HERRAMIENTAS FEMINISTAS PARA TRABAJADORAS ORGANIZADAS

Por: Julia Izumi

¿Qué pueden hacer más de cincuenta mujeres reunidas durante nueve horas para debatir sobre feminismo y sindicalismo? Trazar un plan de acción, definir estrategias, compartir herramientas y coincidir en que organización, transversalidad, y desobediencia son un buen punto de partida para cambiar la lógica patriarcal y la construcción de poder que todavía atraviesa a las organizaciones. La Nación Trabajadora, la Asociación Argentina de Aeronavegantes, la Unión Obrera Ladrillera, la Federación Marítima Portuaria y de la Industria Naval  y la cooperativa El Adoquín convocaron a debatir el futuro de las mujeres trabajadoras y éste fue el resultado. Por Julia Izumi. Fotos: Mayra Llopis Montaña.

“El feminismo es por definición colectivo y eso genera miedo. Que estemos hoy acá es disruptivo”, la socióloga y docente universitaria Laura Henry lanzó todo un desafío al abrir la jornada en la que un numeroso grupo de trabajadoras pertenecientes a sindicatos y organizaciones de la economía popular fueron invitadas a pensar una “guía para la acción”, o un “plan macabro”, como ironizó su colega Tania Rodríguez, para transformar la realidad en esos espacios de militancia gremial históricamente dominados por los hombres.

El guante lo recogieron decenas de mujeres que habían llegado hasta la sede de la federación que agrupa a los distintos sindicatos marítimos y portuarios (FEMPINRA) que conduce Juan Carlos Schmid, en el barrio de Congreso, identificadas orgullosamente con los chalecos y uniformes de sus organizaciones, portando equipos de mate, y sus hijos en algunos casos, que habían sido convocadas a la jornada “Herramientas Feministas para trabajadoras organizadas”. Evangelina Ortíz, la anfitriona y secretaria de Igualdad de Género y Oportunidades de la Federación, usó una metáfora naval a la hora de dar la bienvenida: “Venimos remando para llegar hasta acá”.

Aeronavegantes, marítimas, ladrilleras, cooperativistas, trabajadoras de prensa, se lanzaron a más de nueve horas de intercambio de experiencias a través de talleres y paneles que buscaron pensar colectivamente la forma de sortear situaciones cotidianas a partir de la toma de conciencia de las desigualdades de género en el mercado de trabajo.

Trabajadoras pertenecientes a sindicatos y organizaciones de la economía popular fueron invitadas a pensar una “guía para la acción”, o un “plan macabro”, como ironizó la socióloga Tania Rodríguez, para transformar la realidad en esos espacios de militancia gremial históricamente dominados por los hombres.

Desde el planteo inicial de Henry -“las desigualdades de género en el mercado de trabajo no pueden explicarse exclusivamente por los factores económicos, son expresión de desigualdades construidas culturalmente, de mayor alcance, y justamente porque es algo construido, se puede cambiar”- , hasta la invitación de la socióloga Paula Abal Medina a pensar una articulación entre feminismo y sindicalismo “que vaya más allá de decir ‘hay mujeres en el sindicato’ y en cambio traduzca la relegitimación de las mujeres en un poder feminista”, el debate dejó varias propuestas y coincidencias. Una central: la construcción de un feminismo popular que dispute poder.

La voz de las que trabajan

Convocadas por las sociólogas Tania Rodríguez y Nora Goren y la referente de Ni Una Menos Lucía Cavallero, las sindicalistas se dividieron en grupos para compartir las propias experiencias en los lugares de trabajo y las estrategias que desplegaron para sortear las situaciones de desigualdad y transformar esa realidad.

El contexto en el que se produjo ese intercambio reflejó la conflictividad propia que atraviesan las mujeres en sus ámbitos cotidianos: las trabajadoras aeronáuticas llegaron sobre la hora porque venían de una intensa asamblea con cese de actividades en los aeropuertos por despidos en la empresa Flybondi, persecución sindical, despidos masivos en Andes, apertura de paritarias en LATAM e incumplimiento de paritarias en Aerolíneas y Austral.  Las mujeres ladrilleras lo hicieron conmovidas por la desaparición de Delia Polijo, una niña de 14 años de Traslasierra de la que nada se sabe desde que el 12 de septiembre fue vista por última vez camino a la escuela. Un caso que se suma a otras cuatro desapariciones en esa zona de la provincia, donde se sospecha el accionar de redes de trata.

“A la primera marcha de Ni Una Menos fui con la única copiloto que había. Les preguntaba a mis compañeras si iban a ir y me respondían: ‘¿por qué es tan importante, pasó algo?, a las compañeras les faltaba información básica. Empezamos a pedir que se nos diera autorización para ir, y al año siguiente ya no fue necesario, porque se convocó desde el sindicato. El mayor avance fue el paro de mujeres del 8 de marzo, cuando desde el portavoz de los aviones se habló del tema de manera institucional, pero hace 25 años atrás, llevarle una propuesta de ese tipo a un jefe hombre hubiese sido pasible de una sanción”. Sentadas en rueda, las trabajadoras del sindicato de Aeronavegantes reflexionan sobre su situación, que –en contraste con las otras actividades- reconocen casi privilegiada. El 75% de la  tripulación de los aviones es femenina y sin embargo durante muchos años la conducción de su sindicato estuvo en manos de hombres que relegaban el rol de las mujeres –como ocurre en la mayoría de los casos- a las secretarías de género.Entre mate y mate, explican que antes los hombres ingresaban a trabajar en las empresas con una categoría superior a la de las mujeres y hoy creció el número de jefas a cargo del servicio de los aviones. Admiten que en otros rubros aeronáuticos la situación es más grave: hay pocas mujeres pilotos, pero cuando empezaron a surgir, tuvieron que diseñar un uniforme que jamás había sido previsto para “ellas”. El caso de las técnicas y mecánicas, agregan, es peor. “Les dan overoles, que todas sabemos que para nosotras son prendas incómodas, y encima tienen bragueta”.

Para las aeronavegantes, el mayor avance fue el paro de mujeres del 8 de marzo, cuando desde el portavoz de los aviones se habló del tema de manera institucional, “pero hace 25 años atrás, llevarle una propuesta de ese tipo a un jefe hombre hubiese sido pasible de una sanción”, advierten.

Entre las “marítimas” pertenecientes al SOMU la conversación registra momentos reveladores. Cuentan, por ejemplo, que para obtener un puesto o un ascenso se les pedía a cambio “favores sexuales”. “La bolsa de trabajo la manejaban los hombres en el sindicato y si vos ibas a pedir un puesto, a cambio te pedían ‘el cafecito’. Después, si veían a una mujer en los pasillos del sindicato, el rumor -que no era propiedad exclusiva de los varones- era: ‘ésta vino a ver a fulano o a mengano”. Todas coinciden en que se trata de una actividad mayoritariamente manejada por hombres, aunque hay secciones –camareras del casino flotante, cocina- con mayoría de trabajadoras mujeres. Y que desde el cambio de conducción del gremio, la secretaría de la Mujer es activa. El grupo admite que el feminismo atravesó las estructuras y les abrió las puertas a la posibilidad de “molestar, hacerse ver”, pero cuentan entre risas que antes de salir para participar de las jornadas un compañero las vio reunidas conversando animadamente y les dijo “eh cálmense”.

“La bolsa de trabajo la manejaban los hombres en el sindicato y si vos ibas a pedir un puesto, a cambio te pedían ‘el cafecito’. Después, si veían a una mujer en los pasillos del sindicato, el rumor -que no era propiedad exclusiva de los varones- era: ‘ésta vino a ver a fulano o a mengano”, cuentan las trabajadoras marítimas.

El ambiente, agregan, las obliga a tener actitudes a la defensiva e ingresar a los barcos con “los tapones de punta”. Pero se sienten más acompañadas, y creen que una de las estrategias que deberán desplegar para avanzar es “ganar la bolsa de trabajo para las mujeres”.

Una trabajadora de Dragado y Balizamiento que integra el grupo agrega: “Cuando esperamos el relevo para ingresar a los barcos, las mujeres somos las últimas de la lista”.El grupo de la Unión Obrera Ladrillera (UOLRA) es grande y vistoso. Chalecos naranjas, trabajadoras, cooperativistas y promotoras de salud llegadas desde distintos puntos del país –San Juan, Entre Ríos, Santiago del Estero, interior de la provincia de Buenos Aires- reparten el diálogo entre las cuestiones vinculadas directamente al trabajo en los hornos, y las de cuidado, que cumplen en los merenderos. La actividad tiene sus particularidades: hay emprendimientos familiares de la economía popular y trabajadores registrados en relación de dependencia. En éste último caso, el convenio colectivo prohíbe el trabajo de las mujeres en los hornos, pero de todas formas ellas cumplen tareas en las fábricas que no son remuneradas, se consideran de “ayuda”, lo que las invisibiliza e impide en algunos casos que se asuman como trabajadoras. Al no estar registradas, tampoco pueden ser delegadas.La contracara es el emprendimiento familiar. Johana llegó de San Juan por primera vez a la Capital con su pequeño hijito. Mientras describe la particular situación de su provincia, donde las mujeres llevan la delantera en términos de logros y reconocimiento, el bebé le estira la remera para tomar la teta y ella, sin dudarlo, lo deja, y empieza a amamantarlo mientras le habla al resto, acaso sin percibir el enorme peso simbólico de ese gesto.

Las mujeres ladrilleras reparten el diálogo entre las cuestiones vinculadas directamente al trabajo en los hornos, y las de cuidado, que cumplen en los merenderos. La actividad tiene sus particularidades: hay emprendimientos familiares de la economía popular y trabajadorxs registrados en relación de dependencia

Las tareas de cuidado, invisibles, no remuneradas, quedan expuestas en esa sola acción. “Lo podía dejar con el padre pero preferí traerlo porque creo que yo lo voy a cuidar mejor”, admite.

Johana cuenta que en su zona las mujeres advertían que en los hogares no ingresaba toda la plata ganada en las fábricas y como estrategia para revertir esa situación obligaron al patrón a recorrer casa por casa para que viera que lo que ellas le contaban era real. “Las únicas trabas son las que nos ponemos nosotras”, aconseja. El sindicato, dicen sus compañeras, “es un aliado en todas las conquistas. La secretaria de Interior es una mujer, Ana Lemos, que recorre los hornos de todo el país permanentemente. “Lo hace por empatía pura”, dice Soledad Casals sobre la compañera a quien tienen como referente de la acción gremial feminista en UOLRA.

El otro grupo numeroso que delibera en el salón de FEMPINRA es el de las trabajadoras de El Adoquín, la cooperativa que nuclea a trabajadoras de la feria de la calle Defensa a la altura del 800 al 1000, en San Telmo, y se referencia sindicalmente en la CTEP. “Los hombres utilizan la violencia para comunicar su poder –explican-, la calle es un poco eso, las piñas. Es un lugar donde está naturalizado el micro machismo y donde todo se maneja con las normas del patriarcado: el que habla más fuerte o el que pega más fuerte”. En una confrontación así, dicen, las mujeres deciden hacerse a un lado.  El Adoquín es presidido por Gabriela Olguín, que está presente en el debate grupal. Sus compañeras creen que una forma de quebrar la estructura de poder machista es contar con mujeres en las segundas líneas de la cooperativa. Proponen armar un punto feminista un domingo por mes en la calle para abrir el micrófono y debatir públicamente esta agenda en una zona en la que transitan 600 mil personas por fin de semana y admiten que tienen que hacerse cargo de la productividad y la capacitación, hoy en manos masculinas mayoritariamente. “Los puestos para nosotras son poder y hoy los manejan los hombres”, advierten. El “sistema de visitas” que utilizan para “bancar a las compañeras” aun cuando no integren la organización, cautiva al resto, que toma nota de la originalidad de esa herramienta.

“Los hombres utilizan la violencia para comunicar su poder –explican las cooperativistas de El Adoquín-, la calle es un poco eso, las piñas. Es un lugar donde está naturalizado el micro machismo y donde todo se maneja con las normas del patriarcado: el que habla más fuerte o el que pega más fuerte”. En una confrontación así, dicen, las mujeres deciden hacerse a un lado.

Las coordinadoras cerraron el capítulo de las experiencias personales con una conclusión: “Nuestras agendas encontraron resonancia muy fuerte en la calle y llegaron a los sindicatos. No quedó otra que escucharlas a las compañeras”, dijo Tania Rodríguez. Y Nora Goren completó: “Está bueno que los varones se sientan presionados a abrir el juego en los sindicatos. No hay forma de avanzar que no sea a través de la organización”.

Mesa redonda

Natalia Fontana (Aeronavegantes), Ana Lemos (UOLRA), Gabi Olguín (El Adoquín), Laura Córdoba (Caminerxs), Carolina Brandariz (UTE), Soledad Casals (Cooperativa Fátima de Entre Ríos-UOLRA)  y Evangelina Ortíz, coordinadora y anfitriona por el FEMPINRA, integran conducciones de sindicatos y organizaciones de la economía popular. Cuando llegó su turno, relataron sus experiencias personales como mujeres trabajadoras que llegaron a convertirse en dirigentes sindicales. Fontana integra la conducción del gremio que lidera Juan Pablo Brey, como secretaria de Prensa. Las leyes de matrimonio igualitario y de violencia de género abrieron la puerta a la introducción en el convenio colectivo de lxs aeronavegantes de un capítulo entero de género. “Ahora queremos discutir el estatuto sindical –asegura- parándonos en la paridad, no en el cupo sindical”. Fontana rescata –como otras panelistas lo harán a lo largo de la jornada- la construcción de la Intersindical de mujeres, lesbianas, travestis y trans el último 8 de marzo y propone seguir construyendo la transversalidad feminista de todas las centrales gremiales. “Se puede desobedecer a todos los mandatos, a todas las estructuras”, asegura.Córdoba es secretaria de la Mujer del poderoso gremio que conduce Hugo Moyano. Es, además, presidenta del comité de Mujeres de América Latina y el Caribe de la Federación Internacional de trabajadores del Transporte.

“Ahora queremos discutir el estatuto sindical –asegura- parándonos en la paridad, no en el cupo sindical”, sostuvo Nati Fontana.

Describe un “camino de hormiga” a lo largo de 12 años en una estructura sindical fuertemente machista a la que llegó casi instintivamente e impulsada por su interés por lo político. Su caso es el de muchas dirigentes que acceden a funciones reservadas para “ellas”, y que son minoría en una actividad fuertemente dominada por hombres. Ya no es la única mujer en la mesa directiva, y cuenta con orgullo que en el último encuentro organizado para sus compañeras logró reunir a 800 trabajadoras.

“Este es un feroz taller de feminismo”, asegura Gabi Olguín, cuando le toca narrar las complejidades del cooperativismo y explicar  por qué para El Adoquín la economía popular es generadora de riqueza y, en consecuencia, sus integrantes, trabajadorxs. “En la forma en que nos organizamos en la economía popular encuentran cobijo géneros, sexualidades que son desplazados de la sociedad”, asegura luego, y explica que en la cooperativa el 60% son mujeres: “Somos una victoria feminista, la expresión de una idea de que puede haber otra forma de acumulación de poder que no sea machista y patriarcal”.

Antes de terminar su exposición, Olguín lanza una autocrítica: “Nos debemos que estos ámbitos no sean sólo intercambiar experiencias sino ver cómo vamos a acumular poder. No puede ser que todo sea empezar siempre desde cero”.

Sole Casals describe la forma en que las mujeres “le buscaron la vuelta” a eso de encontrar un espacio propio en las cooperativas ladrilleras. La agricultura familiar y la Asociación Civil Mujeres Tenían que Ser, que funciona dentro de la Fátima, en Entre Ríos, fueron los primeros intentos, pero después insistieron desde la creación de la juventud sindical ladrillera y los merenderos: “Estamos cambiando la política”, asegura.Carolina Brandariz, de UTE-CTERA rescata la visión de Stella Maldonado, la fallecida ex titular de la central de gremios docentes, porque cuestionó la visión de la docencia como una tarea de cuidado –la idea de la escuela como segundo hogar- y la  situó en el lugar del trabajo.

Gabi Olguín: “Nos debemos que estos ámbitos no sean sólo intercambiar experiencias sino ver cómo vamos a acumular poder. No puede ser que todo sea empezar siempre desde cero”.

Brandariz defiende una “visión integral del sindicalismo y advierte sobre la grieta que subyace dentro de la lucha feminista: “Hay un feminismo más liberal, que habla de la brecha salarial, y hay un feminismo popular que contempla todas las actividades que desarrollamos las mujeres”, asegura. La dirigente de UTE advierte sobre un doble beneficio en la confluencia entre feminismo y sindicalismo: “Si bien estamos en condiciones muy adversas, el feminismo nos da un aire fresco a las organizaciones y muchas veces abre la puerta de ingreso de las mujeres a los sindicatos. A la vez, el sindicalismo le aporta al feminismo una mirada de clase”.

“Hoy es difícil conseguir un puesto de trabajo porque no hay barcos. Y es difícil llegar al sindicato si no tenés trabajo”, relata Evangelina Ortíz.

Evangelina Ortíz sabe de qué se trata eso de ser minoría en una estructura sindical como la de Dragado y Balizamiento. Somos 9 las mujeres en el sindicato porque el acceso de “ellas” a los barcos recién comenzó en 2010, cuando se recibió la primera mujer en la Escuela Nacional Fluvial.Ortíz aporta otros elementos sobre la complejidad del acceso femenino a un empleo: “Hoy es difícil conseguir un puesto de trabajo porque no hay barcos. Y es difícil llegar al sindicato si no tenés trabajo”, relata. En ese rubro se complica además la posibilidad de una construcción colectiva entre las mujeres: “Cuesta juntarnos. Pasamos 40 días a bordo de los barcos y cuando llegás a tierra, lo último que querés hacer es ir a militar sindicalmente”, admite.

Gran final

Maisa Bascuas, Jaquelina Flores, del MTE, Lucía Cavallero, y Vanesa Siley (Sitraju, diputada nacional de Unidad Ciudadana) tuvieron a cargo el balance de la jornada y el trazado de horizontes en el panel de cierre. Como coordinadora de la mesa, Paula Abal Medina puso la vara alta: “El feminismo puede construir otro sindicalismo”, aseguró. Jaqui Flores respondió: “Estamos decididas a ocupar esos lugares”, pero lanzó un desafío inmediato de tono electoral: “Tenemos la responsabilidad de saber cómo vamos a sortear el 2019 si no logramos revertir esta situación”. Bascuas, politóloga e investigadora, llamó a “plebeyizar y radiar el feminismo”.“Esto que construimos es estrategia de poder”, continuó y, en línea con lo que había planteado Abal Medina, agregó: “Intentaron que hablemos solo de las cuestiones vinculadas a las mujeres y nosotras queremos discutir la agenda política porque cuando no hacemos política, otros lo hacen por nosotras”.

“Intentaron que hablemos solo de las cuestiones vinculadas a las mujeres y nosotras queremos discutir la agenda política porque cuando no hacemos política, otros lo hacen por nosotras”, dijo Maisa Bascuas.

Así, le advirtió al auditorio que para esa hora había acumulado información calificada: “Para desobedecer tenemos que hacerlo colectivamente. Tenemos que tramar la desobediencia”.

Vanesa Siley, titular del Sindicato de Trabajadores Judiciales de la Capital reivindicó el concepto de mujeres sindicalistas “porque si no –interpeló- ¿cuándo nos vamos a apropiar de las organizaciones sindicales?”.

Luci Cavallero explicó que desde Ni Una Menos uno de las tareas más complejas que debieron encarar fue hacer un diagnóstico sobre la violencia contra las mujeres y “trazar una relación entre esa violencia y la acumulación de capital”.“Otra fue la capacidad de hacer alianzas transversales. Se produjeron las condiciones de posibilidad de la desobediencia y las mujeres pudimos dar disputa a la misoginia y la homofobia en las calles y también en los sindicatos”, agregó. Para Cavallero, de esa fuerza se explica la dureza de la ofensiva: “La idea de confinarnos a un cupo o dejarnos como un apéndice de una lógica que no cambia”.

“La unidad no es una opción, es una obligación, es el centro neurálgico de la estrategia”, sentenció Siley. La titular del Sindicato de Trabajadores Judiciales de la Capital reivindicó el concepto de mujeres sindicalistas “porque si no –interpeló- ¿cuándo nos vamos a apropiar de las organizaciones sindicales?”. Tal vez por la experiencia acumulada en su rol de diputada, sugirió sumarle a la marea sindical “niveles de institucionalización”. “La organización vence al tiempo y eso es el movimiento obrero organizado”, concluyó.

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