permanente en forma inmediata, mientras la otra mitad lo hizo en el lapso de un año.

En una asamblea, una de las compañeras beneficiadas por esta lucha le agradeció a la Pachamama por tener su primer trabajo formal. “Al sindicato hay que agradecer, compañera, no a la Pachamama” – tuvo que señalar Vanesa, que estaba en el lugar.“El feminismo tiene que ser como el agua, penetrar en todos lados”, pero para hacerse verdad necesita “materializarse en las distintas estructuras… necesita las instituciones, del pueblo y el Estado si no, no va a poder subsistir”, asegura.  Y esa convicción se expresa en la configuración institucional del Sindicato de Trabajadores Judiciales (SITRAJU), en la que este año se votó la paridad en todos los cargos, en todas las instancias.“La democracia liberal puede tolerar algo de respeto por la diversidad pero lo que no va a propiciar nunca jamás es la igualdad material. No habrá justicia social sin igualdad de género, así como no habrá igualdad de género sin justicia social”, agrega.

Vanesa tiene claro un objetivo estratégico: “Como generación tenemos que pergeñar cómo todo este espíritu movimientista del feminismo penetra en el sindicalismo, porque solo en la medida en que el pueblo ha logrado dar un salto de calidad y organizarse institucionalmente ha podido sostener derechos. Mujeres Sindicalistas es una expresión de eso”.

En una asamblea, una de las compañeras beneficiadas por esta lucha le agradeció a la Pachamama por tener su primer trabajo formal. “Al sindicato hay que agradecer, compañera, no a la Pachamama” – tuvo que señalar Vanesa que estaba en el lugar.

Y pone el énfasis en una necesidad. “Formar y promover los liderazgos mujeriles, porque las mujeres somos mejores pilotos en la tormenta. Cuando sos mujer y conducís tenés el musculo más fuerte, más fortalecido porque ya tuviste que pasar un montón de adversidades”. Desde su experiencia en el sindicato, puede dar fe: “Las pasas estando en el cargo. Entonces también creo que por eso las conducciones de las mujeres resurgen en los momentos de crisis, la mujer suele ponerse al frente de una organización desde un comedor de barrio, como mostraron los movimientos de trabajadores desocupados en los ‘90. Y hoy ves cuántas organizaciones sociales con varones en la conducción tienen, inmediatamente debajo, todos cuadros intermedios mujeres”.Los tiempos que se vienen en Argentina serán más aciagos, lo sabe. Entonces advierte que las mujeres retoman el protagonismo, en la casa y en la plaza: “Por ese entrenamiento que tenemos y que nos permite que en los momentos adversos seamos más capaces de conducir”. Sobre todo, si además de mujer, sos dirigente sindical.

La antigua estudiante de Historia mira en perspectiva y concluye que cuando los tiempos son difíciles, la política espera todo de los sindicatos. En las casas ocurre eso mismo con las mujeres. Le agradece a su hijo que le haya recordado lo importante que es jugar, pero jugar en serio. Joven y enérgica quiere ser protagonista de la historia que le toca vivir.

*Politóloga, docente e investigadora de CONICET-UMET-UNAJ

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