PEDRO BISCAY: “NO SON GOBERNANTES, SON FILIBUSTEROS”

Por: Charles Dolph

Entrevista realizada por Charles Dolph Pedro Biscay, ex miembro del directorio del BCRA, analiza los efectos de la vuelta del FMI a la Argentina. El rol del gobierno de Mauricio Macri en la generación de la crisis que lo llevó a pedir el salvataje de 50 mil millones y el próximo escenario de conflicto agudo que, a su juicio, “será la aprobación del Presupuesto nacional”. Para Biscay la desigualdad que hoy generan las finanzas sólo puede revertirse con un movimiento que ponga punto final a las formas de especulación del capital. Propone una representación en los bancos centrales de los sindicatos, los movimientos sociales y los trabajadores de la economía popular y destaca la inventiva feminista.  

Ch.D -Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia en diciembre de 2015, su administración muestra una clara vocación para el endeudamiento. Argentina emitió más deuda pública que cualquier otro país “emergente” entre enero de 2016 y septiembre de 2017. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la deuda pública emitida por Argentina representa 28% del total para la región en el año 2017. Sin embargo, negociar un acuerdo con el FMI no era parte de la agenda del gobierno. Tampoco fue previsto por el FMI: Christine Lagarde negó que hubieran solicitado algún acuerdo con el Fondo durante su estadía en la Argentina para el G20 el marzo pasado. Entonces, ¿por qué ahora? ¿Qué provocó esta inestabilidad cambiaria y financiera de repente?

 

PB -En el plano local se intentó ensayar una explicación basada en la idea de que estábamos atravesando un contexto adverso a nivel internacional por la suba de la tasa de interés de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, que para el 24 de abril, el día en que la corrida entró en su fase de aceleración, perforaba el techo de 3%. Este elemento se combinaba -siempre según las explicaciones de los especialistas en la city- con la entrada en vigencia del impuesto sobre la renta financiera, que el propio gobierno había impulsado unos meses antes con el propósito de gravar la renta de tenencia de letras del banco central en manos de inversores del exterior. Entonces, la explicación oficial combina estos dos aspectos para decir que estamos frente a un escenario de turbulencia financiera de carácter transitorio. Sostener esta idea es mirar el árbol y perder de vista el bosque. El problema de fondo es de extrema gravedad y tiene que ver con la falta de dólares, que la economía argentina necesita para financiar la salida de capitales, y el pago de los intereses de la deuda externa, que este gobierno llevó a niveles record en muy poco tiempo. Si mirás el balance de pagos de la Argentina, específicamente la cuenta vinculada con los pasivos del Banco Central, verás que a fines de 2007 este rubro acumulaba deudas por el orden de los 6000 a 7000 mil millones de dólares. Para que se entienda, allí estaba localizada la inversión que los carry traders no residentes fueron realizando sobre letras emitidas por el Banco Central de la República Argentina, desde el inicio del gobierno de Macri. Un segmento extremadamente sensible a cambios en la tasa de interés internacional, a la evolución del riesgo país argentino y a otros dos elementos claves que son el déficit de cuenta corriente y el déficit fiscal. Pero vayamos por partes. Ese segmento desarmó sus posiciones en títulos del central, pasó su ganancia a dólares y migró hacia otras plazas financieras en los primeros días de la corrida. Hot money puro. Entró, especuló y se fue. Ese monto representa el corazón de las inversiones que atrajo el gobierno de Cambiemos, todas de corto plazo, ninguna aplicada a la producción y desarrollo. Salido ese segmento, la corrida se desplazó primero a los tenedores locales de letras del banco central -te aclaro que el gobierno, gradualmente fue transformando un instrumento de esterilización en otro de especulación financiera- y luego a ahorristas en dólares del país, que fueron a retirar a los bancos parte de su dinero en moneda extranjera. Este último aspecto no llegó a profundizarse al grado de deslizar la corrida cambiaria hacia un retiro serio de depósitos del sistema. Por suerte quedó contenido.

 

Todo eso no es más que la cara exterior de un proceso muy serio de desequilibrio comercial, financiero y fiscal que el gobierno fue generando a partir de la aplicación indiscriminada de políticas de liberalización financiera. En el plano comercial, la apertura de las importaciones combinada con la eliminación de los plazos establecidos legalmente para liquidar en el sistema financiero local, el contravalor en divisas por las mercaderías exportadas. Esta combinación provocó un acelerado crecimiento del sector importador y una caída en la liquidación de divisas por bienes exportados, principalmente el agro, que deja parte de su fortuna fuera del país. Es así que, a partir del año y medio de gobierno, la economía empieza a presentar niveles de déficit comercial récord en la Argentina, con saldos negativos que para los primeros cinco meses del año ya es superior a los 3500 millones de dólares.

 

Por el lado financiero también se fue generando un frente de desequilibrios agudos, principalmente por la desregulación de la cuenta capital que permitió el libre ingreso de fondos especulativos al país y la salida no controlada de dólares por medio de la formación de activos externos. Esta suma ya es cercana a los 40 mil millones de dólares, sin contar las salidas por rubro turismo. En paralelo, las necesidades de financiamiento del país exigen ingreso de fondos por el orden de los 30 mil millones, que si no los pone el sector exportador, los tiene que salir a buscar el Ministro de Finanzas en mercados de deuda. Allí se produjo el quiebre, cuando en una reunión con inversores de Wall Street le dijeron “caput” a (el ministro de Finanzas, Luis) Caputo, en base a los niveles preocupantes de deuda externa del país. Los inversores del exterior dijeron basta a seguir financiando la fuga de capitales de Argentina, porque el riesgo y la fragilidad financiera empiezan a ser preocupantes. Cuando el mercado internacional cerró el grifo del financiamiento de dólares, se disparó la crisis y el gobierno se vio obligado a acudir al FMI en busca de algún esquema de salvataje.[vc_row_inner][vc_column_inner width=»2/3″]Por último, el plano fiscal. El gobierno dice que la causa de todos los males es el déficit fiscal porque no podemos gastar tanto dinero, pero omite decir que el motor del déficit es el pago de los intereses de la deuda externa y, una vez más, el financiamiento de la fuga de capitales. Se llegó a este punto porque el gobierno y, en particular el BCRA, eliminaron todos los controles cambiarios que se habían diseñado para monitorear el flujo de capitales y, a la par, auspiciaron la fuga de divisas bajo la excusa de dar mayor confianza a los inversores. La lluvia de inversiones no llegó pero sí la restricción externa. En paralelo, al liberalizar la tasa de interés provocó una mayor apreciación del tipo de cambio, sostenida en fondos de corto plazo que especularon nada menos que contra el Banco Central, restando margen de maniobra para intervenir de manera contracíclica. Fijate qué paradójico que, a diferencia de lo que hacen todos los bancos centrales, usaron el balance del banco central para provocar un escenario de vulnerabilidad financiera, al punto que ahora el FMI les pide que saneen esa situación.[/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/3″]

lo que estamos viviendo no es más que la cara exterior de un proceso muy serio de desequilibrio comercial, financiero y fiscal que el gobierno fue generando a partir de la aplicación indiscriminada de políticas de liberalización financiera.

[/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″]

Los acuerdos con el Fondo Monetario por un monto de 50 mil millones de dólares, no harán otra cosa más que profundizar el ajuste que ya viene haciendo el gobierno.

[/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″]Es en este contexto que van al Fondo, que vuelven a negociar el swap de reservas con China, tan criticado en los tiempos de nuestra gestión en el Banco Central, y también vuelven a operar en futuros, que era lo previsible, a pesar de que ellos se encargaron de judicializar la herramienta sacrificando nada menos que 10 mil millones de dólares de reservas para contener una corrida cambiaria.[/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner width=»2/3″]Los acuerdos con el Fondo Monetario por un monto de 50 mil millones de dólares, no harán otra cosa más que profundizar el ajuste que ya viene haciendo el gobierno. Reducir salarios, eliminar derechos sociales adquiridos, privatizar jubilaciones, privatizar el Banco de la Nación -que es el principal activo del sistema financiero argentino-, cortar fondos a las provincias, reformar la Carta Orgánica del Banco Central, es decir un programa clásico de achicamiento del Estado y reducción del déficit fiscal, combinado con medidas que profundicen la dolarización del sistema y a la vez reducen la soberanía monetaria y financiera del país. Habrá que ver cuántas de estas medidas pueden aplicarse y cuáles quedan en el camino, porque la experiencia muestra que la sociedad argentina es hostil frente a este tipo de acuerdos y, por otro lado, la experiencia de países como Grecia y Jordania, refleja que las recetas que se apliquen no solucionan ninguno de los problemas financieros de economías dependientes. Más bien ayudan a un retiro ordenado de grandes jugadores del poder económico, mientras dejan a las economías en estado de recesión terminal.[/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/3″]

El gobierno dice que la causa de todos los males es el déficit fiscal porque no podemos gastar tanto dinero, pero omite decir que el motor del déficit es el pago de los intereses de la deuda externa y, una vez más, el financiamiento de la fuga de capitales.

[/vc_column_inner][/vc_row_inner]Ch. D – ¿Cuáles serían algunas de las posibles implicaciones políticas de todo esto? Al menos en términos electorales, Macri y la coalición de Cambiemos, lograron evitar los efectos negativos que han provocado sus políticas de endeudamiento y ajuste, consolidándose con triunfos importantes en las elecciones de octubre pasado. Pero el FMI es claramente rechazado por una gran parte de los argentinos, quienes echan la culpa a la institución por la profunda crisis económica, política, y social de 2001. Entonces, ¿cuál ha sido la reacción de los argentinos a las negociaciones hasta ahora? ¿Qué puede significar todo esto para el macrismo?

 

PB -En principio, la población se está mostrando disconforme con el curso que la economía viene tomando desde que el gobierno asumió. Claro que tenés sectores que apoyan las medidas del gobierno, pero son una minoría ligada al sector externo, energético y financiero. El resto de la población, sobre todo las pequeñas y medianas empresas y gran parte de la clase media, están disconformes con la marcha de la economía. La tasa de interés de referencia en el 40% está cortando la cadena de pagos de sectores productivos, hay escenarios de quiebra de empresas que provocan mayores riesgos sobre el sistema financiero. El salario de los trabajadores retrocede gradualmente provocando pérdidas en el poder adquisitivo de la gente. El acuerdo con el Fondo Monetario, es en este sentido una señal de fracaso de las políticas económicas del gobierno, porque a nadie escapa que acuden al organismo en busca de un salvataje financiero, que en la memoria de los argentinos trae rápidamente a colación la crisis del 2001. El mismo día que el gobierno anunció que acudiría al FMI, la gente empezó a preguntarse por el riesgo de corralito financiero. Nuestro pueblo es muy sensible a las recetas del Fondo Monetario y las crisis de deuda externa, que hemos vivido en el pasado. Todo esto representa un enorme costo político para el gobierno, cuyo impacto se mide en la pérdida de imagen positiva del Presidente. La sanción del veto a la ley que establecía límites a la suba de tarifas, también forma parte del proceso de pérdida de confianza de la población sobre la figura presidencial.[vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″]

El próximo escenario de conflicto agudo será la aprobación del presupuesto nacional porque las variables que allí se establezcan desnudarán la magnitud del ajuste y las condiciones establecidas por el FMI en materia de tipo de cambio, inversión, gasto social y recortes públicos.

[/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″]El próximo escenario de conflicto agudo será la aprobación del presupuesto nacional porque las variables que allí se establezcan desnudarán la magnitud del ajuste y las condiciones establecidas por el FMI en materia de tipo de cambio, inversión, gasto social y recortes públicos. De cara a ese proceso, el gobierno monta escenarios que son cada vez menos creíbles, como por ejemplo cuando el ministro de Hacienda sale a decir que vamos a cobrar menos pero sin pérdida de poder adquisitivo, o que la inflación a fin de año va a estar en torno del 20% cuando sabemos hoy que ya tiene un piso del 27%.[/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner][vc_column_inner]Todo esto implica un proceso de creciente descreimiento en el gobierno, que tampoco pudo resolver el problema de la inflación. Desde que asumieron no lograron bajar los niveles heredados, que venían en franco descenso a raíz de medidas de estímulo al desarrollo de mercado interno y la producción nacional. El BCRA lanzó un plan de metas de inflación, que poco sirvió en este sentido, porque al dejar el tipo de cambio libre, fue generando procesos de retroalimentación presionando a los precios cada vez que el dólar se apreció respecto de la moneda nacional. Ahora el Presidente del BCRA, uno de los principales responsables de la crisis financiera, sale a decir que para el 2018 no hay meta de inflación, después de haberla modificado a fin del año pasado. No son gobernantes, son filibusteros.[/vc_column_inner][/vc_row_inner]Ch. D -Se dijo últimamente que el FMI pidió a la administración que suba las retenciones al sector agropecuario como parte de un acuerdo eventual. Hay cierta ironía en esto: hace exactamente diez años que la administración de Cristina Fernández de Kirchner estaba enredada en un conflicto con “el campo” sobre una propuesta de su gobierno para subir las retenciones. Ese conflicto alteró el tono y trayectoria de la política en el país para los siete años siguientes del kirchnerismo. La administración de Macri, por su parte, inmediatamente eliminó o al menos redujo las retenciones. ¿Es posible que la administración de Macri dé marcha atrás y suba las retenciones sin antagonizar totalmente con su base política de la oligarquía terrateniente?

 

PB -Las negociaciones fueron secretas y el gobierno se encarga de mantenerlas en este plano, incluso violando reglas constitucionales que exigen que el Congreso de la Nación tome intervención directa en el manejo de los asuntos de la deuda externa. Dentro del Congreso funciona la Comisión Bicameral para el seguimiento de la deuda, que ha pedido información al ejecutivo sobre estos temas pero no ha logrado resultados positivos. Básicamente, el gobierno ejerce el poder político desde el veto presidencial de cara a los mercados financieros, con quienes dialoga abiertamente y concede gran parte de sus exigencias. Pero gobierna de espaldas al Congreso y el conjunto del pueblo argentino. Por eso, se sabe poco de las negociaciones. Reestablecer las retenciones, fijar precios diferenciales a la cotización del dólar, forma parte de medidas que podrían ayudar a paliar los aspectos de fondo que te comentaba al principio.

[vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_single_image image=»2457″ img_size=»large»][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″]Porque una cosa resulta clara y es que en el país hacen falta dólares para pagar el endeudamiento externo que el gobierno contrajo. Los montos negociados con el FMI alcanzan para pagar las Lebac, luego el gobierno necesita conseguir el resto del dinero. ¿Cómo va a hacer? Hacer esto es equivalente a hipotecar la autonomía del país y la soberanía monetaria, porque es impensable un proyecto de independencia económica si los dólares que genera tu economía quedan depositados en el mundo off shore y no vuelven al país para realizar inversiones y financiar el pago de importaciones.

 

Por eso el gobierno está ante una encrucijada. Si mantiene el actual escenario de políticas liberalizadoras, sabe que no cuenta con un plafón de capitales para financiar el resto del mandato. Si aplica medidas orientadas a intervenir en el mercado, como por ejemplo la imposición de retenciones, abre un escenario de conflictos con un sector de poder muy importante, que hasta ahora fue aliado directo. Este tipo de escenarios se producen como consecuencia de un gobierno que no es más que un modelo de negocios para el capital financiero.[/vc_column_inner][/vc_row_inner]Y el Congreso tiene un rol clave. Tiene que exigir que el acuerdo se debata en el recinto. ¿Qué legitimidad tiene una democracia que admite que un Presidente, un ministro y un banquero central comprometan el destino de futuras generaciones, hipotequen empresas, eliminen el sistema jubilatorio, destruyan el salario y nos conduzcan por el mismo camino del default, para que luego vengan fondos buitres a comprar nuestra deuda a precio de miseria? ¿Qué tipo de democracia admite semejante nivel de autocracia?

Es impensable un proyecto de independencia económica si los dólares que genera tu economía quedan depositados en el mundo off shore y no vuelven al país para realizar inversiones y financiar el pago de importaciones.

Ch. D -Quisiera también conectar estos temas del FMI y el endeudamiento a cuestiones de política y finanzas, movimientos sociales y el Estado en la Argentina, quizás más ampliamente. En su último libro, Assembly, Michael Hardt y Antonio Negri citan un trabajo tuyo donde decís que las luchas sociales tendrán que “construir una capacidad de invención política capaz de transformar la dinámica financiera en el campo de batalla contra el capital”. Al mismo tiempo, al hablar de una transformación de las relaciones sociales institucionalizadas a través del dinero, los autores elaboran su versión de una política anti-estatal de la multitud. Sin embargo, los gobiernos “progresistas” en muchas partes de América Latina en las últimas décadas han demostrado una relación más compleja entre los movimientos sociales y el Estado. Desde tu perspectiva de haber luchado dentro y fuera del aparato estatal y sus instituciones financieras en la Argentina, ¿Cómo pensás la relación entre estas posiciones, en términos de construir las capacidades políticas para alterar la dinámica financiera del capital? ¿Cuál es la importancia particular de los bancos centrales?

 

PB -Creo que hay dos grandes planos de análisis, intervención y acción política que conforman el núcleo de las estrategias de articulación de defensas y propuestas contra el gobierno de las finanzas. En la actualidad estamos viendo que para las corporaciones globales, el Estado pasa a ser una mediación cada vez más secundaria, es decir un actor que sufre una crisis profunda de las dimensiones de la soberanía política, jurídica y económica, pero que a su vez intenta establecer regulaciones sobre la dinámica de construcción de la tasa de ganancia del capital. En ese plano se inscribe el rol de los bancos centrales, que son clave para actuar políticas orientadas a mitigar los efectos desestablizadores que son inherentes a la dinámica del capital financiero. Los bancos centrales tienen esa función a través del desarrollo de instrumentos de regulación de la liquidez: generan liquidez cuando hay escasez y la restringen en caso contrario. Intervienen en el tipo de cambio para evitar distorsiones sobre la estabilidad financiera y no mucho más que eso. Frente al capital financiero global, cada día se vuelve más difícil formular planes en los que los bancos centrales promuevan el pleno empleo en el sentido clásico. Esta tarea enfrenta grandes resistencias políticas por parte del capital, como por ejemplo en el proceso brasileño contra Dilma y luego Lula. Pero hay que retomar ese sendero, el sendero del pleno empleo. Las corporaciones globales, por otro lado, enfrentan escenarios de mayor complejidad frente a las nuevas tecnologías fintech que tienden a desplazarlas en el control de cuotas de mercado. El caso de Amazon es un ejemplo que amenaza fuertemente a las principales empresas globales. El capital financiero tiende a discurrir en formas híbridas y a través de zonas de difícil localización. En ese escenario, hay que construir fuerzas de poder social ligadas a los sindicatos, a los movimientos sociales y los trabajadores de la economía popular, los trabajadores excluidos que deberían tener una representación en el directorio de los bancos centrales, pues allí se define la dinámica de funcionamiento de la ganancia financiera.[vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″]Hay que representar desde este lugar ámbitos de formulación de experiencias de finanzas para la comunidad, de nuevas fórmulas de intercambios monetarios, sistemas alternativos de pago y sobre todo, reglas para reducir los factores especulativos de las finanzas. En estos términos el mundo va derecho a profundizar un cisma de desigualdad y violencia en torno a la explotación financiera, que no reconoce ni justificaciones éticas, ni antecedentes históricos. La impugnación sobre el mundo off shore forma parte de este proceso. El desafío para las próximas generaciones está en profundizar el rol de los movimientos sociales. Su autonomía frente al Estado y las corporaciones del capital financiero. La desigualdad que hoy generan las finanzas sólo puede revertirse con un movimiento que ponga punto final a las formas de especulación del capital.[/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″]

Hay que construir fuerzas de poder social ligadas a los sindicatos, los movimientos sociales y los trabajadores de la economía popular, que deberían tener una representación en el directorio de los bancos centrales, donde se define la dinámica de funcionamiento de la ganancia financiera.

[/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column][vc_single_image image=»2456″ img_size=»large»]Ch. D -Para extender un poco sobre estas cuestiones, aparece hoy en día un florecimiento de movimientos sobre temas heterogéneos en la Argentina. Mientras los reclamos sobre la violencia de género y derechos reproductivos, como Ni Una Menos, aparecen especialmente vibrantes, ¿qué tipo de articulaciones están en construcción entre éstos y otros movimientos, por ejemplo los de extractivismo y derechos indígenas, el históricamente fuerte sindicalismo y el movimiento de derechos humanos, y ahora, quizás, la movilización en contra del FMI? ¿Cómo se está pensando y discutiendo la relación Estado—movimiento social en la Argentina, y cuáles son algunas de las inspiraciones políticas e intelectuales para estas discusiones y articulaciones? PB -El movimiento de mujeres está marcando un rumbo renovado en los debates y experiencias de articulaciones políticas entre movimientos sociales y Estado. Hay allí un rumbo revolucionario realmente. La experiencia de las insumisas de las finanzas, las consignas de Ni Una Menos, ligadas a las banderas del feminismo, cruzadas con la impugnación al endeudamiento externo como parte de un proceso común contra el patriarcado por ejemplo, son ejemplo concretos que nos indican cómo seguir adelante, cómo trazar nuevas agendas en vista de una construcción colectiva de nuevas formas de reivindicación, frente a formas de sujeción colonial que se han revitalizado. Igualmente, resta aún recorrer un camino que permita enlazar el resto de las demandas y proyectos alternativos que son necesarios para la construcción de sociedades más plurales, que sepan vivir en respeto pleno con el ambiente. El extractivismo aún no es un punto nuclear en la agenda de los movimientos sindicales y tampoco hemos podido concretar formulaciones que sinteticen soluciones al problema energético y soberano al mismo tiempo. En el caso de los pueblos indígenas y los movimientos campesinos, sus derechos a la tierra y el territorio tampoco están garantizados. El modelo de sociedad financiarizada en que vivimos, exige que repensemos agendas más amplias y complejas frente a estas manifestaciones del poder económico.

 

*Pedro Biscay fue miembro del directorio del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de 2014 a 2017, y actualmente dirige el Centro de Integración Financiera (CINFIN), un proyecto de elaboración de políticas sobre reformas financieras del Centro de Políticas Públicas para el Socialismo (CEPPAS)

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