LA ORACIÓN DE MI VIDA

Por: Paula Abal Medina

  Reseña, publicada en la edición número 36 de la revista Crisis, diciembre-febrero 2019. Por Paula Abal Medina.

¿Quiénes conocen la Argentina oculta? ¿Los funcionarios?, ¿los jueces?, ¿los intelectuales? Juan Grabois inicia este libro con una escena ajena que cuenta reviviéndola: seis cuerpos calcinados en otra noche fría en el Barrio Acuba. Nada pasa desapercibido: los cables pelados en la tierra, los pequeños cajones siendo depositados en un rincón roñoso del cementerio de Lomas de Zamora, el duelo impedido, el pútrido olor de la Cuenca Matanza – Riachuelo, los escombros de una Argentina pasada a la que le queda poco y nada de proyecto policlasista aunque haga como si. ¿Cómo es el capitalismo argentino de expulsión? La realidad descartada tiene una elaboración compleja. En este libro Juan despliega la cadena invisible de una historia que siente lacerante. Recorre muchas situaciones: cartoneros en un callejón de Almagro, venta ambulante en Constitución, familias campesinas de El Simbol, carreros del Gran Rosario, comunidades mapuches corridas de sus tierras, presos de la cárcel de Devoto, feriantes de La Salada y La Ribera. En el redespliegue desde una violencia exhaustiva y silenciosa hacia otra de estruendos surge organización, como Cartón y Justicia, Los Topos, Vientos de Libertad y muchas otras que atestiguan la formación de El Movimiento al que se unió Grabois: “Me lo crucé en una esquina cuando vi a unos cartoneros que con sus hijos a cuestas luchaban por el pan cotidiano revolviendo la basura nuestra de cada día”.

En el redespliegue desde una violencia exhaustiva y silenciosa hacia otra de estruendos surge organización, como Cartón y Justicia, Los Topos, Vientos de Libertad y muchas otras que atestiguan la formación de El Movimiento al que se unió Grabois.

Es el 2001 que habilitó el traspaso de fronteras de clase: ‘militancia catalizadora’ la llama. Fue uno de los que perseveró en el experimento hasta que algo de él quedó del otro lado de su origen. Hoy El Movimiento podría patear las puertas del reformismo y de la democracia formal con Grabois tomando envión para ocupar la esfera de decisión política.Dentro de un capitalismo de descarte, la línea divisoria se traza entre ricos y pobres. Pero ¿cómo se organiza hoy el Gran Rechazo? En la segunda parte Grabois aborda la relación entre las personas y la tecnología, refiere a los “cibersiervos”. La válvula de escape del malestar sería la virtualidad que tiene efectos unívocos, conservadores. Destaca la ausencia de una teoría sobre el capitalismo, de una filosofía de la historia y de una teoría del Estado y del poder actual.“Los únicos textos con un vigor comparable a las grandes obras de los siglos XIX y XX son del Papa Francisco”, afirma. Sus herramientas de análisis provienen del marxismo-leninismo. Si Grabois tuviera que elegir su momento preferido de nuestra historia sería el discurso de Perón en la Bolsa de Comercio en 1944: “Cedan algo para no perderlo todo”. Momento en el cual los desposeídos adquieren entidad de fantasma para los poderosos. “Una riqueza sin estabilidad social, puede ser poderosa, pero será siempre frágil”, desliza Perón con el mundo soviético en pie.

 

Grabois ironiza: “¿Hubiera conseguido algo Perón si en vez de amenazar a la burguesía con la inminencia de una revolución comunista hubiera amenazado con ‘un capitalismo más serio’? Los reformistas necesitan a los revolucionarios para existir”.

Si Grabois tuviera que elegir su momento preferido de nuestra historia sería el discurso de Perón en la Bolsa de Comercio en 1944: “Cedan algo para no perderlo todo”. Momento en el cual los desposeídos adquieren entidad de fantasma para los poderosos.

La oportunidad histórica actual depende de volver efectiva una nueva amenaza para la clase dominante global que posee la mitad de las riquezas del mundo y está integrada por el 1%. Esta es, por supuesto, la clase peligrosa que señala Grabois pero dejando activo el malentendido porque, en definitiva, la condición de posibilidad de un nuevo proyecto político es que ‘los pobres’ logren que ese 1% se sienta en peligro. El planteo del 1% frente al 99% es simple y el autor seguramentelo sabe. La explicación podría ser que Grabois ya está pergeñando el frente electoral y se entusiasmó con un “catch all”.

 

A sectores del catolicismo en general y a Grabois en particular se los suele cuestionar por hacer pobrismo”, construir desde la derrota. No se trata de la desesperación del cura Farinello en medio de la gélida indiferencia noventista plagando sus intervenciones televisivas con diminutivos sensibilizadores (pobrecito el pobre tan buenito) ¿Qué significaría el cuestionamiento a la luz de La clase peligrosa? Es evidente, en todo caso, que este es otro modo de pobrismo que no comparte esquina con la súplica. Más allá del tacticismo de a quién le habla Grabois (si el destinatario es principalmente un colectivo inerte como el de Hora Clave hace más de veinte años) lo cierto es que la realidad acorrala. Si aún tiene algún sentido sostenerse desde el “no nos han vencido”, resulta mucho más determinante reconocer una verdad acuciante: no estuvimos recorriendo el camino hacia la victoria, sino el de un tiempo concluido. Grabois lo dice varias veces y de distintas maneras. Al hablar de la toma de ACUBA, por ejemplo, lo formula así: “Pero para nuestros compañeros el apellido Quindimil no evocaba nada, nada de nada, ni el amor filial de los cabecitas ni la indignación de los gorilas, ni el desprecio de la burguesía biempensante”.

Si aún tiene algún sentido sostenerse desde el “no nos han vencido”, resulta mucho más determinante reconocer una verdad acuciante: no estuvimos recorriendo el camino hacia la victoria, sino el de un tiempo concluido. Grabois lo dice varias veces y de distintas maneras.

Un punto notable en este sentido es la opinión de Grabois sobre las experiencias de los gobiernos latinoamericanos: iniciadas con la gran escena del Comandante Chávez secundado por los revolucionarios cubanos, terminaron confundiendo justicia social con consumo popular. Aparece así uno de sus oponentes en comunión con Francisco: no el comunismo sino el consumismo, “un pan que no alimenta”.La izquierda dijo en el siglo XX que se debía tomar el poder para destruir el orden capitalista y edificar uno nuevo, luego postuló que se podía cambiar el mundo sin tomar el poder y terminó tomando el poder sin cambiar el mundo. Grabois, en cambio, anticipa en una breve narración de tono sentimental escenas cotidianas de la sociedad que tiene su prefiguración en la Economía Popular. Es posible imaginar que la utopía naif del final del libro será leída por cientos y miles que hacen El Movimiento y que reconocerán en esas líneas el más íntimo deseo de cambiar su propio mundo.

 

 

Juan Grabois (2018): La clase peligrosa. Retratos de la Argentina oculta. Editorial Planeta. Buenos Aires.

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