EL 8 Y EL 24 DE MARZO EN UNA PINCELADA

Por: Paula Abal Medina, Tania Rodríguez y Mayra Llopis Montaña

Nora Patrich es artista plástica. Vivió en seis países, raid que comenzó como exilio en Israel. Se mudó unas 60 veces. Tuvo más de una identidad. Teresa Nitsajón fue su nombre cuando convivió con una obsesión: encontrar el modo de regresar al país. Son siete los familiares que le arrebató la dictadura argentina, enviudó en 1976. Tiene tres hijos desperdigados por el mundo. Se repuso tres veces de cáncer, el primero a los cuatros años de edad, el último, hace muy poco tiempo, limitó su visión. Por Paula Abal Medina, Tania Rodríguez y Mayra Llopis Montaña.

Recorremos su casa hermosísima en Bella Vista, los objetos están cargados. Nada porque sí. Destacan unos cuadros monumentales que aparecen sorpresivamente. Son sus pinturas y las de Juan Manuel Sánchez, compañero de militancia del grupo Espartaco y su pareja durante 23 años en Canadá. La casa es laberíntica. Ella misma cuenta que cuando se mudaron allí con Roberto Baschetti pasaron unos meses perdiéndose.

Hace mucho calor. No tienen aire acondicionado, apenas unos ventiladores de pie en algunos ambientes. Y una pequeña pileta con un enorme cisne blanco adentro, un inflable que adquirió por Mercado Libre para cuando la visitan los nietos. “Parece una película de Fellini”, bromea al mirar su patio del fondo. Hay un busto de Evita a la derecha, y otra Evita en la pared, hecha con venecitas de muchos colores. Las macetas tienen flores que nacieron de gajos. Es un patio ritual. Vamos comprobando en la visita que las manos de Nora anduvieron por banquitos, lavabos y hasta la tapa de un inodoro. “La casa entera está a disposición”, dice cuando nos disculpamos por la intrusión por todos lados. Nora tiene una simpatía mayúscula. Nos eclipsa. Llegamos a la buhardilla. La temperatura se eleva varios grados más pero la atención va por otro lado: afiches, cuadros, grabados marcos, pinceles, pinturas, carpetas. No hay cómo llevarse visto todo. En el centro, en preparación, una pintura de Evita. Evita emblanquecida. ¿Por qué después de haber pintado aquella Evita rojísima, mestiza, como una mujer más que es como ninguna individualmente, pinta esta otra rubiona y etérea, casi artificial?

Tras hurgar todo, con su complicidad, nos sentamos porque queremos repasar su vida justo un día antes del nuevo Paro Internacional de Mujeres del 8M y tan cerca de otro 24M, el 43 aniversario del Golpe. ¿Cómo se conectan estas dos grandes fechas, una tan actual, la otra tan arraigada?

Viudas en Israel

“Israel fue mi primer exilio – está el relato en un libro que se llama Palestinos y Montoneros, ahí aparezco con mi nombre de Guerra que era Teresa- fue el único lugar donde las mujeres nos organizamos como viudas. Así como estaban Madres, Familiares, H.I.J.O.S., allá hubo viudas. Éramos todas viudas de Montoneros y del ERP. Entre 1977 y 1978 trabajamos allí con Judith Said haciendo denuncias de lo que pasaba en Argentina”, cuenta Nora.

Y relata que hacía las ilustraciones de los panfletos y de los libritos con poesías. “La idea era cambiarme el nombre. Volver (a la Argentina) legalmente con otro nombre. Me había puesto de apellido Nitzajón que quiere decir victoria (en hebreo). La mayoría de mis compañeros eran de la Facultad de Arquitectura y un compañero de Exactas. Mi marido había sido conducción de la JUP y en Rosario fue conducción de la JUP y la UES en la zona del litoral”, agrega.

“Israel fue el único lugar donde las mujeres nos organizamos como viudas. Así como estaban Madres, Familiares, H.I.J.O.S., allá hubo viudas. Éramos todas viudas de Montoneros y del ERP”.

De Israel viajó a España, donde se encontró con muchos de esos compañeros. Con el grupo de teatro “Paco Urondo” hicieron eventos sobre lo que sucedía en la Argentina y también dieron apoyo a la revolución nicaragüense. “Yo pedí que me trasladaran a Nicaragua, quería recuperar la artesanía nicaragüense y poner distintas zonas rurales a producir artesanía para vender y exportar. Pero me mandaron a Cuba a trabajar en la guardería montonera. Ahí también usé mi arte, hacía obras de teatro para los chicos. De alguna manera, aportaba mis habilidades a la militancia”, explica. De Cuba viajó a México y empezó a trabajar en la editorial Patria Grande para la revista Venceremos mientras iniciaba estudios en la Escuela de Arte y Diseño.

Nora continúa el relato de su recorrido militante al que nutrió gracias a sus habilidades con la pintura, el dibujo y el teatro. “En Argentina, antes de irme, había trabajado con Ricardo Carpani, a los dieciséis, diecisiete años, y empecé a militar con un novio que estudiaba en Filosofía y Letras en un grupo que armamos que se llamaba Línea de Izquierda Revolucionaria (LIR). Iba a las reuniones del grupo y planteaba que los obreros eran peronistas… me sacaban todos cagando. Entonces me metí en la UES”.

 

A propósito de Carpani

-Hace poco, en una actividad que hicimos en la CGT con Daniel Santoro a raíz de sus murales, él hizo una crítica muy fuerte a Carpani. De hecho fue bastante provocador: acerca del  obrero que fue ícono de 1968 de la CGT de los Argentinos dijo que él nunca sintió que ese fuera un obrero real, que se parecía más a un chongo. Abrió una polémica alrededor del vínculo entre Arte y Política.

 

-Sí lo escuché expresando esa idea que no comparto. Me parece despectivo, hacele una crítica constructiva. Daniel Santoro no es muralista, Carpani sí. A veces en la tela podés reconocer el muralismo porque el mural usa símbolos, no solamente tiene que contar una historia, sino que el espectador se sienta identificado y se pueda alimentar y nutrir del mural. Si bien el obrero está despedido, en esas imágenes ves obreros despedidos apoyados contra la pared, los ves grandotes, los ves masivos, se ve esa fortaleza que debería tener la clase obrera para luchar y salir adelante. Es eso lo que Carpani te está diciendo, no está haciendo una descripción porque no es un lenguaje realista el que utiliza.

Por un lado están los trabajadores más sojuzgados, chiquitos como sombras negras, en los cuadros de Quinquela. Luego con el surgimiento del peronismo surge un obrero con derechos, que vacaciona en Mar del Plata. ¿No te parece interesante la polémica entre estas dos figuras de obreros? Y en este punto, cómo se puede pensar la crítica a la artificialidad del obrero de Carpani que hace Santoro?

-Es que el obrero no es eso solamente, es muchas cosas. Expresó también la lucha de la resistencia. Hay toda una época (de las obras de Carpani) en que están bailando el tango. Esas figuras él las hace porque cuando era pibe o jovencito, con Sánchez trabajaban de agrimensores, y las montañas se representan con círculos que se van achicando para demostrar que van hacia arriba. O sea tiene que ver con su realidad, tiene que ver con una realidad. Yo puedo haber peleado con Carpani por muchas cosas pero de ahí a cuestionar si ese es o no es un obrero… Me parece que hay falta de contenido, de profundidad en la crítica. Él se siente identificado con ese otro obrero porque tiene que ver con esa realidad pero Carpani vivió otro período de lo que fue la lucha obrera.

A veces en la tela podés reconocer el muralismo porque el mural usa símbolos, no solamente tiene que contar una historia, sino que el espectador se sienta identificado y se pueda alimentar y nutrir del mural.

La columna vertebral de la comunidad

-¿Por qué pintás mujeres y cómo las pensás cuando las pintás?

-Me gusta, puedo jugar más con el cuerpo de las mujeres que con el del hombre. Tengo algunos hombres, en general tienen algo que ver con la mujer. Hay dos o tres que hago siempre que tienen que ver con mi compañero desaparecido. Son parejas haciendo el amor y también despedidas. Pinto mujeres porque plásticamente me gusta. Pinto acerca de mis pensamientos y de mis emociones. Yo creo que muchos son autorretratos aunque no se parezcan a mi cara. Este para mí, por ejemplo, es uno muy simbólico, se llama Rosario de los Rosarios. La mujer del cuadro no reniega de su sangre, la abraza. La vida es como un rosario por la que cae la sangre. Pinto mucho la sangre y el color rojo, creo que es nuestra herencia, es lo que hemos derramado, lo que transmitimos de generación en generación. Pinto mujeres por eso y porque en su momento habíamos quedado las tres viudas, mis dos cuñadas y yo y el número triple se repetía: mi mamá, mi hermana y yo. Mis dos hijas y yo. No soy de hacer mucha literatura de mis cuadros, pinto lo que siento.

Los cuadros y dibujos de Nora narran trazos de la historia latinoamericana con colores, formas e intensidades que contienen una perspectiva monumental, más allá del tamaño de la obra. Al mismo tiempo es “arte al alcance de la gente” como ella define mientras enseña una carpeta de ilustraciones suyas en afiches de decenas de campañas por los derechos de las mujeres de las que participó durante los más de treinta años que residió en Canadá.

“Soy pintora de cierta manera porque tengo una cierta ideología y eso se nota en la tela –explica-. Soy muralista, soy latinoamericanista, soy expresionista pero sobre todo soy una artista del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. También como mujer, soy mujer en una situación determinada. No porque todas tengamos ovarios significa que los usamos de la misma manera. Yo tengo ovarios, también los tendrá la mujer de un minero y la mujer de un banquero pero todas usamos nuestros ovarios de una manera diferente. No solamente por cómo fuimos criadas sino también por los intereses políticos e ideológicos que cada una tiene”.

“Soy pintora de cierta manera porque tengo una cierta ideología y eso se nota en la tela –explica-. Soy muralista, soy latinoamericanista, soy expresionista pero sobre todo soy una artista del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”

-Hay toda una nueva generación de pibas, cada vez más, involucradas en la militancia política y el feminismo. Pensando en tu militancia en la UES y tu trayectoria hasta hoy, ¿qué te genera esta etapa de activismo en las jóvenes?

-Creo que el machismo se da de distintas maneras, no hay países que están más adelantados que otros o que tienen más resuelto el problema. Pienso que en algunos países se manifiesta de una manera y en otros de otra. Argentina hace treinta años atrás era uno de los países que más mujeres tenía en el Congreso. Cuando volví del exilio (2006) sentí que había habido un retroceso. Sentí que había mucho más machismo, no sé si es porque venía de afuera. Hoy estamos más adelantadas en algunas en algunas cosas y en otras lo está Canadá.

-¿Creés que estamos en una etapa de reivindicaciones más amplias en términos de discutir formas de vida por ejemplo?

-Creo que si se dividen las luchas, perdemos. Las luchas de las mujeres, las luchas ambientalistas, etc. creo que son todas parte del mismo proyecto, no son cosas aisladas. ¿De qué te sirve que la mujer esté liberada si el medioambiente se nos está viniendo abajo? Obviamente que cada unx trabaja desde donde está y milita con lo que tiene y con lo que sabe hacer. Me parece ue si las mujeres, porque se ven afectadas, deciden buscar esa trinchera, está bien. Pero creo que debería ser parte de todo un conjunto. A mí me da cosita que ahora estamos todas juntas pero después vos te vas y votás a Macri y yo vengo y voto a quien sea que sea nuestro candidato o candidata. La lucha por el aborto, a favor o en contra, la van a usar de una manera que les sirva a ellos (gobierno nacional) y no necesariamente nos sirve a nosotrxs.

Las partes y el todo. De su trayectoria en movimientos, en recorridos por distintos países (asignados o elegidos), en hogares que se arman y desarman, de compromisos con los derechos humanos y de identidades femeninas, desde ahí habla la obra de Nora Patrich, que define a las mujeres como “columna vertebral de la comunidad” y apuesta por un proyecto que integre las diferentes luchas y recupere los lazos comunitarios.

-¿A qué atribuís la preponderancia de las mujeres en la lucha por los DDHH?

-Siempre pensé en la mujer como la columna vertebral de la comunidad. Miremos los pueblos. Muchas veces, los hombres salen como trabajadores golondrina y ¿quién se queda a sostener la comunidad, la familia, los chicos? Las mujeres. Cuando los hombres tienen que hacer huelga ¿quiénes son las que sostienen, alimentan, hacen las ollas populares? Las mujeres. ¿Quiénes manejan los comedores? Y eso es en toda Latinoamérica. También hay otro dato interesante y es que cuando salían los presos políticos, las mujeres liberadas estaban en mejores condiciones que los hombres. En varios lugares fue estudiado esto desde la psicología. Los estudios concluyeron que las mujeres tendían a reunirse, a hablar, a exteriorizar, a compartir, mientras que el hombre, por este lugar que les ha dado la sociedad de “vos sos macho, no llorás” tienden a mantenerse más aislados y elaboran de otra manera lo que les pasa. Eso hace que se destruyan más.

“Siempre pensé en la mujer como la columna vertebral de la comunidad. Miremos los pueblos. Muchas veces, los hombres salen como trabajadores golondrina y ¿quién se queda a sostener la comunidad, la familia, los chicos? Las mujeres”.

-Es interesante la definición de la mujer como columna vertebral de la comunidad pensando en la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular.  Si vos vas a una movilización, la mujer es protagónica. Y si vas a la del 1° de mayo, si a la CGT se le ocurre movilizar, son rotunda mayoría los hombres. Las mujeres vienen de los barrios, del territorio donde organizaron todo, desde el comedor hasta la lucha contra el paco.

-Yo empecé a venir a Argentina en 2006 y quedé asombrada del protagonismo de las mujeres, fijate que una de las primeras fábricas recuperadas es de mujeres. La de cerámicas Zanón. Después, los comedores empezaron con mujeres. Creo que toda la cuestión del trueque fue impulsada por mujeres. Creo que eso salvó a Argentina en su momento. Y fueron mujeres.

-Una última pregunta sobre el 24 de marzo. ¿Vas a las marchas?

-Cuando puedo voy. A veces me da bronca que no estén mis hijos y nietos para que vayamos todos. Están repartidos por el mundo, siguieron caminos en base a oportunidades de trabajo. Corea del Sur, Irak, España, Canadá y ahora un hijo está en China. Para mí es todo un tema, porque es parte de lo que nos pasó. Ellos se criaron fuera del país. Vienen a Argentina, aman Argentina, reivindican a su padre, no reniegan de todo eso, es más, todos tienen profesiones que tienen que ver con lo humano, con mejorar la vida del otro, pero yo acá estoy sola. Con mi cuñada, la hermana de Horacio y con Roberto y sus hijos y los nietos que vienen del lado de Roberto. De mi lado, tengo a mis sobrinos y a mi cuñada, Susú, la hermana de Horacio. Seguimos como familia nosotros. Separarnos sería darle otra victoria al enemigo. Permitirles que sigan destruyéndonos con los afectos.

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